Atractivo de Trump para Rusia impacta a expertos de política exterior

© 2016 New York Times News Service

(De The Interpreter)

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WASHINGTON – Después de todas las formas en que la elección presidencial de este año ha hecho historia, Donald Trump encontró un nuevo límite que cruzar este miércoles, cuando dijo en conferencia de prensa que Rusia debería hacker a su oponente, Hillary Clinton.

“Rusia, si estás escuchando, espero que seas capaz de encontrar los 30,000 mensajes de correo electrónico que faltan”, dijo Trump, en referencia al servidor privado de correo que Clinton usó mientras fue secretaria de Estado de EU. “Creo que ustedes probablemente sean recompensados cuantiosamente por nuestra prensa”.

Simplemente no hay precedente para esto: un candidato presidencial apelando públicamente a un adversario extranjero para que intervenga en la elección a su nombre.

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“Esto no tiene precedentes… es una de esas cosas que pareciera genuinamente nueva en relaciones internacionales”, dijo Paul Musgrave, profesor en la universidad de Massachusetts que estudia política exterior de Estados Unidos.

Tras una larga pausa, Musgrave agregó: “Quedarte sin palabras por el shock no es el tipo de cosa a la que uno está acostumbrado en el campo del análisis de política exterior”.

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Como parte de una investigación en su servidor privado, Clinton entregó más de 30,000 mensajes de correo electrónico al Departamento de Estado. Sin embargo, ella borró un número similar de correos electrónicos que, dijo, no guardaban relación con su trabajo en el departamento.

Las elecciones presidenciales de Estados Unidos son sucesos en los que hay mucho en juego. Rusia no sería la primera potencia extranjera, amigable u hostil, en ir en pos de su resultado preferido. Ni Trump sería el primer político en apuntalar a actores internacionales con fines electorales.

Sin embargo, esta es la primera vez que un candidato presidencial ha solicitado abiertamente a una potencia extranjera que intervenga en el proceso democrático en su beneficio. Más que eso, Trump parecía estar sugiriendo que Rusia debería violar el derecho estadounidense en su nombre.

Si Rusia fuera a seguir la sugerencia de Trump, la intervención extranjera en política estadounidense estaría entre las más severas del siglo pasado.

En 1940, mientras EU debatía si entraba a la II Guerra Mundial, espías británicos diseminaron rumores para desacreditar a prominentes aislacionistas estadounidenses y trabajaron con miras a promover políticos que favorecían la intervención.

Cuando el presidente Jimmy Carter se postuló para la reelección en 1980, perdió en parte debido a que no había logrado asegurar la libertad de 52 rehenes estadounidense detenidos en Irán. Negociadores iraníes dijeron más adelante al periodista Mark Bowden que ellos habían participado en tácticas dilatorias para lastimar deliberadamente a Carter, como castigo por haber refugiado al ex sah iraní.

Las naciones van en pos de sus intereses, sea o no les guste a otros países. Las grandes potencias en particular, incluido Estados Unidos, a menudo se entrometen en elecciones extranjeras.

Sin embargo, ese tipo de operaciones son conducidas en secreto porque son actos hostiles, enfocados a subvertir la voluntad de la población del país al que se apunta y la santidad de sus instituciones. Trump, al invitar abiertamente a ese tipo de interferencia exterior, estaba socavando uno de los intereses nacionales más fundamentales de un estado democrático.

“Nadie, nunca – y creo que puedo estar confiado con respecto a esto -, nadie se paró alguna vez en un podio y dijo: ‘Que venga'”, dijo Jeremy Shapiro, académico de política exterior en la Brookings Institution, refiriéndose a la invitación de Trump para que una potencia extranjera interfiera en la política de su propio país.

Si bien es raro, políticos estadounidenses en el pasado han vuelto la mirada al exterior en busca de ayuda con votos en casa.

En 1968, conforme la administración del Presidente Lyndon B. Johnson intentaba mediar pláticas de paz en Vietnam, una activista republicana alentó a oficiales de Vietnam del Sur a resistirse a las pláticas, lo cual hicieron. Esta activista, quien se representó como si hablara por el candidato republicano a la presidencia, Richard M. Nixon, dijo que Nixon le conseguiría un mejor trato a Vietnam del Sur.

Con base en documentos que fueron divulgados a la población general más tarde, un oficial de Vietnam del Sur fue grabado diciendo que su gobierno se había negado a participar en las pláticas como una forma de “ayudar a Nixon”.

Más recientemente, en 2012, el desafiante republicano a la presidencia, Mitt Romney, cultivó vínculos con el Primer Ministro de Israel Benjamín Netanyahu. Si bien Netanyahu no aprobó explícitamente a Romney, con frecuencia expresó su profunda insatisfacción con el Presidente Barack Obama en comentarios a los medios informativos de Estados Unidos.

Tres años más tarde, a medida que Obama intentaba cerrar un trato nuclear con Irán, republicanos en el Congreso invitaron a Netanyahu a condenar el acuerdo propuesto en un discurso al Congreso.

Si bien esto discutiblemente violó las normas de la política exterior al evadir la Casa Blanca con respecto a una cuestión de relaciones del exterior, y al invitar a un aliado a intervenir en contra del presidente en una disputa política del interior del país, Trump fue un gran paso más allá al solicitarle a un adversario, y alentarlo a que viole la ley estadounidense a su nombre.

En las horas posteriores a la declaración de Trump, analistas de política exterior y legistas lucharon por articular la magnitud de su apartamiento de normas políticas.

William Inboden, profesor de la Universidad de Texas que sirvió en el Consejo de Seguridad Nacional del Presidente George W. Bush, declaró a la revista Politico que los comentarios eran “un asalto a la Constitución” y “equivalentes a traición”.

Carl Bildt, el ex primer ministro sueco y ex canciller, escribió en Twitter: “Yo nunca creí que un candidato serio a la presidencia de EU pudiera ser una seria amenaza en contra de la seguridad de Occidente. Pero, es ahí donde estamos”.

Es dudoso que Rusia altere sus prácticas de espionaje con base en sugerencias públicas de Trump, que según algunos defensores argumentan que era una broma. Sin embargo, Musgrave temía que ese tipo de lenguaje pudiera debilitar normas, incluso aunque solo fuera ligeramente, en contra del involucramiento extranjero en política estadounidense.

“Trump está legitimando conductas que nadie pensó alguna vez que pudieran legitimarse”, dijo Musgrave, diciendo que el incidente es “uno de esos recordatorios sobre la fragilidad de las normas”.

Shapiro, el académico de la Brookings Institution, sonó físicamente exhausto por comentarios de Trump y sugirió que eran impulsados por algo más banal que colusión con una potencia extranjera.

“Para mí, lo que eso demuestra no es que él esté necesariamente coludido con los rusos, o que se esté proponiendo cometer traición o influir sobre la elección mediante este acto, sino que simplemente no tiene una idea de cuáles son las normas”, destacó Shapiro.

“Él no tiene idea alguna de cuán extraordinaria fue esa declaración”.

Max Fisher
© The New York Times 2016