[COLUMNA] Si no lo hacen por convicción, háganlo por vergüenza

Por: Diego Partida

Las redes sociales han revolucionado la manera en la que se hace democracia en el mundo.

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Hablar de democracia en México es hablar de uno de los términos más tergiversados y en el que menos confían los ciudadanos. Las instituciones políticas y electorales del país son las peor calificadas en términos de credibilidad y esto es una causa directa de la apatía ante los procesos electorales.

Lo que se observó en estados como Baja California, Veracruz o Zacatecas, son ejemplos vivos de que seguimos viviendo en un sistema hundido en la corrupción y a merced de los intereses de unos cuantos, sin embargo, desde hace unos años ya, existe un fenómeno que toma más auge y al que muchos ya le están prestando atención: la denuncia digital.

Con la llegada de los teléfonos inteligentes, los cuales ya cuentan con más capacidad que la que fue necesaria para mandar al primer hombre a la luna, los vigilantes están a la orden del día. Con activar la opción de livestream en Facebook, por ejemplo, miles de usuarios podrán ver lo que el testigo está presenciando en tiempo real. Se tiene la capacidad para grabar video de alta calidad, tomar fotos o captar audio a discreción, con o sin permiso de los protagonistas.

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Esto genera una gran expectativa de quienes están pendientes de los procesos. Vemos videos de boletas escondidas, guaridas secretas en donde presuntamente se fraguan fraudes, atropellos de unos en contra de otros, las famosas “Ladies”, abusos de autoridad y un sinfín de sucesos de relevancia nacional, y a veces, internacional.

Sin embargo, esta es un arma de doble filo: se corre el peligro de que quien comparte estos testimonios digitales omita el contexto entero en el que se desarrollan dichos actos. Cabe mencionar que esta información para entonces ya está afuera, siendo compartida e interpretada por una gran cantidad de personas.

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Esto termina por dañar poco a poco las estructuras institucionales que, ante la rigidez de sus procesos y la clara falta de adaptación a estas nuevas formas de comunicación, terminan por quedarse impávidas ante los inminentes ataques a su imagen y confiabilidad.

El abstencionismo es parte de un círculo vicioso en el que la credibilidad forma parte esencial. Cuando se le pregunta a alguien por qué no vota responde, casi siempre, que siente que su voto no vale, que al final siempre van a ganar los mimos o que considera que, a pesar de ejercer su derecho, el fraude hará que no se valide su voluntad.

Es necesario que las instituciones electorales se adapten a estos nuevos modelos de comunicación, que mejoren sus tiempos de reacción ante circunstancias particulares y que agilicen un derecho de réplica que ayude a disipar dudas, para crear un ambiente de mayor certeza en todos sus procesos de manera eficaz.

Cada vez hay más personas con todo tipo de intereses observando y documentando lo que se hace y lo que se deja de hacer, es momento de que las instancias electorales capten el mensaje: las cosas ya no son como antes. Ahora, hay millones de testigos en tiempo real y esos testigos están cada vez más informados y cansados de lo de siempre.