A la francesa en Harlem

NUEVA YORK ⎯ Harlem ha tenido desde hace tiempo un romance con Francia. Mucho antes del Renacimiento de Harlem de los años 20, los artistas y músicos afroamericanos viajaban a Francia para ampliar su visión artística o escapar de la opresión cotidiana del racismo estadounidense.

Sin embargo, no se conoce ampliamente que el tráfico era en ambos sentidos, con turistas franceses que visitaban Harlem debido a su fascinación con el jazz, el góspel y la cultura afroamericana, aun durante los años difíciles de los 70 y los 80, cuando el temor a la delincuencia mantenía alejados a muchos estadounidenses.

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Los africanos francófonos se han asentado y abierto negocios en y alrededor de la Calle 116 Oeste desde los años 80, con el Petit Senegal dando a toda la vía un aire internacional con transeúntes que visten sueltos boubous, tiendas que venden tarjetas telefónicas para hacer llamadas baratas a África, y restaurantes franco-africanos y puestos de verduras que ofrecen productos tropicales. Pero desde los 90, ha surgido una pequeña comunidad de expatriados franceses e, inevitablemente, también lo han hecho los restaurantes franceses.

Varios restaurantes están apiñados en torno a la Calle 125 Oeste y el Bulevar Malcolm X, aún llamado Avenida Lenox por los harlemitas intransigentes y aún el corazón palpitante de Harlem, con un aspecto atípico en una esquina de la Avenida St. Nicholas que alguna vez albergó a un restaurante chino poco memorable.

La presencia de al menos cuatro restaurantes franceses tradicionales en Harlem sugiere en muchas formas cuánto ha evolucionado Harlem, este barrio que ha absorbido a sucesivas olas de inmigrantes, incluidos los granjeros holandeses del siglo XVII que le dieron su nombre por el Haarlem que dejaron atrás. Luego estuvieron los irlandeses y los italianos a mediados del siglo XIX, y a principios del siglo XX, los emprendedores y artistas judíos y los afroamericanos que huían del sur segregado. Ahora han llegado los millennials prósperos, incluidos muchos blancos, desplazados por los altos precios en otras partes de la ciudad.

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La recepción de Harlem a los restauranteros franceses ha sido cordial. “Harlem es una aldea”, dijo Thierry Guizonne, el dueño de Chez Lucienne. Cada vez más, la aldea tiene un acento francés.

Harlem, largo tiempo conocida como la capital del Estados Unidos negro, tiene una historia como destino culinario, principalmente para la cocina del sur del país. En muchas noches, muchos turistas europeos y asiáticos pueden ser vistos dándose empujones con los residentes locales en busca de una auténtica experiencia de la cocina sureña.

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Aunque la mayor parte de la atención de los medios hacia el creciente panorama restaurantero de Harlem últimamente se ha dirigido al célebre chef Marcus Samuelsson y su Red Rooster Harlem, lanzado en 2010 en el Bulevar Malcolm X, con una mezcla ecléctica de comida sureña y escandinava (en el menú hay tanto albóndigas suecas como pollo frito), ya no es difícil encontrar un coq au vin, un confit de canard o un boeuf bourguignon decentes al norte de la Calle 110 Oeste.

Cada uno de los cuatro restaurantes presentados aquí ofrece su propio ambiente particular.

Barawine Harlem

No hay boinas ni otros clichés franceses a la vista en Barawine Harlem, en una esquina del Bulevar Malcolm X y la Calle 120 Oeste. Propiedad de Fabrice Warin, el restaurante y bar de vinos encajaría bien en la nueva ola de bistrós branché (de moda) en el Distrito X en torno al Canal St. Martin.

Abierto desde agosto de 2013 para la cena diariamente y para el almuerzo los fines de semana, Barawine atrae a una multitud de jóvenes y viejos, afroamericanos y blancos, personajes del barrio, turistas y suburbanitas que quieren experimentar el “nuevo Harlem”. “Tenemos a muchos franceses los fines de semana”, dijo Warin, atribuyendo el aumento en el número de turistas europeos en los últimos cinco años a un artículo en el periódico francés Le Figaro sobre las iglesias negras que ofrecen música de góspel.

El ambiente en Barawine es fresco y elegante, con un DJ que toca rap, hip-hop y soul en el brunch dominical, y con jazz en vivo los domingos y martes por la noche. Un persona francófono multirracial ofrece un servicio amistoso. Barawine tiene un menú francés estándar, que incluye mejillones, un plato de charcutería y una carne tártara cortada a mano. La lista es internacional, con 25 vinos disponibles en copas de entre 9 y 15 dólares, y 200 vinos disponibles por botella. En la cena, los platos de entrada oscilan entre 10 y 16 dólares; y los platos principales entre 17 y 36 dólares.

Chez Lucienne

Justo unas cuadras al norte, sobre el Bulevar Malcolm X entre las Calles 125 y 126 Oeste, está la grand-mère de todos, Chez Lucienne, que abrió a finales de 2008, dos años antes de que el Red Rooster llegara al lado. Operado entonces por el restaurantero francés Alain Chevreux y bautizado con el nombre de su madre, Chez Lucienne cambió de manos en 2015. El dueño ahora es Thierry Guizonne, de 40 años y nativo de la isla caribeña francesa de Guadalupe, quien había operado un restaurante de sushi en el suburbio parisino de Rueil-Malmaison antes de mudarse a Nueva York en 2014.

Su menú incluye muchos clásicos franceses, entre ellos, en una visita reciente, una sopa de cebolla, un steak-frites y una cassoulet a la altura de lo que puedo ordenar en un restaurante de barrio estándar en mi vecindario parisino. En la cena, las entradas cuestan entres 8 y 16 dólares; los platos principales, entre 20 y 28 dólares. La atmósfera es vagamente colonial y un poco descolorida, con ladrillos expuestos, ventiladores de techo, palmeras y una hilera de espejos antiguos a lo largo de una pared. Con un buen clima, el área de comedor al aire libre es animada e ideal para ver pasar a los personajes conocidos que entran y salen del Red Rooster.

Chéri

Chéri proyecta un encanto diferente. En medio de la cuadra entre las Calles 121 y 122 Oeste sobre el Bulevar Malcolm X, está ubicado en una hilera de casas de piedra arenisca finamente detalladas en una sección del bulevar que expone mejor la grandeza del antiguo Harlem. Como las iglesias y las casas adosadas dominan esta parte de Malcolm X en vez de los monótonos rascacielos más al norte, lo espacioso de la avenida puede apreciarse a plenitud aquí por su generosa amplitud y anchas aceras.

Chéri está un par de escalones debajo de la acera en la planta baja de una casa de piedra arenisca, y la atmósfera es informal y refinada.

“Quería que la gente sintiera que está en mi sala”, dijo Alain Eoche, de 57 años de edad, un hombre vigoroso que vive en los dos pisos superiores del restaurante.

Abrió Chéri en marzo de 2014. El menú incluye hamburguesa de cordero merguez, y algo difícil de encontrar en Francia, una hamburguesa vegetariana. Las entradas cuestan entre 9 y 21 dólares; los platos principales, entre 19 y 27 dólares. Eoche realiza mucha de la cocina él mismo, incluido el especial del día, y la comida se beneficia de su atención persona; es auténtica y sabrosa.

Como los otros tres restauranteros, se enamoró del buen ambiente vecinal de Harlem. “Uno está en Nueva York, pero no realmente”, dijo. “El ambiente aldeano hace que los inmigrantes se sientan más cómodos”.

Maison Harlem

Maison Harlem está a varias cuadras al oeste del racimo de restaurantes franceses en torno al Bulevar Malcolm X y la Calle 125 Oeste. En una esquina de la Calle 127 Oeste y la Avenida St. Nicholas, atrae a una multitud económicamente más diversa que los otros tres sitios, desde afroamericanos y latinos de clase obrera hasta personas esforzadas y aburguesadas elegantemente vestidas, todo en una atmósfera de calidez que recuerda a un bistró vecinal en una sección conflictiva de París, como Belleville en el Distrito XX.

El restaurante, inaugurado hace cuatro años, fue una respuesta a una necesidad personal. “Tenía un condominio en Harlem y no había bistrós donde pasar el rato con una copa de vino”, dijo el dueño Samuel Thiam. Encontró un socio de negocios que financiara el lugar cuando estuvo disponible una tienda en la esquina. Reflejando una realidad francesa ⎯ y neoyorquina ⎯, la ubicación fue importante. “Se debe tener una esquina”, dijo. También abrió una vinatería directamente al otro lado de la calle.

Hay platillos del norte de África, incluido un emparedado de salchicha merguez para el almuerzo. Los platos de entrada oscilan entre los 9 y 20 dólares; los principales entre 14 y 32 dólares. Recientemente introdujo un menú de bar que ofrece bocadillos y ostiones a dólar la pieza.

A Thiam le ha asombrado cómo los viejos y nuevos harlemitas son notablemente conocedores de la cocina francesa. “He tenido a muchas personas que charlan conmigo sobre escargots, foie gras y pâtés, siempre me sorprende”, dijo.

Joel Dreyfuss
© 2017 New York Times News Service