Coleccionar arte callejero: ¿Tiene espacio en su pared para una pared?

En lo que se publicitó como una residencia de un mes en la Ciudad de Nueva York, Banksy, el artista callejero británico, trabajó por las noches colocando esténciles en los muros de toda la ciudad. Por la mañana, publicó imágenes en línea y mandó a sus seguiros a buscarlas antes de que las borraran con pintura.

Hace poco, dos de las piezas de Banksy captaron la atención de los coleccionistas y obtuvo por ellas cantidades de seis dígitos en Bonhams, la venta de arte contemporáneo y de la posguerra en Londres.

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Una furgoneta SWAT de 8.2 metros cubierta con sus esténciles se vendió en alrededor de 283,500 dólares. Uno de sus lienzos con un leopardo que surge de un código de barras salió en más de 206,000 dólares, lo cual excedió las estimaciones de preventa. La última pieza que se vendió fue en una subasta, en la cual se pagaron 98,167 dólares.

Los descendientes de los artistas del grafiti de los años de 1970 y de los artistas callejeros de los 1980, se hacen de un nombre en forma subrepticia, por lo general de noche, en los muros de los edificios. Sin embargo, artistas como Banksy _ cuya verdadera identidad aun no se conoce _ han conseguido tener la atención de coleccionistas de la corriente dominante.

“Siempre hay un distanciamiento cuando se piensa en el arte callejero”, dijo Ralph Taylor, el director sénior de arte contemporáneo y de la posguerra en Bonhams. “Existe en el dominio público. La mejor forma de ser dueño de una pieza de arte callejero es tener la pared y obtener la pintura que hay en ella. Pero eso no va de acuerdo con la actitud contracultural que hay en él”.

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No obstante, los dueños de las galerías dicen que por cada Banksy, cuya obra está aumentando de valor, existe una multitud de ingeniosos pintores de aerosol cuyo valor a largo plazo para los coleccionistas es incierto, en el mejor de los casos.

“Algunas personas compran pinturas y piensan que es arte callejero”, comentó Todd Kramer, un socio en la Gallery Valentine, quien ha estado coleccionando obras de Banksy desde el 2001. “No tengo corazón para decirles que van a valer nada. Si examinamos el material que tiene grado de inversión, lo que están haciendo es comprar el mayor inventario de centavos que es posible adquirir”.

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Desde el punto de vista de Kramer, apenas si hay una media docena de artistas callejeros cuya obra alcanza el nivel para ser coleccionable. Además de Banksy, mencionó a Mr. Brainwash, Invader, Os Gemeos y Shepard Fairey, quien se hizo ampliamente conocido en el 2008 por “Hope”, su cartel del entonces candidato a la presidencia, Barack Obama.

Se ha triplicado el valor de los trabajos de Invader, comentó Kramer, en el último año más o menos. Sus obras de personajes de videojuegos se venden en algo así como 50,000 dólares.

No obstante, el valor de cualquier artista contemporáneo en las primeras etapas de una carrera es difícil de discernir _ y está sujeto a las ventas en subastas y exposiciones en galerías. ¿Hay riesgos mayores y recompensas potenciales al coleccionar arte callejero? ¿Una obra que se puede exhibir en la casa de alguna persona es tan valiosa como la auténtica en el muro de una ciudad?

Jessica Goldman Srebnick, la directora ejecutiva de Goldman Properties, un desarrollador de bienes inmuebles, está en una posición única como coleccionista: es dueña tanto de los muros sobre los que pintan los artistas callejeros como de las piezas que tiene colgadas en su casa.

Su compañía les ha ofrecido a los artistas callejeros una pared en la esquina de las calles Houston y Bowery en Manhattan desde el 2008. Tres artistas al año tienen la oportunidad de utilizar el espacio y cuando se termina su tiempo, se blanquea la pared para que empiece alguien más.

“Habíamos reconocido que Keith Haring fue uno de los primeros en crear estos muros de arte público”, comentó Srebnick. “Fue un gesto hacia él, y un gesto hacia el arte público y el arte callejero”.

Su empresa ha remodelado un barrio en Miami, llamado Wynwood, con arte callejero en más de 40 muros.

“Lo vemos como un regalo al barrio al que va”, dijo. “Pero cuando invitamos a los artistas, coleccionamos sus obras”.

Srebnick dijo que no siempre es fácil encontrar piezas que quepan en su casa.

“No son muchos los artistas que pueden pintar un edificio de seis pisos y también un lienzo de cuatro por cuatro pies”, comentó.

Por razones prácticas, comprar una pared puede ser problemático. Darren Julien, el presidente y director ejecutivo de Julien’s Auctions, vendió una que había sido parte de una gasolinería en Los Angeles hace unos cuantos años. Era un mural de Banksy y costó 80,000 dólares quitarla. Se vendió en 200,000 dólares en una subasta.

Sin embargo, Julien notó que Pest Control Office, el servicio de autenticación de Banksy, no quiso autenticar ninguna obra de arte público que hubiese sido removido. Después de todo, la intención de esas piezas no era venderlas, sino para el goce de la población.

Nicholas Korniloff, un fundador de Art Southampton, una feria que se lleva a cabo en Long Island, dijo que en una ocasión tuvo a seis artistas callejeros para pintar lienzos de más de seis metros que estaban colgados en su feria Art Miami. Y la pintura de una ballena con palmeras que salían de las aletas que hizo Alexis Diaz se vendió en 60,000 dólares.

“Les dijimos que se fueran a lo grande”, comentó. “Se requiere de cierto tipo de comprador”.

Señaló que las obras serían más pequeñas, se modificaría la escala para las casas de Nueva York.

Beth Shak, una jugadora profesional de póker, dijo que compró una pieza llamada “Je t’aime” de Mr. Brainwash, un artista callejero de origen francés, en Miami, hace un par de años, en alrededor de 50,000 dólares. Le gustó tanto que le encargó que hiciera una imagen similar en una de sus bolsas de mano Birkin. Con eso, contó, el valor de la bolsa subió de 12,000 a 75,000 dólares, al menos para asegurarla.

Cey Adams, un artista del grafiti en Nueva York, quien fuera el director creativo de Del Jam Recordings, dijo que una pareja le encargó hace poco que pintara un mural en su casa en el Upper East Side de Manhattan.

“Coleccionan arte selecto”, expresó. “Ellos dijeron: ‘Necesitamos algo de arte callejero aquí adentro’”.

Atribuyó a internet, donde se ha conservado una historia de sus grafitis desde los 1970 y 1980, que le hayan hecho pedidos.

No obstante, es la mismísima facilidad con la que las imágenes se propagan en internet lo que hace que gente del mundo del arte sea cautelosa sobre el valor de largo plazo del arte callejero. Kramer notó que ha madurado el movimiento del arte callejero.

“Este movimiento ya quedó registrado en la historia del arte”, dijo. “No significa que no pudiera haber otro Banksy en el camino. Pero existen muchos artistas imitadores”.

Si bien el potencial para la apreciación es siempre un factor en cualquier adquisición de obras de arte, la facilidad con la que es posible copiar el estilo de algunos artistas también es una inquietud.

“Todavía se trata de un asunto de ‘laissez faire’”, notó Korniloff. “Tienes que dar los pasos adecuados para educarte. Los artistas más jóvenes son muy accesibles. Tienen certificados de autenticación”.

Taylor señaló que las falsificaciones existen en cada género.

“No importa si es un Titian o un Banksy, los rigores que se utilizarían para valorar la procedencia son los mismos”.

Paul Sullivan
© 2016 New York Times News Service