Seis personas murieron en un remoto pueblo colombiano conocido como el lugar de la peor masacre ocurrida durante la guerra civil del país, lo que avivó los temores de que la brutal violencia del pasado haya regresado.
El presidente Iván Duque tuiteó la confirmación de la masacre que tuvo lugar en Mapiripán, en los llanos del este de Colombia, el lunes por la noche. Los informes iniciales dicen que un menor estaba entre los asesinados.
El gobierno colombiano firmó un acuerdo de paz con insurgentes de izquierda las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (o Farc) a fines de 2016, terminando formalmente 52 años de guerra civil que dejó más de 260,000 muertos y 7 millones de desplazados. Los grupos paramilitares militares y alineados con el estado contribuyeron al derramamiento de sangre.
Se suponía que ese acuerdo marcaría un nuevo capítulo pacífico en la historia de Colombia, pero las atrocidades continúan a un ritmo alarmante. Desde marzo del año pasado, al menos siete masacres han sido cometidas por innumerables grupos, mientras que los asesinatos de defensores de los derechos humanos y activistas locales se han disparado desde la firma del acuerdo de paz.
Mapiripán ha sido sinónimo de atrocidad desde julio de 1997, cuando un escuadrón de la muerte paramilitar armado con motosierras y machetes decapitó y asesinó a decenas de personas sospechosas de colaborar con los rebeldes. Las estimaciones del número de muertos oscilan entre 13 y 77, pero la cifra final nunca se ha establecido cuando los cuerpos de las víctimas fueron arrojados en un río cercano.
Aún no está claro quién es el responsable de la última masacre. Las autoridades han especulado que es el resultado de una disputa entre pandillas locales de narcotráfico.
La región, un corredor clave del narcotráfico, ha sido frecuentada durante mucho tiempo por los disidentes de las Farc que optaron por no depositar sus armas después del acuerdo de 2016, así como por los grupos paramilitares que surgieron e ignoraron su propio proceso de desmovilización en 2006.
Para los locales, una vez más atrapados entre disparos de rifles, no importa quién esté detrás de la última barbarie.
“Una vez más, es Mapiripán el que tiene que vivir a través de una masacre. Nos ha abierto un trauma que creíamos haber dejado atrás “, dijo Mayerly Triana Hoyos, sobreviviente de la masacre de 1997. “Vivir entre pandillas armadas, tanto ex paramilitares como ex-Farc, es un hecho de la vida para nosotros aquí”.
