TIJUANA, Baja California.- Ana María intenta contener las lágrimas mientras observa la clausura de la bodega en Zona Norte que fue el refugio de ella, su hija y decenas de migrantes durante casi un mes. La mujer hondureña no sabe qué hacer ni a quién recurrir pues, a pesar de que dejó su país huyendo de la violencia, los brazos del crimen organizado la alcanzaron hasta la ciudad de Tijuana.
Para Ana María trasladarse al refugio en El Barretal no es una opción pues haber atestiguado un homicidio en Honduras la hizo objeto de diversas amenazas y teme que entre los 680 centroamericanos que se localizan en la Zona Este de la ciudad se encuentre algún miembro del grupo criminal que la busca y que en días pasados mandó a uno de los suyos a intentar abusar sexualmente de su hija de 6 años.
“Tienen temor a que yo hable, me amenazan… no me puedo ir a ese albergue porque no sé si hay más gente de estos mismos ahí”, indicó Ana María.
Los gritos de la menor evitaron que el agresor, un miembro de la caravana, lograra su cometido. La mujer pidió ayuda entre los migrantes que se encontraban en el lugar pero debido a la amenaza de desalojo y la falta de recursos no denunció los hechos a las autoridades.
“Ella gritó, ella estaba durmiendo conmigo, en el mismo colchoncito, con la misma cobija, pero yo ya estaba dormida y este hombre se había metido… le pedí ayuda a mis compañeros con mi niña y tampoco así quisieron ayudarme por temor a que nos desalojaran”, dijo la mujer.
Ana María observa al resto del grupo, unos 50 migrantes, subir al camión que los llevará al albergue Agape mientras cuenta que para ella y su hija pedir asilo en Estados Unidos es la única alternativa y debido a la proximidad de su turno para entrevistarse con las autoridades estadunidenses para hacer esta petición desea estar cerca de la garita.
“Ya está cerca y no pienso dejarlo pasar, he esperado mucho por esto… la única opción que yo tengo es salir y pedir ayuda en Estados Unidos”, apuntó Ana María.
La mujer espera que estos 3 meses de travesía desde Honduras hasta Tijuana rindan frutos y que Estados Unidos les otorgue asilo a ella y a su hija para que ambas puedan vivir una vida normal, libre de la violencia, del otro lado de la frontera.
Con información de Fabiola Solano.
