Para conservar los empleos estadounidenses, fabricantes de chips comparten una fábrica y cifran sus esperanzas en Trump

LEHI, Utah ⎯ Ubicada al pie de las Montañas Wasatch aquí, la planta IM Flash es un paragón de la manufactura de alta tecnología en Estados Unidos.

Robots se deslizan a lo largo del techo, moviendo láminas de silicio del tamaño de platos extendidos entre enormes máquinas que depositan y graban capas microscópicas de material para fabricar los chips de memoria más avanzados del mundo.

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Para los 1,700 técnicos y científicos que atienden los robots y solucionan los problemas en el delicado proceso de manufactura, los empleos ofrecen salarios y beneficios generosos y facilitan el acceso a los muchos atractivos al aire libre de Utah.

Para Intel y Micron Technology, las dos compañías estadounidenses que son dueñas y operan conjuntamente IM Flash, la empresa les permite vender chips de memoria de vanguardia y tridimensionales mientras comparten los multimillonarios costos de una fábrica de semiconductores moderna.

Los chips de memoria producidos en la planta son “probablemente uno de los mayores avances de tecnología en los últimos 20 años”, dijo Jon Carterm quien supervisa la estrategia de Micron para nuevos productos de memoria. Y, como se apresuró a señalar, todo el trabajo se hizo en Estados Unidos. “Micron ha hecho un trabajo realmente bueno al dejar una buena huella en el frente interno”, afirmó.

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En muchas formas, sin embargo, la planta IM Flash es un caso atípico. Aunque las compañías basadas en Estados Unidos siguen dominando las ventas de chips en todo el mundo, solo un 13 por ciento de la capacidad de manufactura de chips del mundo estaba en este país en 2015, por debajo del 30 por ciento en 1990, según datos del gobierno.

Los fabricantes de chips atribuyen la declinación a una variedad de fuerzas, incluidas las altas tasas impositivas de Estados Unidos y los elevados subsidios ofrecidos por gobiernos extranjeros a las nuevas plantas de semiconductores, que pueden costar hasta 10,000 millones de dólares.

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“Es mucho más caro construir una fábrica en Estados Unidos”, dijo Stacy J. Smith, ejecutiva en Intel que supervisa la manufactura, las operaciones y las ventas. Intel ⎯ que predominantemente fabrica en Oregón y Arizona pero también tiene plantas en Irlanda, Israel y China ⎯ estima que el costo extra para una planta estadounidense es de más de 2,000 millones de dólares.

Los fabricantes de chips tienen esperanza de que el presidente Donald Trump, que ha prometido grandes recortes a los impuestos corporativos y un enfoque más severo hacia el comercio con China, les ayude.

El director ejecutivo de Intel, Brian M. Krzanich, hizo una demostración pública de su confianza en el gobierno recientemente cuando estuvo al lado de Trump en la Oficina Oval para anunciar que la compañía gastaría 7,000 millones de dólares para completar una fábrica de chips de vanguardia en Chandler, Arizona, creando 3,000 empleos de tiempo completo.

Intel dijo que estaba hablando con el gobierno de Trump y el Congreso sobre una amplia reducción del impuesto corporativo así como otras formas de mejorar los incentivos financieros para que los fabricantes de chips ubiquen nuevos proyectos en Estados Unidos. Aunque Estados Unidos tiene 76 plantas de semiconductores, muchas de ellas son más antiguas, y se están construyendo pocas nuevas.

Intel, cuya fuerza laboral depende fuertemente de inmigrantes altamente calificados, también está presionando al gobierno para que continúe permitiendo que esos inmigrantes entren al país. “Nos beneficiamos de poder contratar al mejor talento procedente de todo el mundo”, dijo Smith.

La industria de los chips gasta alrededor de una quinta parte de sus ingresos en investigación y desarrollo, pero quiere más financiamiento federal para investigación básica de problemas fundamentales, como la manera de colocar los transistores más juntos y si materiales diferentes al silicio pudieran formar la base de los chips del futuro.

“Nos gustaría que este gobierno duplicará las inversiones en la investigación básica en las universidades”, dijo John Neuffer, director ejecutivo de la Asociación de la Industria de Semiconductores, un grupo comercial que representa a los fabricantes de chips estadounidenses. “Ayúdenos a pedalear más rápido”.

Otros países se han vuelto más atractivos para los fabricantes de chips debido, en parte, al ascenso de las fundiciones de chips propiedad de Samsung en Corea del Sur y Taiwan Semiconductor Manufacturing Co. en Taiwán. Estas han hecho más fácil que compañías tecnológicas estadounidenses como Qualcomm y Apple diseñen chips de vanguardia en Estados Unidos pero subcontraten la producción en Asia.

En el fondo se cierne China, que es un actor secundario en la industria pero se ha comprometido a gastar más de 100,000 millones de dólares para crear una industria de chips de clase mundial.

“Hoy, es una amenaza modesta, pero dentro de dos, tres, cuatro años, si China lleva a cabo sus planes, pudiera ser muy importante para los subsectores de nuestra industria”, dijo Neuffer.

A diferencia de muchos de sus competidores, Intel, con sede en Santa Clara, California, y Micron, con sede en Boise, Idaho, fabrican la mayoría de sus chips en Estados Unidos y realizan virtualmente toda su investigación y desarrollo en Estados Unidos.

El enfoque que han adoptado con los chips de memoria 3-D ilustra la complejidad del negocio así como las fuerzas mundiales que presionan a la industria.

La planta IM Flash en Lehi fue construida en 1994 y fue la primera fábrica de Micron fuera de Boise. En 2005, Intel y Micron alcanzaron un acuerdo de asociación para ampliar la fábrica y producir memorias flash ahí, compartiendo los costos y la producción.

Las dos compañías han pasado los últimos 11 años desarrollando el tipo de memoria más nuevo, al cual llaman 3-D XPoint. El diseño combina las funciones de una memoria a corto plazo ultra rápida de una computadora y su almacenamiento más lento y a más largo plazo para crear un híbrido destinado a compañías como Facebook, Goldman Sachs y Exxon Mobil, las cuales necesitan procesar enormes cantidades de datos de manera confiable y a velocidades más altas.

David Kanter, analista principal de la firma de investigación Real World Technologies, dijo que le tecnología, que sigue siendo probada por la primera ronda de clientes, era muy prometedora. “Pudiera cambiar la manera en que opera la computación”, dijo.

Sin embargo, como con todas las nuevas tecnologías de chips, los productos iniciales probablemente serán costosos. La planta de Lehi continuará produciendo los tradicionales chips de memoria bidimensionales baratos mientras gradualmente amplía la producción de los chips más nuevos.

Ambas compañías han recurrido a fábricas extranjeras para compensar sus apuestas con otros productos; diseños de memoria flash 3-D menos costosos y con menor capacidad destinados a la amplia parte del mercado que quiere mejor desempeño pero no está dispuesta a pagar mucho dinero por la mejor tecnología disponible.

Micron comprometió 4,000 millones de dólares para ampliar una planta que posee en Singapur para producir chips de memoria flash 3-D, los cuales empezó a vender el año pasado.

Intel convirtió una fábrica antigua que construyó hace una década en Dalian, China, en una que produce chips de memoria 3-D de vanguardia.

“China es el mercado más grande para nosotros en el planeta”, dijo Smith de Intel. “Tenía sentido ubicar parte de la producción en China”.

En cualquier caso, Intel y Micron, que rechazó una oferta de adquisición de 23,000 millones de dólares por parte de una compañía china en 2015, dicen que pretenden mantener el grueso de su manufactura de chips en Estados Unidos.

Rob Magness, un empleado de IM Flash que trabaja con el equipo que graba y pule las láminas de silicio, es optimista, pero dijo que sabía lo frágil que era la industria.

Durante sus 25 años haciendo chips, ha visto a un patrón tras otro reducir la nómina y trasladar fábricas al extranjero mientras hacían frente a los brutales aspectos económicos de la producción de chips.

“Todos los lugares de los cuales vine están muriendo”, dijo. “Las otras dos compañías de memorias para las que trabajé realmente se fueron a pique. Los precios simplemente se abarataron demasiado”.

Vindu Goel
© 2017 New York Times News Service