El ascenso, caída y posible renovación de una localidad en Laos en la frontera de China

OTEN, Laos _ Durante cinco años, esta remota localidad en la frontera entre China y Laos ha vivido a la sombra de épocas más prósperas.

En la calle principal, crece la maleza donde alguna vez había tiendas y restaurantes muy activos. Los antiguos letreros de clubes nocturnos se descascaran y pelan en medio del clima tropical. Alrededor de la ciudad, hoteles de varios pisos abandonados se ciernen como centinelas decadentes, colonizados por ejércitos de insectos de la selva.

- Publicidad-

Hace alrededor de media docena de años, Boten era una ciudad casino en auge, un pinchazo de luces neón en medio de colinas densamente arboladas. Su economía de fiebre del oro giraba en torno de los casinos y los salones de apuestas chinos, los cuales atraían a miles de visitantes al mes que cruzaban la frontera desde la provincia de Yunnan.

“Cuando abrieron los casinos, muchas personas venían de visita”, dijo Thong Arn, de 54 años de edad, una mujer de negocios laosiana cuyo restaurante es uno de los pocos que quedan en una franja de escaparates rotos con borrosos letreros en chino. “Ahora, no hay más turistas, solo la gente que trabaja aquí”.

Pero la suerte de Boten podría estar a punto de cambiar de nuevo. Inversionistas chinos han destinado más de 1,500 millones de dólares a un nuevo desarrollo inmobiliario llamado Zona Económica Específica del Hermoso Boten, según los medios estatales laosianos.

- Publicidad -

Un brillante folleto detalla planes para oficinas, fábricas, tiendas libres de impuestos, desarrollos turísticos, una estación internacional de autobuses y un campo de golf. El desarrollo también incluye una estación para el planeado tren de alta velocidad de 7,000 millones de dólares que vinculará a la ciudad china de Kunming y la capital laosiana, Vientián, un proyecto ambicioso que fue iniciado en diciembre.

Hermoso Boten resucita muchos de los planes originales para la ciudad, con un giro crucial: nada de juegos de azar.

- Publicidad -

Vixay Homsombath, un funcionario laosiano que forma parte del consejo del nuevo desarrollo, dijo en una entrevista que el gobierno había aprendido su lección tras el abortado experimento de los juegos de apuestas de Boten. En su apresuramiento por llevar desarrollo a esta región periférica, el gobierno dio a los concesionarios chinos demasiado control.

“En ese entonces, no teníamos experiencia”, dijo. “Los antiguos desarrolladores se enfocaron en los casinos; esa fue su principal prioridad”. Y el gobierno tenía poca idea de los riesgos potenciales.

En 2003, una compañía registrada en Hong Kong firmó un contrato de arrendamiento por 30 años con el gobierno laosiano para establecer una zona económica especial de 1,640 hectáreas conocida como Ciudad Dorada de Boten, un centro comercial y turístico destinado a impulsar el desarrollo en esta región alejada del norte de Laos.

Se vertió concreto y edificios de brillantes colores se elevaron en las colinas. Los turistas y comerciantes chinos cruzaron en grandes cantidades la frontera, atraídos por el acceso sin visa y los juegos de azar, que son ilegales en la China continental. Los casinos dieron pie a una economía satelital de burdeles, clubes nocturnos y bares de karaoke, incluso un cabaret que presentaba a bailarinas travestis de Tailandia.

Como la oficina aduanal laosiana se ubicaba unos kilómetros más adentro de Laos para hacer más fácil el cruce fronterizo, Boten se convirtió en un virtual puesto de avanzada chino, con los relojes puestos a la hora de Pekín y las transacciones realizadas en la divisa china.

Pero así como las apuestas impulsaron el ascenso de Boten, también produjeron su caída.

A fines de 2010, surgieron reportes de quelos concesionarios de los casinos estaban encerrando a los visitantes que no podían pagar sus deudas de apuestas. Según reportes en los medios noticiosos chinos, funcionarios de la provincia de Hubei fueron enviados a través de la frontera para negociar su liberación.

Poco después, aun cuando Boten está en Laos, el Ministerio de Asuntos Exteriores de China ordenó el cierre de los casinos, restringió los controles fronterizos y suspendió el suministro de energía a la ciudad.

Boten rápidamente declinó. La mayoría de los dueños de tiendas y restaurantes empacaron y se fueron a casa. De una población de alrededor de 10,000 habitantes en su clímax, la ciudad ahora alberga a solo 500 almas, que se ganan la vida a duras penas en medio de la infraestructura deteriorada del apogeo de Boten.

Pero en medio de la decadencia, hay algunos pequeños signos de renovación. Está en marcha la construcción de una serie de torres de 18 pisos a lo largo de la autopista que cruza la ciudad, la cual ha sido bordeada de letreros espectaculares que muestran al presidente de China, Xi Jinping, estrechando la mano de Choummaly Sayasone, hasta recientemente el presidente de Laos.

No lejos de ahí, un antiguo casino ha sido convertido en un emporio joyero, con candelabros que destellan sobre pisos de mármol y ricas alfombras rojas. Incluso el cabaret con travestis está de nuevo en operación.

Los planes grandiosos para Boten reflejan los lazos estrechos entre Laos, que carece de salidas al mar, y su gigantesco vecino del norte. Desde principios de este siglo, se ha vertido dinero chino en esta nación comunista de siete millones de habitantes, principalmente en minería, agricultura, hidroelectricidad y bienes raíces.

Pese a todas las promesas, los beneficios están llegando lentamente. El principal centro comercial libre de impuestos, convertido a partir de un antiguo club nocturno, carece de clientes, con sus estantes de cigarrillos y whiskey de una sola malta estáticos y prístinos como si fueran exhibiciones de un museo. Más popular es un salón adyacente lleno de máquinas tragamonedas y mesas de ruleta electrónicas, los únicos tipos de juegos de apuesta permitidos ahora en Boten.

Analistas dicen que mucho depende del progreso del ferrocarril entre China y Laos, que ha estado plagado de problemas de financiamiento y otros retrasos. Joshua Kurlantzikc, un experto en el sudeste asiático del Consejo sobre Relaciones Exteriores, dio al proyecto una “posibilidad del 50 por ciento” de tener éxito.

El lento avance hace que muchos empresarios chinos sientan nostalgia de los días de gloria de Boten, cuando las luces brillaban intensamente y la ciudad estaba repleta de turistas con dinero.

Zhang Xiangxun, de 51 años de edad y un tendero originario de la provincia de Anhui que vino a Boten hace seis años, opera una pequeña tienda de abarrotes en la calle principal, y sus estantes están llenos de cerveza, jabón, botanas y fuegos pirotécnicos chinos. La actividad es lenta. Zhang y su esposa, Zou Zhonghua, de 46 años, dicen que ganan alrededor de 500 renminbis (unos 75 dólares) al día, apenas lo suficiente para cubrir la renta y otros costos.

Pero después de tantos años en Laos, han decidido esperar. “El casino está cerrado y todo está muy tranquilo, pero seguiremos aquí”, dijo Zhang, tirando la ceniza de su cigarrillo en una caja vacía de Cerveza Harbin.

Aunque la pareja es optimista de que la fortuna de Boten, y la suya propia, finalmente ha cambiado, Zou piensa que la solución real es mucho más sencilla. “Si simplemente abrieran los casinos de nuevo”, dijo, “los negocios aumentarían en mil por ciento”.

Sebastian Strangio
© 2016 New York Times News Service