Ataque en Niza, Francia,representa nueva realidad del terrorismo

Pese a todos los años de inquietud en el sentido que los terroristas desarrollaran métodos más sofisticados, el ataque de este jueves en Niza volvió realidad un temor que resultó mucho peor: una forma de violencia tan burda que inutiliza a muchas de nuestras defensas usuales.

El atacante, al conducir un camión blanco cualquiera a través de muchedumbres de juerguistas de los días de celebración, mató a 84 personas y convirtió un vehículo cotidiano, algo familiar en las calles alrededor del mundo, en un objeto de amenaza y temor.

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Ningún grupo se ha adjudicado el ataque. Aún se desconoce la motivación del atacante, al igual que preguntas sobre si actuó solo.

Pero incluso así este acto, sin consideración a sus puntos específicos, representa la culminación de tendencias que se han acumulado durante largo tiempo, en las cuales las tácticas del terrorismo se vuelven más rudimentarias y los objetivos más fortuitos. Está obligando a un reconocimiento de que la seguridad y medidas de inteligencia, largamente el núcleo del pensamiento occidental, son de utilidad limitada y nunca pueden suministrar seguridad total de un individuo que decide matar.

Esto está cambiando la presión hacia métodos de contraterrorismo más abstractos y no probados que no prometen detener la violencia, sino meramente aligerar motores subyacentes en lo político o lo social. Además, está tensando la política de países occidentales, donde sus dirigentes han pasado los últimos 15 años describiendo el terrorismo como una guerra que podría ganarse. La población atacada por terrorismo, de Turquía a Francia y Estados Unidos, está enfrentando una nueva y difícil realidad, en la cual el peligro puede ser manejado o vigilado pero quizá, nunca superado enteramente.

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– Un problema diferente

Los atentados del 11 de septiembre de 2001 establecieron una narrativa que ha moldeado el pensamiento occidental sobre terrorismo desde entonces, incluso al tiempo que muchos analistas consideran obsoleta esa perspectiva.

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El enemigo, ya sea Al Qaeda o alguien más, llegó a verse como un grupo cohesivo que operaba desde la lejanía. Ese enemigo coordinaba complejos ataques al estilo militar en contra de una subserie de objetivos que, si bien civiles, tenían valor simbólico o político. Los gobiernos podían anticipar y defender los objetivos, vigilar o perturbar a los grupos, y derrotarlos a final de cuentas apuntando a sus dirigentes tomando su territorio.

Sin embargo, la amenaza evolucionó hasta convertirse en algo mucho más duro de contrarrestar. Grupos insurgentes a mediados de 2000 en Irak, incapaces de derrotar a la fuerza de ocupación encabezada por Estados Unidos, más bien apuntó a civiles iraquíes dondequiera que se reunían, estableciendo un método que grupos terroristas despliegan actualmente en el ámbito internacional.

En 2008, milicianos paquistaníes mataron a 166 personas en Mumbai, India, atacando lo que expertos llaman objetivos “suaves”: sitios como hoteles y estaciones del tren que están poblados pero, debido a su condición a todas luces azarosa, rara vez son defendidos. En conferencias de seguridad en capitales occidentales, oficiales y analistas empiezan a preocuparse de si ellos pudieran prevenir un “ataque al estilo Mumbai” en sus propias ciudades.

El uso del camión en Niza fue nuevo solo en los puntos específicos y en el grado hasta el cual ha obligado a una comprensión cada vez más difícil de ignorar: en el mundo de lobos solitarios y ataques al estilo Mumbai, más barricadas y detectores de metal y programas de vigilancia pueden mejorar la seguridad, pero no pueden garantizarla absolutamente.

– ¿Qué hará falta?

A medida que se va volviendo más difícil prevenir el terrorismo en sí o defenderse de él, expertos estratégicos dicen que los gobiernos más bien deberían abordar dos problemas ms profundos, pero más turbios: la ideología que se pronuncia por ese tipo de violencia y, algo incluso más duro, los factores sociales y políticos que llevan a un individuo a aceptar esa ideología.

Pero, ¿cómo se derrota una ideología? La destrucción del “califato” de Estado Islámico en Irak y Siria, argumentan algunos, socavaría sus exagerados alegatos y aplastaría su atractivo. De igual forma, limitaría la capacidad del grupo para coordinar ataques de gran envergadura, lo cual a su vez contribuye a inspirar a actores solitarios que pudieran, o no, ser impulsados por ideología.

De cualquier forma, incluso al tiempo que el grupo pierde territorio, su propaganda sobreviviría en línea. Además, persistirían los problemas que contribuyeron con el ascenso de esa ideología en Oriente Medio: estados autoritarios que usan frecuentemente la violencia, instituciones religiosas a menudo vistas como cómplices, economías reprimidas que otorgan pocas oportunidades para los jóvenes, y un ciclo de conflicto que fomenta tribalismo y extremismo.

Es por esto que muchos analistas están exhortando a gobiernos occidentales a que vean sus propias poblaciones y no pregunten si las ideologías terroristas pueden ser erradicadas, sino por qué ciudadanos individuales pudieran volverse susceptibles a mensajes que les dicen que maten en nombre de un grupo terrorista del extranjero.

“Es un problema social y político”, dijo Peter Neumann, profesor en el King’s College de Londres y el director del Centro Internacional para el Estudio de Radicalización.

Gobiernos de Occidente han intentando abordar esto suministrando mayores programas de asistencia social a comunidades en desventaja o, con frecuencia, vigilándolos más vigorosamente.

Sin embargo, destacó Neumann, crean el riesgo de profundizar la polarización entre comunidades, lo cual puede zanjarse solo mediante la construcción de una “incluyente sensación de identidad nacional”. Sociedades europeas se han resistido a esto, dándole más bien ascenso a la política de la derecha que enfatiza la herencia étnica y religiosa.

“Creo que esto estará con nosotros durante mucho tiempo, tristemente”, dijo.

– Pregunta política sin respuesta

Desde el 20 de septiembre de 2001, el día que el Presidente George W. Bush declaró la “guerra al terrorismo”, dirigentes occidentales han usado la terminología de la guerra tanto para explicar la amenaza como para articular su respuesta.

Es una guerra en contra del terrorismo, en contra del yihadismo, en contra del islam radical”, dijo el primer ministro de Francia, Manuel Valls, después de un atentado terrorista en las afueras de París, en enero de 2015.

Una década y media de guerra no le ha dado seguridad a poblaciones occidentales, poniendo de relieve la brecha entre retorica y realidad. Sin embargo, políticos han sido limitados por este lenguaje, incapaces de saber que, aunque la guerra es una lucha que tira de una nación para unirla y se puede ganar con el tiempo, las realidades del terrorismo solo pueden manejarse y las amenazas, en cierto punto, meramente soportadas.

Sin embargo líderes políticos, obligados a prometer una respuesta a la violencia de esta semana en Niza, regresaron a las viejas fórmulas.

“Tenemos a un enemigo que seguirá atacando a toda la gente, a todos los países que tienen libertades como valores esenciales”, dijo el presidente francés, François Hollande.

Hillary Clinton declaró a CNN este jueves que “estamos en guerra con estos grupos terroristas y lo que representan”. Si bien exhortó a un aumento en la compilación de datos de inteligencia para combatir el terrorismo, ella se ha pronunciado en el pasado por un uso más decisivo de la fuerza en contra de Estado Islámico en Siria e Irak.

Donald Trump, en entrevista con el noticiario de Fox, dijo que le pediría al Congreso estadounidense que declarara la guerra al terrorismo.

Si bien este marco pudiera brindar tranquilidad, saca a colación a una pregunta: ¿Por qué la guerra nunca transmite la sensación de que se está acercando a la victoria?

El grado hasta el cual esta pregunta no se puede responder quizá contribuye al temor de que está desestabilizando cada vez más la política occidental. Y esto crea espacio para que populistas de la derecha, en ascenso a lo largo de Europa, presenten políticas más agresivas como la respuesta.

“Nada de lo que hemos propuesto se ha puesto en marcha”, declaró Marine Le Pen, quien encabeza al partido derechista Frente Nacional, al diario francés Le Fígaro, pronunciándose por medidas para revocar la nacionalidad de ciudadanos, el cierre de algunas mezquitas y la prohibición de organizaciones.

Valls, el primer ministro francés, quizá buscó romper este ciclo el viernes cuando dijo: “Los tiempos han cambiado, y Francia va a tener a que vivir con terrorismo”.