Y no precisamente por el calor ni por la frase atribuida a Adolf Hitler cuando supo que las tropas alemanas habían llegado a la capital de Francia: Arde París? que por cierto retoman los novelistas Dominique Lapierre y Larry Collins, cuyos libros disfruté hace varias décadas.
No. Se trata de que con tantos frentes de batalla, nuestra frontera ya no siente los duro sino lo tupido, para decirlo coloquialmente.
Todo comenzó, aunque en realidad no todo comenzó ahí sino más atrás como veremos, con la homologación al Impuesto al Valor Agregado en enero de 2014. Para entonces ya enfrentábamos el control de dólares, la prohibición de cuentas en billetes verdes y mil y un etcéteras.
La desaparición de la Zona Libre, la pérdida de competitividad resultado de las nuevas reglas del Tratado de Libre Comercio y otras reglas nos fueron dejando en el camino.
Los ataques del 11 de septiembre, la prohibición a la importación de vehículos de ciertos modelos y países de origen, las piedras puestas a la importación de textiles y ahora calzado, el freno a la importación de carros legales, los cierres a los donativos de alimentos a los más necesitados. Como decía, ya no sentimos lo duro sino lo tupido.
