Actuando lentamente, Albania trata de lidiar con su pasado

TIRANA, Albania ⎯ Cuando el reverendo Shtjefen Kurti, un sacerdote católico de 73 años de edad, fue ejecutado en 1971 por realizar un bautizo, las autoridades comunistas no se molestaron en informar a su familia. Solo cuando su hermano trató de llevarle comida en prisión, se enteró del destino del sacerdote.

“No regrese”, le dijo un guardia al hermano. “Ya no la necesitará”.

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Unos 6,000 albaneses fueron asesinados por el gobierno o sus agentes durante la era comunista. Son clasificados como “desapariciones forzadas” en el lenguaje de la ley internacional de derechos humanos.

De los países del ex bloque oriental, Albania tuvo el régimen más severo y más aislado. Enver Hoxha, un estalinista intransigente, creó un aparato represivo que sobrevivió a su muerte en 1985 y continuó hasta la caída del régimen en 1991.

Incluso en una región donde la justicia para los crímenes de la era comunista siguen siendo elusiva, Albania destaca como uno de los pocos países que no han creado una institución que facilite el acceso a los ciudadanos a sus expedientes policiales secretos, como han hecho países como Rumania y la ex Alemania Oriental.

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Esto está a punto de cambiar: una nueva comisión ha sido encargada de abrir los expedientes de la Sigurimi, la temida policía de seguridad del estado de la era comunista, e investigar a los candidatos para cargos públicos para ver si colaboraron con la maquinaria represiva del ex régimen comunista.

El primer ministro Edi Rama, de 52 años de edad, dijo que el esfuerzo, resultado de una ley de 2015 que él apoyó, ayudará a ofrecer un cierre y a reducir la especulación sobre si los funcionarios de hoy se beneficiaron de sus conexiones de la era comunista. Pero los críticos dicen que las medidas no tienen sustancia y están diseñadas principalmente para mejorar la imagen de Albania en el extranjero. Señalan que la mayoría de los expedientes fueron destruidos hace tiempo, y que no existe un proceso claro de cómo manejara a los ex colaboradores.

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Albania, un país de tres millones de habitantes, se unió a la OTAN en 2009 y en 2014 se convirtió en candidato para unirse a la Unión Europea. Pero este país balcánico de colinas y montañas, que se independizó del colapsado imperio otomano hace un siglo, sigue siendo uno de los más pobres de Europa. Muchos albaneses han partido a trabajar en países como Italia, Grecia y Alemania.

Tan lento es el ritmo en el sector público de Albania que casi dos años después de que el Parlamento aprobó la ley para crear la comisión, aún no ha empezado a trabajar.

Tras cansarse de esperar décadas para la acción del gobierno, algunos familiares de las víctimas han tomado las cosas en sus propias manos. En 2010, Nikolin Kurti, el sobrino del reverendo Shtjefen Kurti y químico retirado, pidió prestada una excavadora y pasó dos meses realizando su propia exhumación amateur de una fosa común en las afueras de Tirana en Monte Dajti.

Nikolin Kurti, de 66 años de edad, dijo que había desenterrado 21 esqueletos, los puso en bolsas de basura negras y los llevó a la oficina del forense de Tirana, donde permanecen. Pagó la prueba de ADN de uno de los esqueletos con un hueso de la pierna deformada ⎯ su tío cojeaba ⎯ pero no coincidió. Dos años después, encontró un documento que decía que el cuerpo de su tío fue entregado a una universidad médica para que fuera diseccionado por estudiantes.

“Esto debió haber sido hace 25 años”, dijo Kurti. “Muchas de las personas que supieron algo de esto han muerto, lo han olvidado o se han ido de Albania”.

Kurti tampoco planea solicitar su propio archivo de la policía secreta. “Ha pasado tanto tiempo que ahora es irrelevante”, dijo.

Kurti señaló que Hajredin Fuga, el fiscal que firmó la orden de ejecución de su tío por el delito capital de “propaganda religiosa”, posteriormente se convirtió en juez del Tribunal Constitucional.

“Si estos archivos hubieran sido abiertos en 1992, él nunca se habría convertido en juez”, comentó Kurti. (Fuga murió en 2012.)

La nueva ley no obliga al gobierno a publicar los resultados de las búsquedas o a retirar del cargo a funcionarios si se encontrara que participaron en la represión de la era comunista.

“La apertura de los archivos ayudará a combatir la negación de lo que sucedió durante el comunismo”, dijo Gentjana Sula, ex viceministra de bienestar social que encabeza la nueva comisión, en una entrevista en su oficina temporal.

“La gente dice: ‘El comunismo no fue tan malo. Había seguridad y no existían drogas ni delincuencia’”, dijo Sula, de 47 años de edad, cuyo abuelo murió en prisión en 1952, a los 45 años. “La gente tiende a olvidar o negar el sufrimiento”.

La mayoría de los expedientes de la Sigurimi están en el archivo del Ministerio del Interior. El ex director del archivo, Kastriot Dervishi, de 45 años de edad, dijo que no esperaba que surgieran descubrimientos significativos de la revisión de los expedientes. Durante la era comunista, un 90 por ciento de los expedientes era destruido cada cinco años como práctica de rutina, dijo. De los expedientes considerados lo suficientemente importantes para ser preservados, la mayoría fue destruida al final del periodo comunista por funcionarios que quisieron protegerse borrando evidencia de sus delitos.

Dervishi estimó que los documentos sobrevivientes comprendían muestras al azar de los expedientes de solo unos 12,000 colaboradores de la Sigurimi ⎯ aproximadamente 10 por ciento del total ⎯ entre 1944, cuando Hoxha asumió el poder, y 1991. Y la mayoría de ellos son de la primera parte de ese periodo.

“A la gente solo le interesa una cosa: ¿Quién fue colaborador?”, dijo Dervishi. No encontrarán las respuestas para alguien que siga vivo, predijo.

Un nombre que aparezca en la lista de informantes no necesariamente significa que la persona ayudara a la represión o dañara a otros, dijo Dervishi. Alrededor de la mitad de los informantes enlistados nunca ofrecieron alguna información significativa. Y muchos fueron forzados a colaborar a través del chantaje o de amenazas contra miembros de su familia.

“Albania va a pasar por una lenta evolución paso a paso hacia dejar el pasado atrás”, dijo Henrikas Mickevicius, miembro del grupo de trabajo de Naciones Unidas sobre las desapariciones forzadas que visitó Albania en diciembre. Él es originario de Lituania, país que pasó por su propio proceso de enfrentar su pasado soviético.

La tarea de encontrar los restos de las víctimas se dificulta más que en otras partes de Europa Oriental porque la Albania comunista nunca pasó por el proceso de “desestalinización”.

Josip Broz Tito, el líder de la vecina Yugoslavia, introdujo un forma de socialismo más liberal después de romper con Stalin en 1948. Hoxha cortó relaciones con Moscú en 1961, acusando al sucesor de Stalin, Nikita Jrushchov, de traicionar los principios marxistas. Décadas después de que los gulags de Stalin fueron desmantelados, los albaneses siguieron siendo detenidos y torturados, encarcelados o asesinados hasta 1991.

Además de abrir los expedientes y buscar evidencia de colaboración, Albania planea firmar un acuerdo con la Comisión Internacional sobre Personas Desaparecidas que allanaría el camino para un esfuerzo oficial para encontrar e identificar los restos de los desaparecidos. Están en marcha negociaciones para realizar un proyecto de un año en dos fosas, Ballsh y Dajti, donde los restos serán recogidos y analizados en comparación con el ADN de los sobrevivientes de las víctimas.

Financiado por la UE, el proyecto será el primer esfuerzo oficial de Albania por encontrar e identificar a los desaparecidos.

La cooperación requiere un complejo acuerdo gubernamental que involucra temas diplomáticos, legales y científicos; establecer una cadena de custodia para la evidencia física; y permitir acceso a bases de datos gubernamentales confidenciales de los sobrevivientes. Cada fosa común es tratada como una potencial escena del crimen.

“No soy optimista”, dijo Fatos Lubonja, de 66 años de edad, quien escribió una autobiografía de sus 17 años en prisiones y campos de trabajos forzados comunistas, su castigo por criticar a Hoxha en un diario privado que descubrió la policía secreta.

Lubonja dijo que si el gobierno verdaderamente buscaba la reconciliación con su pasado, pudiera haber ofrecido amnistía a los testigos, o incluso a los perpetradores de la violencia política, a cambio de información sobre dónde están enterrados los cuerpos.

Matthew Brunwasser
© 2017 New York Times News Service