El acero está desbordándose de China, y no será fácil detenerlo

HANGZHOU, China ⎯ La enorme industria acerera de China es un blanco importante del presidente Donald Trump. Pero la enorme estructura de una planta siderúrgica aquí demuestra por qué es probable que China siga produciendo cada vez más acero, avivando las tensiones comerciales entre los dos países.
La planta acerera de Hangzhou, un enorme laberinto de altos hornos, almacenes, chimeneas y dormitorios para los trabajadores, fue uno de los proyectos favoritos de Mao Zedong. Construida en solo 13 meses a fines de los años 50, alguna vez empleó a 25,000 trabajadores.
La contaminación y la marcha del progreso hicieron de la planta siderúrgica un lastre. Pero cerrar una planta acerera elimina empleos bien pagados; una razón central para que China mantenga a las fábricas produciendo un acero que el mundo no necesita.
Cuando las autoridades se las arreglan para cerrar una planta, es una odisea costosa, como demuestra la historia de Hangzhou. Con la ayuda de una subvención de 34 millones de dólares de funcionarios del gobierno, el dueño de la planta de Hangzhou, el Grupo Hierro y Acero de Hangzhou, ofreció a los 12,000 trabajadores restantes generosos beneficios de indemnización y pensiones.
“No tengo que levantarme temprano”, dijo Tang Guomin, de 49 años de edad, quien había trabajado en los altos hornos desde que tenía 18. Recibió casi seis años de salario de la compañía como indemnización y, cuando cumpla 50 años en unos meses, podrá cobrar una pensión ajustada a la inflación del gobierno igual a 90 por ciento de su salario anterior por el resto de su vida.
“Duermo hasta que despierto y no tengo mucho de qué preocuparme”, dijo, mientras hacía la compra de verduras matutina de su familia en el mercado callejero. “Extraño la fábrica, pero ese tiempo no volverá”.
Invocando una oscura ley comercial, Trump firmó una orden ejecutiva el 20 de mayo para una revisión de 270 días para determinar si las importaciones de acero estaban dañando a la seguridad nacional. Si el Departamento de Comercio encuentra daño, Trump tendrá hasta 90 días para decidir si impone amplias restricciones a las importaciones.
China es un blanco obvio de la orden, aunque el efecto pudiera extenderse a todo el mundo. Aunque solo un 2 por ciento de las importaciones de acero estadounidenses provienen directamente de China, fabricantes de acero y expertos de la industria en todo el mundo culpan a China por enviar su acero excedente a otros países, lo cual hace bajar los precios y provoca que esos países procesen el acero para hacer productos de alto valor que exportan a Estados Unidos. El gobierno de Trump, que ha puesto en claro que asumirá una postura más agresiva sobre el acero, ha sugerido que pudiera emprender acciones comerciales contra esos países también.
China niega que venda su exceso de acero a otros mercados por debajo del costo de producirlo, una acción llamada dumping. Pero China admite que tiene demasiadas plantas siderúrgicas produciendo demasiado acero.
El truco es recortar esa capacidad excesiva, lo cual no está resultando ser ni fácil ni barato. Producir acero representa una fuente confiable de empleos de altos salarios en un país donde el crecimiento económico se ha desacelerado en comparación con años anteriores. El acero también sigue siendo un material clave para el sector manufacturero de China, el más grande del mundo.
“El acero es el alimento de la industria de China”, dijo Wang Guoqing, director de investigación en el Centro Lange de Investigación de Información sobre el Acero, un grupo industrial chino en Pekín. “Está en una posición clave para el desarrollo y la infraestructura de China”.
La industria del acero estadounidense emplea a unas 140,000 personas, o menos de una décima de punto porcentual de la fuerza laboral estadounidense. Las plantas siderúrgicas de China, en comparación, emplearon a 4.7 millones de trabajadores en 2014, la última cifra oficial dada a conocer, o 0.6 por ciento de la fuerza laboral de China en ese entonces. Casi 60 años después de que la campaña de Mao para hacer de China un gigante acerero contribuyera a una hambruna que mató a millones de personas, el país ahora produce tanto acero como el resto del mundo en conjunto.
Hoy, el sector siderúrgico de China representa el tipo de industria inflada y derrochadora que gente dentro y fuera del país dice está frenando el desarrollo económico. China se comprometió a principios de 2016 a cerrar plantas acereras que representaban una décima parte de su capacidad en un plazo de cinco años. China cerró casi 60,000 millones de kilos de capacidad el año pasado y planea cerrar otros 45,000 millones de kilos este año, según un discurso pronunciado a principios de marzo por el primer ministro Li Keqiang.
Sin embargo, la producción sigue siendo obstinadamente alta, y las nuevas plantas acereras siguen abiertas. Las plantas siderúrgicas de China produjeron una cantidad récord de acero el mes pasado. China no ha dado a conocer datos más recientes sobre la capacidad acerera total.
Por ahora, las exportaciones acereras de China se están reduciendo, aunque no está claro cuánto tiempo continuará eso. El apetito de China por el acero ha mejorado en los últimos meses conforme la concesión de créditos y el gasto de parte del gobierno y un renacimiento en su industria inmobiliaria impulsaban la economía y alentaban el consumo. Pero el gobierno ha dicho que quiere controlar los créditos, preocupado de que la economía pudiera depender demasiado de la deuda cada vez más alta.
La planta siderúrgica de Hangzhou, y la ciudad que le da su nombre, representan el esfuerzo de China por alejar a su economía de industrias como el acero. La ciudad de al menos cuatro millones de residentes urbanos es sede de Alibaba, el gigante del comercio electrónico chino, y también alberga a las oficinas centrales de Geely, el fabricante de autos chino que compró Volvo a Ford en 2010.
La ex fábrica parece un poco una escena post apocalíptica en un set cinematográfico de Hollywood: almacenes cavernosos que se desmoronaban en un húmedo día de primavera, sin ventanas ni puertas. Las cintas transportadoras y otro equipo de acero que podrían tener valor como chatarra de metal ya habían sido retirados, dejando desnudos los tubos y paredes de concreto. Una larga fila de tolvas negras se oxidaban en un apartadero ferroviario.
Trabajadores de la construcción migrantes acampaban en la noche en un deteriorado edificio de concreto de tres pisos, descansando después de un largo día de derribar antiguos edificios como parte de la siguiente etapa para limpiar el sitio. Pasto alto, arbustos frondosos e incluso pequeños árboles habían empezado a crecer vigorosamente en las áreas abiertas de la fábrica, en ocasiones abriéndose paso entre las grietas en las plazas de concreto.
“Se ve hermoso”, dijo Le Rong, un trabajador migrante de 42 años de edad involucrado en el desmantelamiento del complejo. “Incluso les conté a mi esposa y a mis hijos sobre ello”.
Un vocero de Hierro y Acero de Hangzhou declinó discutir lo que haría la compañía con el sitio, diciendo que aún no se había decidido pero que la empresa encontraría un uso “innovador” para los terrenos. Ex sitios de plantas acereras en otras ciudades chinas prósperas como Hangzhou a menudo se han destinado a proyectos inmobiliarios.
Algunas de las plantas acereras de China son obsoletas y muchas de ellas son contaminantes. Reformarlas no es barato. Además de los 34 millones de dólares que recibió para cerrar la planta de Hangzhou, Hierro y Acero de Hangzhou recibió en 2015 casi 106 millones de dólares en subsidios y préstamos gubernamentales baratos para ayudar a cubrir todos los costos de mejorar sus plantas.
Para muchos residentes locales, el cierre de la planta siderúrgica ha significado aire más limpio; la razón que dieron los funcionarios para cerrar la planta.
Medios estatales dijeron poco antes del cierre de la planta acerera de Hangzhou que el sitio envejecido había estado liberando seis millones de kilos al año de bióxido de sulfuro, una causa importante de la lluvia ácida, y casi tres millones de kilos al año de hollín.
Xu Yuemei, otra trabajadora acerero retirada, dijo que cuando la fábrica seguía en operación, la ropa lavada que colgaba en el tendedero se ponía negra o amarilla antes de secarse. Tang recuerda una neblina ubicua.
“Había polvo en el aire; yo no podía ver a tipos a 100 metros de distancia de mí”, recordó. “Podía oler el asfixiante gas de amoníaco en el aire hasta que la fábrica cerró”.
“Después del cierre”, dijo, “todo desapareció, incluida la contaminación”.

Keith Bradsher
© 2017 New York Times News Service