Virar a la izquierda, tarea pendiente de la 4T en BC

La obligación constitucional de paridad en el gabinete que debe cumplir la gobernadora Marina del Pilar no es sólo un ajuste legal más. Es la oportunidad de iniciar un renacimiento político en su gobierno.

Más allá del equilibrio de género, la coyuntura permite a la Gobernadora sacudirse el lastre que ha marcado su mandato: un gobierno sin mística de izquierda, donde sus funcionarios administran programas y recursos sin una brújula transformadora, sin una amalgama ideológica, funcionarios ajenos a la demanda real de la sociedad, y perdidos del marco conceptual de la izquierda sheinbaunista como guía.

Hoy, las secretarías, organismos autónomos, descentralizados, y en general la mayoría, sino es que todas las oficinas están ajenas a la mística doctrinal del movimiento de regeneración nacional per sé.
Funcionan como habitaciones de hotel. Sus ocupantes coexisten, pero no comparten la misma idea del deber ser. Sus interacciones son externas, mecánicas, como huéspedes en un espacio neutro.

Es evidente, por lo que leo en los perfiles en redes de la totalidad de los titulares y principales colaboradores, que ni están unidos por el cemento de la doctrina política que los postuló al Poder. Desconocen cuál era el objetivo supremo y su misión en el cargo.

La lógica que impera es el individualismo burocrático, funcionarios encerrados en sí mismos, sin sentido de colaboración y propósito ideológico del Gobierno, sin visión colectiva. Obstaculizan más de lo que resuelven.
Claro que la ciudadanía lo percibe, y en muchos casos lo sufre.

A lo lejos las elecciones recientes en Durango y Veracruz ya lanzaron una alerta naranja. Antes, en lo cercano, se celebraron protestas con aroma a carne asada.

La gobernadora Marina del Pilar lo sabe: las políticas públicas no pueden sostenerse en la ficción del funcionario, en su burbuja, en su indiferencia y, no en pocas ocasiones, en su negligencia. Incluso no pueden rendir buenas cuentas sin la congruencia ideológica y doctrinaria de todo lo que significa la izquierda y la transformación.

Habría que preguntarles a los titulares de cada oficina en cada dependencia, ¿qué transformas?, ¿con qué fin?, ¿a quién beneficia? Y lo más importante, en sana lógica ¿de cuál necesidad social surge?

Las políticas públicas surgen en la lógica y la necesidad social; y se enraizan en su continuo bienestar.

Una política pública que no aumenta el bienestar común y no imparte justicia social no es política pública: es un lastre político, un desperdicio de recursos.

Pero no se trata solo de eficiencia administrativa, ni dogmatismo, sino de coherencia ética, ideológica y relacional con la realidad social para el bien de ésta.

Como señaló Carlos Vilas, uno de los pensadores más lúcidos sobre Estado y transformación, “el sentido de las políticas públicas no está en su diseño técnico, sino en su capacidad de alterar la correlación social de fuerzas a favor de los históricamente postergados”.
Ahí radica el espíritu original de la izquierda.

Un funcionario no solo debe estar conectado con otros órganos del gobierno; debe entender que su labor solo tiene sentido en tanto contribuye al bienestar colectivo, a la justicia social, al progreso real.
Si no, estamos ante una política, y políticos, parasitarios.

EL DEVENIR DE LA REALIDAD

La realidad no es fija: es proceso. La sociedad no es sólida, es líquida, es una compleja red relacional en constante transformación y sorpresiva.

Entendiendo esto, las políticas públicas deben ser flexibles en cuanto adaptarse a la demanda genuina y legítima de la sociedad.

Alguien le tiene que decir a la Gobernadora Marina del Pilar que una simple ojeada a los Programas Operativos, evidencia políticas públicas obsoletas por sí solas que provienen de los gobiernos panistas.

Son políticas públicas en contraposición ideológica de la izquierda.
Eso demuestra la ausencia doctrinaria de su Gobierno.

La verdadera política no se limita a gestionar lo que ya existe, sino a crear sentido común nuevo desde la conexión con la realidad, aplicando la ciencia y con la vigilancia moral ideológica del “primero los pobres”, de todas y todos aquellos que necesitan más un gobierno que redistribuya la justicia social, que haga vigente el bien común.

Las ideas se transforman cuando se encarnan en estructuras. Y las estructuras se oxidan cuando no se renuevan.
Alguien que le diga a la gobernadora que su mandato mantiene vigentes muchas estructuras creadas en los sexenios neoliberales.

Las políticas públicas deben adaptarse al presente perpetuo, incluso anticipar el futuro, y Marina del Pilar debería hacerlo desde el marco conceptual de la izquierda sheinbaunista.

No pueden conservar estructuras caducas como si fueran eternas, esto como principio de la administración pública, y completamente necesario desde la ciencia política cuando hay un cambio de régimen.

La mayor parte de las estructuras de gobierno de los antepasados subsisten, sus políticas permanecen y obvio sus resultados.

Aquí conviene hacer una pausa para observar un hecho básico:
Si esas políticas fueran tan indispensables o vigentes, ¿por qué el votante ya no sentía bienestar y cambió la dirección política?

No hacer cambios estructurales es la aceptación implícita, o bien de que no se sabe cómo ejecutar el cambio, o peor aún, de que no se quiere.

Y eso es decirle al votante, tácitamente, que erró su voto.

No basta con el discurso de la Cuarta Transformación, hay que construirla todos los días.

Y ese cambio no se origina ni en ocurrencias improvisadas ni en caprichos de los funcionarios con poder en sus oficinas, sino en la necesidad social concreta, en la realidad de esa metáfora de “más territorio y menos escritorio”.
¿Conoce cada funcionario la necesidad de las personas a las que sirve?
Usted lector, ya intuye la respuesta.

Por ello, los gobiernos estatal y municipales deben dejar de comportarse como simples administradores de la herencia neoliberal, y reencontrarse con el proyecto transformador que los llevó al poder.

COHERENCIA O CINISMO

El buen gobierno articula sus principios ideológicos con la realidad y la transforma.
No se puede hablar de bienestar mientras se mantienen privilegios para unos y necesidad para muchos.
No se puede presumir democracia sin participación ciudadana efectiva en los asuntos que les afectan.

Como bien planteaba Norberto Bobbio, la democracia no se define solo por sus reglas, sino por la posibilidad real de que las decisiones sean colectivas, racionales y corregibles.
De lo contrario, deja de ser democracia y se convierte en aparato de autojustificación del poder.

La guía del gobierno de la 4T es su plataforma ideológica, primero los pobres, una sociedad del buen vivir, una transformación pacífica.
Este marco conceptual, sin embargo, no existe en la práctica. Y la estructura y mayoría de las políticas públicas, además de desfasadas, provienen de los gobiernos neoliberales.

Baste un ejemplo simple del marco conceptual de los servidores públicos ajenos a la ideología y plataformas de izquierda:
El pasado viernes, en Mexicali, el centro recreativo Juventud cerró el acceso público a las canchas deportivas, gimnasios, juegos infantiles, asadores y pista para trotar o caminar, todo para permitir una función privada de lucha libre.

Al síndico procurador, de origen panista, tal vez le parezca normal intercambiar el derecho a la salud y esparcimiento familiar de la clase trabajadora por un espectáculo y negocio privado en instalaciones públicas. Pero cerrar espacios de vida comunitaria jamás puede ser pensable desde la izquierda. En el marco conceptual ideológico de la izquierda sheinbaunista es impensable negarle la oportunidad a los jóvenes de ir a hacer deporte, de formar comunidad con sus iguales en sana convivencia, entre tanto dejarle solo las opciones de la calle, de los bares y los antros.

Por cierto, ¿por qué los centros recreativos y deportivos familiares cierran tan temprano, entre las 9 y 10 pm, sobre todo los fines de semana, y a los centros de vicio sí se les otorgan “horas extra”?
Una muestra más de que se administra estructuras y políticas públicas del pasado neoliberal.

La izquierda habría permitido el acceso comunitario y encontrado el lugar y la oportunidad gratuita para la lucha libre.
No es tolerable la cancelación de un derecho por otro.
Porque desde la izquierda, el espacio público es sagrado.

De esta coherencia hablo. De esta ausencia del marco ideológico rector.
La Cuarta Transformación debe reaprenderse a sí misma en los gobiernos de Baja California.
Recuperar el rumbo de izquierda.

Hoy es un gobierno surgido de la izquierda que parece más de derecha.
Se requiere una ética política que integre discurso y práctica.

El bienestar sin justicia es populismo estéril.
La ideología sin coherencia es solo propaganda cínica.

¿Y AHORA QUÉ?

El Estado como entidad política no es una estructura sólida; es, en realidad, un proceso de relaciones, compuesto de actos, memorias y esperanzas.
El gobierno actual, debe entender que es consecuencia de un viraje ideológico del pueblo, y está obligado a cumplirle.

La paridad obligada en el gabinete de Baja California no debe limitarse a equilibrar géneros: debe ser un punto de inflexión. Una oportunidad para repensar el mandato mismo del gobierno.

Y ese mandato no es conservar el poder.
Es transformar la realidad, con justicia social y equidad.

Repetir políticas públicas ya conocidas es cerrar la puerta al progreso.
Y ese progreso, si ha de ser verdadero, debe nacer del impulso emancipador que alguna vez animó a la izquierda.

¿O acaso hemos llegado al final de la historia, y ya no hay nada ni nadie que emancipar?

El gobierno debe atreverse a imaginar políticas más amplias que las dictadas por el sentido común tecnocrático o la pereza burocrática.
No basta con administrar. Es tiempo de transformar, de pensar y actuar desde la izquierda.
Es la oportunidad de recuperar la izquierda.