
Cuando se entrega una pensión a una abuela en Nezahualcóyotl o una beca a una joven en Tijuana, no se está regalando dinero. Se está dinamitando 40 años de dogma económico y construyendo la soberanía popular, el piso mínimo social sobre el cual se sostiene el Segundo Piso de la 4T.
La presidenta Claudia Sheinbaum hereda un contexto donde los subsidios personales se han consolidado como ejes de la política social. Estos programas —continuidad y profundización del proyecto de la 4T— no son meras dádivas: son trincheras económicas en esta batalla por la soberanía popular.
El populismo, o el fin de la renta básica para los ricos
Los neoliberales gritan “populismo”, pero callan que durante 40 años aplicaron su propia renta básica para ricos, como el rescate bancario (FOBAPROA), las condonaciones fiscales y la infinidad de fideicomisos.
Sheinbaum invierte el escenario: la redistribución de la riqueza en tiempo real, a través de los programas sociales de la 4T, tiene tres columnas teóricas que hacen temblar a las élites y a los partidos opositores:
a) La versión proletaria de F. M. Keynes: un efecto multiplicador popular.
Primero los pobres es el keynesianismo a la mexicana —teoría económica que sacó a EE.UU. de la Gran Depresión cuando el gobierno inyectó dinero al pueblo y así revivió la economía desde abajo—. Se explica así: mientras las élites esconden capital en paraísos fiscales (15% del PIB mexicano, según Tax Justice Network), cada peso de una pensión o beca gira o cambia de manos hasta siete veces en la microeconomía local de la comunidad del beneficiario, como en tianguis, mercados populares y puestos de comida.
Pero las élites se reinventan y contraatacan: en cooperación con desarrolladores de vivienda y en complicidad con gobiernos municipales, han montado su trinchera en las tiendas de conveniencia, que empobrecen las microeconomías sociales locales (Banxico, 2023).
A los programas de bienestar los neoliberales los llaman “gasto”; la 4T los llama motor económico de justicia social.
b) La renta básica de los de abajo.
Aunque los programas de bienestar aún no son universales, los 6,000 pesos mensuales a adultos mayores son un abono a la soberanía económica popular. Es la teoría del economista belga Philippe Van Parijs (subsidio universal) aplicada en el barrio: cuando los pobres tienen ingresos garantizados, nacen nuevos negocios, circula el dinero y se frena la explotación laboral.
Al cubrir a 11.2 millones de adultos mayores y 5.3 millones de jóvenes (CONEVAL, 2024), se construye la infraestructura logística para, en el futuro, implementar una renta básica ciudadana. Es el puente entre la caridad neoliberal y los derechos económicos del siglo XXI.
c) Los programas de bienestar o el voto con conciencia de clase.
Los tecnócratas no comprenden por qué el 68% de los beneficiarios votan por Morena (Latinobarómetro, 2024). Y la preferencia no es mayor debido a la corrupción asociada a los Servidores de la Nación.
La respuesta es simple: quien te da derechos, gana lealtad.
Los programas de bienestar son una ecuación imbatible: piso social igual a blindaje electoral.
La teoría del contrato social (Rousseau), desde la perspectiva de la izquierda, hoy se aplica en el puestecito de la esquina.
LOS NÚMEROS QUE ATERRAN A LA OLIGARQUÍA
Más de 23 millones de personas fueron beneficiadas directamente por alguno de los ocho programas de Bienestar en enero y febrero de 2025.
En ese lapso se distribuyeron en todo el país más de 100,664 millones de pesos.
Esto no es asistencialismo: es ingeniería social:
- 1 adulto mayor pensionado = 4 familiares que dejan de ser rehenes de la precariedad.
- 1 joven capacitado = 3 empleos formales generados en su comunidad (OIT, 2023).
- 1 persona con discapacidad incluida = 2 votos familiares asegurados.
Y así, en cada uno de los programas para el Bienestar.
Por cada peso invertido, la derecha pierde tres votos. Las matemáticas de la revolución.
Y no son más votos por culpa de los malos Servidores de la Nación.
Los neoliberales, acostumbrados a comprar elecciones con spots en pantallas, no comprenden esta economía política de la gratitud.
Mientras ellos especulan en bolsa, la 4T hace política monetaria directa en los bolsillos del pueblo.
La genialidad de incluir a personas con discapacidad y adultos mayores no es solo económica: es biopolítica.
Al reconocer a los históricamente invisibles, se quiebra el control que tenían las oligarquías a través de redes clientelares (iglesias, ONG’s “apolíticas”, caciques locales).
Esto explica la rabia de la oposición: no pierden votos, pierden el monopolio de la compasión.
Las teorías de Foucault sobre biopoder aplicadas en el barrio: el Estado que da derechos directos ya no necesita intermediarios.
Los programas sociales son bombas de tiempo contra el neoliberalismo:
- Un joven capacitado en mecánica automotriz hoy será dueño de un taller mañana.
- Una abuela con pensión saca a toda su familia de la pobreza extrema.
- Una persona con discapacidad incluida rompe las cadenas de la caridad patronal.
Cuando AMLO empezó esto, lo llamaron “populismo”. Hoy Sheinbaum lo ha convertido en política de Estado irreversible.
La derecha podría ganar elecciones en 2030, pero ¿se atreverá a quitarle la pensión a los millones de derechohabientes del Bienestar?
LA NUEVA ECONOMÍA MORAL
Estamos frente a un cambio de paradigma histórico:
Antes: El Estado subsidiaba empresarios (FOBAPROA, rescates).
Ahora: El Estado rescata directamente al pueblo.
Es la revolución pacífica que tanto temían los ricos.
No necesita fusiles cuando tiene votos, motivos y razones.