Conforme Canadá se prepara para legalizar marihuana, dueños de tiendas se preguntan: ¿Por qué esperar?

© 2016 New York Times News Service

VANCOUVER, Columbia Británica – El Cannabis Culture Lounge tiene todo lo que un mariguano pudiera necesitar para sentirse justo en casa: capullos de marihuana de 3 dólares, pipas de vidrio en alquiler, bolsas de Skittles y Doritos en venta, y sofás de cuero negro donde los clientes pueden reclinarse en contemplación casi espacial en una acre bruma. No hagan caso a que todo está técnicamente prohibido bajo la ley canadiense.

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De cualquier forma, algunos entusiastas tienen mayores esperanzas para el negocio, que abrió hace más de una década como algo similar a un bar clandestino para fumar marihuana, tolerado largamente por las autoridades de la ciudad. El salón empezó a vender marihuana después de que Justin Trudeau fuera elegido primer ministro, en noviembre.

“Así es la legalización de la marihuana con fines recreativos en Canadá”, dijo Jodie Emery, activista y copropietaria del bar y varios dispensarios de marihuana médica a lo largo de Canadá.

Trudeau ha prometido legalizar la marihuana recreativa en Canadá apenas el próximo año, evitando las estrictas regulaciones del país sobre marihuana médica. Bajo las reglas más recientes para uso médico, anunciadas la semana pasada, los pacientes deben registrarse, tener una receta y obtener su provisión solo por correo de un productor con licencia del gobierno o cultivando una limitada cantidad de manera privada.

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Impacientes por probar las cambiantes fronteras políticas, empresarios han abierto cientos de dispensarios ilícitos a lo largo de Canadá, vendiendo productos como capullos de marihuana orgánica y potentes concentrados de cannabis, al tiempo que gobiernos y policía locales han tendido a hacerse de la vista gorda.

El auge de la marihuana que esperan aún tiene que materializarse, aunque el gobierno canadiense está haciendo trabajo preliminar actualmente sobre una iniciativa para regir el uso recreativo.

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Incluso así, las autoridades en algunas ciudades han empezado a aplicar duras medidas, atacando veintenas de los dispensarios ilegales y arrestando a docenas de propietarios y trabajadores.

Además, está ardiendo una batalla entre los nuevos empresarios y los productores de marihuana médica con licencia, quienes eran los únicos autorizados a cultivar y proveer la planta bajo las viejas regulaciones. Una de las partes se queja de que fue dejada afuera por un cártel políticamente conectado, en tanto la otra se queja de competencia injusta y nociva de aquellos que están violando la ley.

La colisión de dinero, política y vigilancia policial ha hecho de la marihuana con fines recreativos una importante prueba para Trudeau. Cómo la resuelva será observado atentamente en Canadá y Estados Unidos, donde la ley federal prohíbe la marihuana, pero leyes estatales son inconsistentes.

“Canadá está en busca de pegar un jonrón, en vez de sencillos y dobles”, dijo Allen St. Pierre, el director ejecutivo de la Organización Nacional por la Reforma de Leyes de Marihuana, con base en Estados Unidos. “Lo que el Sr. Trudeau está intentando hacer es algo con lo que solo podemos soñar aquí”.

Pero, no llegará rápidamente. Una fuerza de tarea se tomará algunos meses para reunir comentarios de oficiales locales y la población general antes de que el Parlamento empiece a trazar una iniciativa de ley. “Es un largo proceso, y le estamos dando duro”, dijo Bill Blair, legislador del Partido Liberal y ex jefe de policía de Toronto a quien Trudeau ha puesto a cargo de la campaña de la marihuana.

Blair dijo en entrevista que las máximas prioridades del gobierno son mantener la marihuana lejos de menores de edad y las ganancias de las manos de la delincuencia organizada. Eso pudiera apuntar a un sistema similar a la manera en que se vende licor en algunas provincias canadienses y estados de EU: estrictamente a través de tiendas pertenecientes al gobierno o con licencia.

Sin embargo, algunas ciudades en Columbia Británica no están dispuestas a esperar a Ottawa y están introduciendo sus propias políticas sobre marihuana en desafío a la ley federal. La provincia ha sido uno de los centros de cultivo y cultura de marihuana durante décadas, y colinda con el estado de Washington, donde la marihuana recreativa es legal… y sumamente lucrativa.

En Victoria, la capital de la provincia, donde más de 30 dispensarios han abierto en años recientes, dirigentes de la ciudad propusieron nuevas regulaciones a finales de julio que permitirían que ese tipo de negocios operaran, si se ciñen a ciertas restricciones.

Victoria sigue a Vancouver, que ya empezó a emitir licencias a algunas de las aproximadamente 120 tiendas de marihuana en la ciudad, siempre que cumplan con las reglas, como estar al menos a 300 metros de la escuela más cercana. Se concedieron dos licencias en la primavera, y cuando menos 11 más están próximas, informaron funcionarios.

Los dispensarios que no obtengan una licencia serán clausurados, según Kerry Jang, concejal de la ciudad de Vancouver. Jang descartó quejas en el sentido que la normatividad y cuotas – hasta 30,000 dólares canadienses, o alrededor de 23,000 dólares estadounidenses, por una licencia, y multas de 250 al día por violaciones – eran demasiado onerosas. “Se acostumbraron a ganar dinero a puños con muy poca supervisión”, dijo.

Krystian Wetulani, de 32 años de edad, quien es dueño de tres tiendas, dijo que se siente atrapado en la burocracia. Solamente una ha sido aprobada, y Wetulani está apelando una negativa para otra. Las multas se van acumulando mientras él busca ubicaciones que se adapten a las regulaciones. “Es imposible”, dijo Wetulani. “Los caseros oyen la palabra ‘mota’ y simplemente se niegan”.

En el lado oriental del centro, barrio bravo de Vancouver, un grupo de gente estaba fumando crack e inyectándose heroína sobre la acera afuera de Farm, dispensario con una autoproclamada misión de justicia social. Solamente da empleo a mujeres, muchas de ellas inmigrantes, ex prostitutas o víctimas de ataque sexual, y sus ingresos contribuyen a financiar programas del barrio como recolección de agujas y un jardín de la comunidad.

La ciudad tolera el uso abierto de drogas ilegales en el barrio y un sitio local de inyección segura para consumidores de heroína, pero Farm seguía cayendo en conflicto con las restricciones de distancia en las nuevas normas de marihuana y tuvo que ganar una apelación para mantenerse abierto.

Wang Jingzhi, inmigrante de 83 años de edad que vive en el cercano barrio chino, dijo que ella frecuentemente compra marihuana de Farm para aligerar los dolores y dolencias de la edad avanzada. “Cada vez que la fumo, todo mi cuerpo se siente mejor”, dijo en chino.

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Al igual que muchos en el negocio local de la marihuana, Cait Hurley, de 28 años, gerente del dispensario, dijo que le preocupa que nuevas regulaciones del gobierno favorezcan intereses corporativos y excluyan a mujeres y la clase trabajadora. “Hay mucho miedo que nos quiten esto”, destacó.

Bajo el conservador predecesor de Trudeau, Stephen Harper, el gobierno despojó a pacientes del derecho a cultivar su propia marihuana médica en 2013 y centralizó la producción y distribución a través de unas pocas empresas licenciadas. Pero en febrero, un tribunal federal restableció derechos de cultivo para pacientes; las nuevas reglas anunciadas el jueves pasado pusieron en marcha ese fallo.

Ante mayor competencia, los 34 productores con licencia del gobierno están pidiendo que todos sean obligados a las mismas reglas que ellos deben seguir, dijo Colette Rivet, directora ejecutiva de una asociación comercial de productores, Cannabis Canada. “Nos clausurarían si intentáramos vender a dispensarios”, dijo Rivet.

Algunos detractores de los esfuerzos de legalización de Trudeau ven un conflicto de interés en los cercanos vínculos entre entendidos políticos que moldean la política de la marihuana y los productores con licencia. La jefa de la fuerza de tarea, A. Anne McLellan, es una ex ministra del Gabinete que asesora a un bufete legal que representa a clientes en la industria, y Chuck Rifici, uno de los fundadores de uno de los productores con licencia, fue el tesorero voluntario del Partido Liberal de Trudeau hasta junio.

Rifici dijo que no tenía conexión alguna personal o políticamente con el proceso de legalización del gobierno, pero reconoció que las empresas con licencia “típicamente atraen personas que saben hacerse camino en el gobierno”.

Mientras legisladores diseñan nuevas políticas de legalización, empresarios que se apegan a la ley como Iván Miliovski dicen sentirse atrapados en medio. Miliovski dijo que su empresa, Vodis Pharmaceuticals, había pasado años e invertido millones de dólares buscando una licencia para producir marihuana medicinal bajo las normas existentes. Ahora todo su plan de negocios está en duda.

“Nosotros no sabemos qué va a pasar”, dijo Miliovski. “El temor es que eso no ayude a toda la gente que ha luchado y promovido e impulsado para darle legitimidad a esta industria”.

Dan Levin
© The New York Times 2016