Caroline Kennedy, una embajadora cuyo papel trascendió su puesto

TOKIO ⎯ La nota manuscrita era breve, solo incluía tres frases, pero tuvo un profundo efecto en Ayaka Shiomura, una legisladora en Tokio que había sido blanco de las burlas de sus colegas varones por hablar sobre los problemas de las madres que trabajan en Japón.

“Nunca sabemos cuándo nuestras acciones tendrán el impacto más grande”, escribió Caroline Kennedy, la embajadora de Estados Unidos en Japón, “y a menudo no es cuando esperamos”.

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Esa nota de hace dos años, recordó Shiomura, “realmente me ayudó”. La sacó de la depresión tras las críticas que enfrentó de parte de rivales políticos y en las redes sociales y la inspiró para seguir peleando por los derechos de la mujer. Meses después, en una recepción para lideresas en la residencia de la embajadora, Kennedy la saludó levantando los puños y le dijo: “No deje que estos problemas la desanimen”.

En múltiples momentos como estos, Kennedy, quien prestó servicio en Japón durante tres años, buscó transmitir a las mujeres en todo el país un discreto mensaje de empoderamiento.

La elección de Donald Trump puso fin a los mandatos de docenas de enviados estadounidenses, pero pocos de ellos son tan prominentes como Kennedy, hija del presidente John F. Kennedy. En los últimos tres años, ayudó a gestionar las relaciones con uno de los aliados más importantes de Estados Unidos, pero su estatus como la primera mujer en ocupar el puesto quizá haya sido igual de relevante para un Japón tradicionalmente dominado por hombres.

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“Solo pienso que ser una mujer embajadora, y pienso que las mujeres visibles en puestos de liderazgo, ayuda a cambiar las actitudes”, dijo Kennedy en una entrevista reciente en su oficina en la embajada de Estados Unidos en Tokio.

La naturaleza histórica del mandato de Kennedy es evidente en un nicho en el salón que está fuera de su oficina, donde cuelgan 30 retratos de los anteriores embajadores estadounidenses en tres filas ordenadas. Remontándose hasta Townsend Harris, el primer enviado en Japón en 1856, todos son hombres.

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En Japón, donde pocas mujeres ocupan posiciones de autoridad y las mujeres casadas no pueden usar sus apellidos originales, Kennedy, una abogada y madre de tres hijos, fue un modelo de rol para combinar poder y familia así como una defensora vital de la agenda del primer ministro Shinzo Abe, quien ha dicho que quiere que las mujeres desempeñen un papel mayor en los negocios y la política.

Su influencia como embajadora se originó en quién era; no solo una mujer, sino la hija del presidente Kennedy, un personaje tan amado aquí como en Estados Unidos.

Entre los escépticos, su celebridad despertó dudas sobre su capacidad para el puesto. No tenía experiencia diplomática formal antes de mudarse a Japón a fines de 2013, ni tenía experiencia especial en Japón.

Un reporte de 2015 elaborado por la Oficina del Inspector General destacó la poca familiaridad de Kennedy con la “dirección y gestión de una institución del tamaño de la Misión de Estados Unidos en Japón” y criticó una falta de comunicación dentro de la embajada. Durante la campaña, Trump se burló de Kennedy, afirmando que “ella hará lo que ellos quieran, ¡lo que sea!”, en referencia al gobierno japonés.

Pero quienes han trabajado con ella dicen que aprovechó la buena voluntad asociada con el nombre de su familia ⎯ así como sus lazos estrechos con el presidente Barack Obama ⎯ para forjar fuertes relaciones con personas en el gobierno, la comunidad empresarial y el público en general de Japón.

“Se transformó de una celebridad en un personaje público y una estadista influyente que se volvió de confiar, respetada, aceptada y escuchada”, dijo Daniel R. Russel, secretario asistente de la Oficina para Asuntos del Este Asiático y el Pacífico en el Departamento de Estado.

Kennedy recibió el aprecio del público cuando recorrió todo el país, visitando 35 de 47 prefecturas. Participó en competencias ciclistas en la región de Tohoku devastada por un terremoto y tsunami en 2011, y mostró un lado divertido cuando apareció con un sombrero de Santa Claus en un video muy popular en que imitaba los movimientos de baile de una serie de televisión japonesa popular.

Cuando hablaba en conferencias sobre la igualdad de la mujer, una de sus causas favoritas, Kennedy no intimidaba a su público, dijo Kathy Matsui, estratega en jefe de capital para Japón en Goldman Sachs en Tokio y asesora de Abe sobre asuntos de la mujer.

“Siempre habló sobre la historia del empoderamiento de la mujer en Estados Unidos, la cual tampoco tuvo siempre un camino estelar, para decir cuán lejos hemos llegado todos”, dijo Matsui.

Kennedy reconoció el lento ritmo del cambio en Japón sobre asuntos prácticos como los sitios insuficientes en las guarderías y la reforma de la ley laboral. “No culpo a la gente por sentirse frustrada”, dijo. “Pero siento que hay un verdadero compromiso aquí”.

Aunque Japón ha sido uno de los aliados más firmes de Estados Unidos desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, Abe es un líder conservador y nacionalista del Partido Democrático Liberal que tradicionalmente se ha alineado más con los republicanos en Washington.

“Una de las cosas que ella hizo detrás de bastidores fue asegurarse de que hubiera una mayor conectividad entre estos dos gobiernos ideológicamente opuestos”, dijo Michael J. Green, ex asesor sobre Asia del presidente George W. Bush y ahora en el Centro para Estudios Estratégicos e Internacionales.

Colaboradores dicen que Kennedy, que alguna vez coqueteó con postularse para el Senado de Estados Unidos, no tiene planes fijos, aunque esperan que siga interesada en Japón.

Trump ha asustado a algunos aquí con comentarios sobre el comercio y quejas sobre los costos militares estadounidenses en Japón. Kennedy dijo que la alianza entre los dos países seguía siendo fuerte.

“Si he aprendido algo”, dijo, “es que esta relación es más grande que cualquier persona”.

Durante su periodo como embajadora, los interlocutores japoneses de Kennedy la vieron como alguien que escucharía su perspectiva pero pelearía duro por los intereses de Estados Unidos.

“Pienso que la mayoría de la gente no sabe esto, pero la embajadora Kennedy fue una negociadora excepcionalmente firme”, escribió en un correo electrónico Fumio Kishida, ministro de asuntos exteriores de Japón. “Cuando podía convencerla, podía convencer a Washington, D.C., también. Por el contrario, cuando me daba una respuesta negativa firme, yo pensaba que era hora de que el lado japonés propusiera una idea alternativa”.

Los asesores de Abe le mostraban borradores de discursos importantes, incluido el que pronunció el primer ministro en el 70 aniversario del fin de la guerra y sus recientes declaraciones en Pearl Harbor.

Kennedy dijo que ella señalaba lo que el público estadounidense “podría estar escuchando”, particularmente cuando se hablaba sobre la historia de tiempo de guerra.

Fue en el área de la reconciliación histórica donde Kennedy ejerció mayor influencia. Interpretó un papel central en insistir y organizar la histórica visita de Obama a Hiroshima en mayo pasado.

“Fue incansable”, dijo Ben Rhodes, el sub asesor de seguridad nacional, quien dijo que Kennedy le escribió correos electrónicos sobre la visita “múltiples veces a la semana durante meses”.

Como para muchos embajadores estadounidenses en Japón, uno de los muchos desafíos de Kennedy provino de manejar la compleja dinámica de Okinawa, que alberga a casi la mitad de las aproximadamente 50,000 tropas estadounidenses en Japón.

En diciembre, Kennedy presidió una ceremonia en la cual Estados Unidos oficialmente regresó casi 4,046 hectáreas de terrenos en Okinawa a Japón. La entrega molestó a algunos residentes porque el gobierno japonés acordó construir seis nuevos helipuertos en los terrenos que Estados Unidos conservó para usar en entrenamiento para la guerra en selvas.

Algunos residentes en Okinawa dijeron que habían esperado que Kennedy simpatizara más con los manifestantes que querían que las fuerzas militares estadounidenses redujeran en gran medida su huella.

“Tuvimos esperanza cuando fue designada como embajadora de Estados Unidos en Japón, como hija del símbolo de la democracia”, dijo Tomohiro Yara, un escritor independiente y activista en Okinawa. “Qué pena, el símbolo fue solo un símbolo”.

Kennedy dijo que comprendía el enojo. “Uno podría no escucharlo, pero pienso que ciertamente adoptamos algunas medidas prácticas”, dijo, incluyendo el regreso de otros terrenos en Okinawa y el traslado de un hangar de aviones para reducir el ruido. “Así que, con suerte, la gente verá que Estados Unidos está empeñado en hacer avances y reducir nuestra presencia”.

Motoko Rich
© 2017 New York Times News Service