Un capítulo perdido del folclore de Ecuador, ahora en formato digital

QUITO — Cuando Daniel Lofredo Rota comenzó a limpiar el apartamento de su abuelo, que murió en abril de 2014, encontró varias toneladas de diarios, cartas, máquinas de escribir y cerca de 300 cintas magnéticas preservadas casi perfectamente después de 45 años.

Su abuelo, Carlos Rota, comenzó la compañía discográfica Caife en los años cincuenta, y lo que halló Daniel fue un archivo completo de las cintas maestras de la disquera. Es una cápsula del tiempo que contiene un capítulo vital de la historia musical de Ecuador.

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“Esta música pasó por un paréntesis de tiempo en que nadie la escuchó”, dijo Daniel en una entrevista en la casa de su familia en Quito. “Siento que es mi misión digitalizar las cintas y haré lo que sea para que la gente las escuche”.

Caife trabajó con muchos artistas que definieron los estilos tradicionales de la música folclórica ecuatoriana, conocida en el país como música nacional. Los estilos populares incluyen los llamados sanjuanito, albazo, pasillo, pasacalle y yaraví. Todos forman parte del mestizo tejido musical de Ecuador, que combina las raíces andinas con la influencia de los colonizadores europeos que introdujeron elementos de composición e instrumentación occidental.

El primer desafío para Daniel fue encontrar una máquina que reprodujera las cintas. Una Grunding TK20 solo las reproducía a la mitad de la velocidad, por lo cual la música era imposible de identificar. Meses después, Daniel rastreó una Ampex ATR-700 que se empolvaba en un taller de reparación. Después de una limpieza profunda, funcionó perfectamente.

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Aunque muchas de las cintas estaban etiquetadas meticulosamente, unas 80 no presentaban ninguna pista sobre su contenido. Daniel, artista y productor musical, comenzó a identificar esas cintas misteriosas sin ninguna ayuda tecnológica.

“No hay Shazam”, dijo. “No hay una aplicación que pueda ayudar. He buscado la letra de las canciones pero eso casi nunca funciona, a menos que la canción sea un clásico”.

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“Comienzas a entender la etiqueta no tanto por lo que lees, sino por lo que escuchas”, agregó. “Comencé a reconocer músicos, escuchando cómo distintos grupos se enriquecían y compartían influencias”.

La fusión caracteriza el sonido Caife. Los órganos, cuerdas y acordeones se unen a las guitarras, las flautas de pan, las trompetas y las voces agudas que proyectan una cadencia inconfundiblemente andina.

La madre de Daniel ayudó a identificar las pistas, y también visitó tiendas de discos buscando respuestas. Un día, paseando por el centro histórico, escuchó a una mujer que tocaba un tema que no había identificado en la colección de Caife.

La melodía era “Cansados pies”, un lamento poético sobre el final de la vida con una tonada a tres tiempos que se escucha en toda la región de los Andes. La cantante era Laura Muenala, una acordeonista ciega que había grabado seis volúmenes de música folclórica.

“Conozco demasiadas canciones para contarlas”, exclamó Muenala, de 71 años, durante una entrevista en una calle de Quito, antes de interpretar varias piezas mientras los transeúntes dejaban caer monedas en un vaso de metal a su lado.

Una de las artistas más populares de Caife fue Olga Gutiérrez, una cantante argentina que se mudó a Ecuador en 1962 y utilizó sus influencias tangueras para transformar el melancólico vals de pasillo, con lo que ganó fama nacional. Su muerte en marzo de 2015, tan solo una semana después de que se descubrieran las cintas de la colección, le ha generado un nuevo sentido de urgencia a Daniel.

“Esa generación está en sus setenta y ochenta”, dijo, “y no sabemos quiénes son o dónde están, pero deben estar por ahí”.

El registro de Caife también incluía a muchos músicos del movimiento indigenista de Ecuador que tenía como objetivo poner a la historia indígena en la conciencia pública.

“Caife fue una empresa visionaria”, dijo Juan Mullo Sandoval, director de la revista de musicología Traversari. “Rota tenía una mentalidad muy clara: se alineó con el proceso cultural mestizo. Buscó una relación cultural con el interior de Ecuador y su identidad indígena”.

Caife cerró sus puertas a fines de los sesenta. Mientras el mundo hacía la transición a la tecnología estéreo parece que a Rota se le dificultó mantenerse al día. Mullo Sandoval cree que la visión del fundador simplemente “no entró a la modernidad”.

Trabajar para restaurar el vasto catálogo de Caife ha sido difícil para Daniel, quien dijo que la clave para identificar más cintas perdidas era “acosar a la persona adecuada”.

Esa persona a menudo es Laura Ríos, quien conduce un programa diario sobre la música nacional en la estación de radio de la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Su escritorio está en una biblioteca que contiene cerca de 5000 cintas y grabaciones de vinil, así como caseteras y dispositivos analógicos.

“La gente dice que es el mejor archivo del país”, dijo Ríos acerca de la biblioteca de la estación de radio, “pero necesitamos comprar equipos y contratar gente que entienda el material”. Puesto que Ecuador enfrenta una grave crisis económica debido a la caída de los precios del petróleo, no es probable que se le otorgue financiamiento a los proyectos culturales.

Seguir con una labor de ese tipo queda en manos de entusiastas como Daniel, quien ya ha digitalizado cerca de 100 cintas. La meta final es hacer que todo el catálogo de Caife esté disponible en línea; se trata de una “batalla cuesta arriba” contra torrentes de contenido estadounidense que inundan los mercados latinoamericanos como “hot dogs hollywoodenses”, dijo el dueño de la colección.

Daniel cree que, en vez de ser “un arca de Noé de la información”, el internet “destroza” a países menos desarrollados, pues tienden a consumir mucho contenido mientras que producen relativamente poco.

“Crear contenido propio es esencial para la continuación de nuestra cultura”, comentó. “Tenemos la capacidad de escribir nuestra propia historia. Si no lo hacemos, ¿quién más lo hará?”.