¿Y si Trump tuviera razón?

Juan arturo Salinas


“Yo bien v…rgas con mi Cuerno de chivo y nomás  traigo dos balas”

¿Y si, efectivamente como lo advierte el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, el país o parte del mismo estuviese bajo el dominio de los carteles del narcotráfico?

 Es un hecho que nuestra República tiene un gobierno constitucional electo el 2 de junio y constituido desde el pasado 1 de octubre, encabezado por Claudia Sheinbaum. Eso no se puede negar.

Sheinbaum Pardo gobierna con el apoyo de su gabinete, de las fuerzas del orden como la Secretaría de Seguridad con su hombre de confianza al frente,  Omar  García Harfuch, y de las fuerzas armadas, sea la Secretaría de la Defensa Nacional o la Secretaría de Marina.

 Es un hecho que hasta cierto nivel -salud, educación, programas sociales y una amplia lista-, el  gobierno federal mantiene el control. La respuesta es distinta en cuanto hablamos de seguridad.

Pero lo que tampoco es innegable, caso contrario sería cerrarle los ojos a la realidad, es que parte considerable del territorio nacional está en manos del narco y que más que un gobierno formal y establecido, los habitantes de estas regiones viven bajo sus reglas impuestas y los jefes de los grupos criminales cogobiernan, conviven, ordenan o imponen a las autoridades formales: síndicos, jefes policiacos, alcaldes, gobernadores y varios etcéteras.

Así, sin un presidente municipal electo, sin una autoridad electa por el voto popular, estos  municipios carecerían de una cabeza visible, pero hasta el crimen organizado requiere de una figura, de un testaferro, de un prestanombres, para seguir  trabajando sin llamar la atención.

Aún está fresca en la memoria el agradecimiento que la alcaldesa morenista Anavel Ávila Castrejón, le hizo al capo Crescencio “El Mencho” por regalar juguetes en la  pasada navidad a los niños del municipio de de Coalcomán, Michoacán.

Y este 6 de  enero, grupos delictivos como el Cartel Jalisco Nueva Generación  obsequiaron roscas de reyes y  juguetes en municipios de Tabasco y Aguascalientes.

Mención especial merecen estados bajo control casi absoluto del narco como Michoacán y Sinaloa o Guerrero, donde el alcalde electo de Chilpancingo fue decapitado por criminales que pusieron su cabeza en el toldo de una camioneta, para exhibirlo a la vista de una población que por cierto, ya había atestiguado muchos horrores.

En el primer caso, los grupos criminales filtran  los accesos a municipios y regiones estratégicas, con el apoyo de halcones que saben quienes entran y quienes salen. En las ferias patronales, controlan la venta de drogas, de bebidas embriagantes, bueno, hasta la venta de la Coca Cola.

Tal es el caso del municipio de Susupuato, donde  hombres de una amplia gama de edades “patrullan” las calles con sus rifles de alto poder para supervisar “que todo esté en orden”. Los policías municipales pasan a sus lados sin voltear ni inmutarse.

Palabras textuales de un joven sentado en las mesas de la feria de este municipio michoacano, “yo bien v…rgas con mi Cuerno de chivo y nomás  traigo dos balas”, y así como esta población, otros focos rojos son Tuzantla, Tiquicheo, Turicato, Apatzingán, Buenavista, Coalcomán, Aquila, La Huacana, Ario Rosales y Múgica.

 En el  caso de Sinaloa, los hechos registrados desde el pasado mes de julio han desatado los demonios que hasta entonces se habían contenido, a raíz de la detención de Ismael “El Mayo” Zambada, cuya captura todavía envuelta en el misterio, rompió la “pax narca” que mantenía  un precario equilibrio entre las fuerzas fácticas del crimen organizado y un  gobierno como el de Rubén Rocha Moya que no se ha sacudido los señalamientos que lo involucran con el narco.

Más al norte, en Sonora, las zonas limítrofes como la Y, la Nariz,  Altair y otras, están en manos de grupos criminales que controlan el cruce de drogas y de indocumentados en una muy borrosa frontera entre México y Estados Unidos, donde ni una cerca hay que divida la línea entre ambos países.

Y sin ir más lejos, aunque lejos están de gobernar, en Baja California hay dos o tres gobiernos municipales cuyas campañas fueron financiadas con dineros del narco, uno en Tecate donde el asesinado regidor Alfonso  Zacarías Rodríguez le acercó dineros sucios a la campaña de Zulema Adams, otro en Rosarito donde “El Cande” respaldó al equipo de  una hoy muy boyante  Araceli Brown y el más reciente, en Tijuana, donde  a través de su cuñado, un funcionario municipal,  un transportista del narco conocido como Crescencio “El Chencho” Beltrán, acercó dineros en fechas recientes a los equipos de Morena.

 Todas estas aportaciones tienen una contraprestación: cobro de piso, venta libre de sus narcomenudistas,  pacto de no agresión, anillos de seguridad compuestos por policías municipales y varios etcéteras.

¿Quintana Roo? Tierra de desembarco del narco. No en vano su ex  gobernador Mario Villanueva pasó largos años en la cárcel.

¿Colima? Ese paraíso cuyo puerto Manzanillo es escala obligada para los precursores del fentanilo.

Tamaulipas, territorio de los Zetas, Veracruz, punto  clave donde los muertos se cuentan por docenas, Guanajuato, la lista de entidades convertidas en focos rojos abarca hasta la propia capital del país.

 No puede hablarse de un gobierno de jure, es decir, que “El Chencho”  o Edwin Nuño “El Flakito” estén sentados en las oficinas de la alcaldía en el Palacio Municipal de Tijuana, o que  Josué “El Pitufo” gobierne Mexicali, o que Luis Héctor Herrera “El Tolín” despachara en el tercer piso del Palacio Municipal de Rosarito.

Ni falta les  hace.

Y no es darle la razón a Donald Trump. Solo es asentar los datos con base en un hilado fino que enlista quién gobierna a tras mano en buena parte del territorio nacional.