El lunes por la tarde, cientos de miles de catalanes se reunirán en toda Cataluña para recordar una desastrosa derrota. Muchos de ellos, sin embargo, esperan que una victoria igualmente importante no esté demasiado lejos.
Aunque el día nacional de Cataluña, la Diada, conmemora la caída de Barcelona en la guerra de sucesión española en 1714 -y la subsiguiente pérdida de instituciones y libertades de la región- acaba de llegar a un propósito bastante diferente.
Desde 2012, el evento se ha convertido en un asunto abiertamente político para aquellos que buscan la separación de Cataluña de España – una celebración que es en parte carnaval, parte mítin, y parte protesta.
La Diada de este año, que llega menos de un mes antes de que el gobierno regional lleve a cabo un referéndum de independencia que insiste que es jurídicamente vinculante pero que Madrid considera como una violación clara e ilegal de la constitución española, será aún más cargada de lo habitual.
La semana pasada, los diputados catalanes independentistas desafiaron al gobierno español -y muchos de sus colegas parlamentarios- mediante la aprobación de la llamada ley de referéndum que establece las bases para la votación el 1 de octubre.
La legislación fue rápidamente suspendida por el tribunal constitucional de España y los fiscales estatales están investigando si el presidente de Cataluña, Carles Puigdemont, y otros miembros de su gobierno deben ser acusados de desobediencia y abuso de poder.
El viernes, la policía que investigaba los preparativos para el referéndum realizó una búsqueda en dos oficinas de prensa regionales y en una imprenta de Cataluña. Puigdemont twitteó: “No estaban buscando papeletas; estaban buscando una pelea “.
A pesar de la reiterada insistencia del Gobierno español en que el referéndum no se llevará a cabo, el presidente insiste en que la votación tendrá lugar y ha instado a los catalanes a salir a las calles para mostrar su apoyo.
“El lunes los vamos a abrumar pacífica y democráticamente, como siempre”, dijo.
Con información de The Guardian
