A cien años, ¿un nuevo pacto? No con estos políticos: Garciadiego

CIUDAD DE MÉXICO (proceso).- En el marco del centenario de la Constitución Política de México, promulgada el 5 de febrero de 1917, el historiador Javier Garciadiego Dantán habla con Proceso de la importancia de conmemorar el aniversario, “para que los políticos de hoy se contrasten con los personajes el pasado”.

Asimismo, de los aportes del documento, el más importante dado por la Revolución Mexicana.

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Y responde a la cuestión de si conviene hacer una nueva Constitución, pero con otras preguntas:

“¿Con estos diputados? ¿Con esta clase política? Preferiría que no. Cuando tengamos una clase política madura, responsable, proveniente de partidos políticos con objetivos claros en favor de México, podríamos pensar en una nueva Constitución, porque de ahí saldrían los diputados constituyentes. Por ahora prefiero conservar la del 17.”

Para el expresidente de El Colegio de México (Colmex), doctor en Historia de México y de América, y autor de 1913-1914: De Guadalupe a Teoloyucan y Textos de la Revolución Mexicana, entre otras obras, conmemorar los cien años de la Carta Magna es importante, porque si bien el historiador Luis González y González decía “que es mala la historia de bronce, la historia calendárica que sólo recuerda hechos y efemérides, es peor no recordar”.

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Y momentos como éste permiten al ciudadano común aprender de historia, evocar fechas, y también “es útil para que los políticos de hoy por lo menos se comparen y se contrasten con personajes del pasado, vean de dónde venimos y lo importante es saber hacia dónde vamos”.

En 2010 se festejaron el bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución, pero la Constitución es “el principal pacto del siglo XX en México”. Por ello se debe reflexionar acerca del proceso constituyente y lo que es, “un gran pacto político, un proceso de pacificación después de varios años de lucha”.

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La lección de historia ya no fue útil para el Constituyente de la Ciudad de México, pero podría serlo para pacificar al país después de años de violencia, mediante otro gran pacto político. Un gran pacto social, propone.

–¿Significa dialogar con las diferentes partes del conflicto? ¿Incluso líderes del narcotráfico?

–No, no los considero jefes de corrientes políticas.

“Son parte del conflicto, pero no de la solución. Ésta tiene que ser otra. Por ejemplo, un pacto con los diferentes partidos políticos para no hacer leña del narcotráfico en ninguna entidad, no se vale explotar políticamente en contra de ninguno el hecho del narcotráfico. O a los gobernadores y presidentes municipales decirles que colaboren, es tan sencillo como eso.”

A decir de Garciadiego la Constitución de 1917 sigue siendo un pacto político vigente, creó instituciones políticas, como los partidos Nacional Revolucionario, Acción Nacional, Popular Socialista; culturales, como la Universidad Nacional, refundada por José Vasconcelos; financieras, como el Banco de México, entre otras.

A lo largo de la lucha revolucionaria, recuerda, se produjeron varios documentos para derribar gobiernos: el Plan de San Luis de Francisco I. Madero, en 1910, contra Porfirio Díaz; el de Guadalupe de marzo de 1913, de Venustiano Carranza, para derrocar a Victoriano Huerta; otros de carácter regional como el Soberanismo de Oaxaca, o sectoriales como el Plan de Ayala, de Emiliano Zapata, contra Madero.

Sin embargo, la Constitución de 1917 es “el único documento que tiene una perspectiva nacional y una ambición gubernamental, que no es derrocar un gobierno sino construirlo”.

La Convención de Aguascalientes también produjo un documento con proyección gubernamental, pero no tuvo sustento nacional completo, fue redactado básicamente por delegados del villismo y del zapatismo. Por el contrario, el Congreso Constituyente del 17, realizado en la ciudad de Querétaro, se integró con diputados provenientes de un proceso electoral de alcance nacional, aunque representaban en su mayoría al aparato gubernamental carrancista, pues fueron funcionarios de algún nivel de gobierno federal o estatal. Hubo diputados de prácticamente todos los estados del país, pero era gente de clase media, abogados, ingenieros, médicos, periodistas, militares, incluso quienes representaban al villismo y al zapatismo, como Antonio Díaz Soto y Gama, vinculados a las clases populares pero que no provienen de ellas.

La Constitución, señala el investigador, recogió ideas de la Convención y de muchas corrientes ideológicas en boga. En el aspecto agrario, por ejemplo, se retoma renglón por reglón la Ley del 6 de enero de 1915.

Menciona, incluso, que participaron gente como Pastor Rouaix y Andrés Molina Enríquez, este último no fue constituyente pero estuvo en un hotel cercano al Teatro de la República para ayudar a redactar el artículo 27 y lo relativo a temas agrarios. Añade que influyeron otras corrientes como el magonismo, “no del periodo anárquico sino el liberal, con el famoso programa del Partido Liberal de 1906”, y algunas ideas del “catolicismo social, de la encíclica Rerum Novarum, llevadas por Francisco J. Múgica, quien había sido un ferviente católico antes de la revolución”.

Múgica ha sido considerado como un pensador socialista. Garciadiego indica al respecto que el socialismo entonces no se entendía como el del líder obrero Vicente Lombardo Toledano o el del cardenismo. Y en el Constituyente no hubo izquierda o derecha, sino diputados progresistas y otros menos liberales:

“A mi modo de ver es una aseveración histórica equivocada: Si se ven las votaciones de los artículos más importantes, 27 (la tierra) y 123 (laboral), se votaron por unanimidad, no hubo divisiones, es un gran mito decir que hubo un grupo más progresista que se impuso al proyecto de Carranza.

“Donde hubo más polémicas fue en lo educativo y lo religioso, pero en términos generales diría que a los diputados constituyentes, aunque provinieran de todos los estados del país y fueran de la clase media, los unían dos cosas: Todos eran contrarios a la gran hacienda, al latifundio, aunque no eran partidarios de la propiedad comunal, sino de la pequeña propiedad, y todos eran contrarios a la influencia de la Iglesia católica en la vida pública nacional. Hay una dosis de jacobinismo muy fuerte y predomina un antinorteamericanismo, aunque unos con posiciones más decididas que otros.

“Recordemos que mientras se realiza el Congreso Constituyente (1 de diciembre de 1916 al 31 de enero de 1917), la Expedición Punitiva contra Villa sigue en México (sale el 7 de febrero de 1917). Eso aflora actitudes nacionalistas, pero por otro lado los diputados consideran que si hacen una Constitución muy radical, la Punitiva no se va a retirar del país, entonces es un estira y afloja, un juego para llegar al nacionalismo adecuado. Después de una revolución no puedes hacer una Constitución sin una carga nacionalista, pero con un nacionalismo exacerbado corres riesgo, tenemos un vecino incómodo y poderoso y en ese momento estaba dentro de México.”