¿Hay alguna esperanza para la paz en Sudán del Sur?

© 2016 New York Times News Service

YUBA, Sudán del Sur – Durante casi dos semanas, se han acuclillado en el patio de una escuela sin nada que hacer y ninguna otra parte a dónde ir, docenas de personas combatiendo el hambre, nubes de mosquitos… y el temor.

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“Tan solo quiero paz para poder regresar a la escuela”, dijo Betty Christian, platicadora mujer de 19 años de edad que huyó de su hogar aquí en la capital, Yuba, cuando estallaron choques a lo largo de la ciudad este mes. Mientras ella corría a encontrar refugio, pasó por donde estaban los soldados debatiendo si le disparaban, contó. Cuando ellos decidieron que no le dispararían porque era mujer, ella les dio las gracias.

Con el tiempo, Christian se abrió paso a este improvisado sitio de desplazamiento con su tía y varios de sus primos. Sin embargo, ella no ha sabido de su madre desde que empezaron los disparos, y no sabe dónde encontrarla.

Se suponía que la guerra civil de Sudán del sur ya había terminado. En abril, después de más de dos años de conflicto que mató a decenas de miles de personas, el líder opositor, Riek Machar, regresó a Yuba con casi 1,400 efectivos para reanudar su puesto como el vicepresidente de su rival en tiempos de guerra, Presidente Salva Kiir.

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Para darle estabilidad a Sudán del Sur, la nación más nueva del mundo, Kiir y Machar formaron un gobierno de transición, y durante meses soldados de ambas partes del conflicto soportaron una tensa coexistencia en Yuba. Después, apenas el 7 de julio, un tiroteo en un retén entre las partes rivales terminó con las muertes de cinco soldados que eran leales al presidente. Al día siguiente, estallaron disparos en el palacio presidencial, mientras Kiir y Machar se reunían en el interior.

Para el 10 de julio, artillería podía oírse a lo largo de toda Yuba a medida que ambas partes recaían a su viejo asidero bélico y empuñaban las armas de nuevo. Cientos de soldados y civiles perdieron la vida en el fuego cruzado.

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Un cese al fuego, acordado la semana pasada, se ha mantenido en buena medida a lo largo de la capital. Sin embargo, Machar sostiene que la lucha reciente formó parte de una deliberada conjura en su contra y sus soldados. Él aún teme por su seguridad, dijo, y se estaba ocultando en una ubicación no revelada cercana a Yuba.

Este jueves, Kiir emitió una declaración pronunciándose a favor de que Machar regrese a la capital, y pidió una respuesta en un plazo de 48 horas. Sin embargo, esta declaración no aclaró qué pasaría si el vicepresidente no lograba hacerlo.

“Si Riek Machar regresa a Yuba sin fuerzas de ataque, no habrá ningún otro problema”, dijo el portavoz del presidente, Ateny Wek Ateny.

Machar ha dicho que regresaría a Yuba solo cuando otras naciones de la región enviaran tropas aquí para servir como un colchón.

En una reunión cumbre de la Unión Africana esta semana en Ruanda, representantes de Machar acusaron al gobierno de Kiir de atacar a miembros de la oposición, diciendo que el ejército había utilizado helicópteros de combate para destruir la residencia de Machar durante los choques.

La Unión Africana se ha pronunciado por el despliegue de fuerzas regionales en Sudán del Sur, con un mandato más fuerte que el de los aproximadamente 12,000 efectivos de pacificación de Naciones Unidas ya desplegados aquí. Sin embargo, Kiir ha dicho que él no permitiría fuerzas internacionales adicionales.

El plan de paz que terminó la guerra oficialmente, en el que se hizo un llamado a los ex rivales para que trabajen juntos, al parecer se está viniendo abajo.

Tropas de Machar han sido expulsadas de Yuba, dejando a fuerzas de Kiir en control de la capital. Desde entonces, algunos miembros de la oposición – mientras servían como ministros en el gobierno de transición – han enfrentado intimidación y, en al menos un caso, ataque.

“El gobierno de transición no puede operar bajo la situación actual de intimidación”, dijo Machar. “La gente teme por su vida, y el presidente no puede protegerme. Después de todo, empezó cuando yo fui atacado”.

Con su líder oculto, la oposición se ha fracturado cada vez más. Algunas de las personas leales a Machar han acusado al gobierno de Kiir de intentar nombrar unilateralmente al ministro de minería, Taban Deng Gai, quien había representado a Machar durante las negociaciones de paz del año pasado, como el nuevo jefe de la oposición.

“La idea de unidad de comando siempre ha sido una idea ficticia en el contexto de Sudán del Sur; eso también se aplica a Riek Machar y a Salva Kiir”, dijo Harry Verhoeven, experto en Sudán del Sur y profesor de gobierno en la Universidad Georgetown. “Como vimos durante la guerra, a veces sus generales toman el comando por sí solos. Ese es uno de los grandes problemas en general con el proceso de paz”.

La situación también es tensa fuera de Yuba. Letales enfrentamientos han seguido estallando en varios estados desde que se firmó el acuerdo de paz el año pasado. En el noreste, donde ocurrió buena parte de la lucha de la guerra civil, el gobierno les está advirtiendo a milicias que no tomen las armas en respuesta a los choques en la capital.

Los civiles no deberían involucrarse porque “el conflicto es entre ejércitos rivales, y hay dimensiones políticas”, dijo Lul Ruai Koang, portavoz del ejército leal a Kiir, advirtiendo que el gobierno lanzaría ataques aéreos si civiles en el noreste empezaban a movilizarse.

Muchos residentes de Yuba dicen que la política detrás del reciente derramamiento de sangre es desconcertante y, a final de cuentas, irrelevante. Simplemente están frustrados con un gobierno que, dicen, repetidamente no ha logrado garantizar la paz y estabilidad para su gente.

Si bien las calles de la capital están animadas nuevamente, aún persisten las tensiones. Miles de personas siguen desplazadas por la ronda más reciente de combate. El olor de cuerpos muertos se sigue extendiendo a través de algunas de las áreas más golpeadas. Se ha dado un aumento en los hurtos; casas abandonadas, así como la principal bodega del Programa Mundial de Alimento, que almacena más de 4,000 toneladas de comida para ayuda de emergencia, han sido saqueadas.

Al igual que muchísimas de las personas desplazadas a su alrededor, Christian dice que ella no puede regresar a casa. Buena parte de su vecindario ha sido destruido. Las moles achicharradas de tanques del gobierno yacen por el camino. Lo que antes era una fila de tienditas fue destruido, dejando tras de sí pilas de acero corrugado.

Diseminados entre casquillos de bala hay recuerdos de formas de vida perdida: rizos de extensiones de cabello color cobre libros escolares de niños, jirones de ropa.

Sin embargo, a Christian también le da miedo ir a los campos de desplazamiento de Naciones Unidas, aduciendo divisiones étnicas que jugaron un papel en la guerra civil. Kiir pertenece al grupo étnico de los dinka, el mayor de Sudán del Sur, en tanto Machar es integrante de los nuer, del cual se cree que es el segundo mayor. Decenas de miles, en su mayoría integrante de los nuer, huyeron a los campos después de ser atacados por fuerzas gubernamentales en Yuba cuando empezó la guerra civil de Sudán del Sur, en 2013.

Christian es ecuatoriana, término general que abarca a varios grupos étnicos de las regiones sur del país. Ella dice temer al maltrato en los campos porque no es nuer, y no confía en que los pacificadores de Naciones Unidas la protejan.

Además, le teme a la exposición al cólera. Un nuevo brote de la enfermedad, en la capital y a lo largo del país, ha empeorado una situación de por sí desesperada.

“La lucha ha orillado a la gente hasta áreas más hacinadas, y no tienen el acceso que suelen tener a comida o agua potable”, destacó María Guevara, coordinadora médica de Médicos Sin Fronteras, que ha montado cuatro clínicas en Yuba y está entregando agua pese a diversas evacuaciones recientes de personal en respuesta a los choques. “Eso contribuirá obviamente a un riesgo mayor de proliferación”.

Christian dice que ella no tiene ni idea de a dónde ir, o cómo mantenerse segura. De igual forma, no sabe a quién culpar, porque ha oído que tanto Kiir como Machar se han pronunciado por la paz.

“Pero, ellos no escuchan”, agregó. “Los soldados; ellos no oyen”.

Jacey Fortin
© The New York Times 2016