Contrabandistas en Cisjordania abren la puerta a empleos en Israel, y a la violencia

DAHIYAT AL BARID, Cisjordania _ A las 4:15 de la mañana en una calle sin salida, un palestino de 33 años de edad salió corriendo de las sombras entre los edificios con una desvencijada escalera de madera. La apoyó contra el enorme muro de concreto y trepó, izándose tomado del borde los últimos 1.8 metros porque la escalera era demasiado corta.

Se supone que el muro, el cual Israel empezó a construir hace más de una década para frenar a los atacantes suicidas de la segunda intifada, debe evitar que los residentes palestinos de la ocupada Cisjordania entren en Israel sin pasar por los retenes militares donde sus documentos puedan ser examinados.

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Pero el palestino se situó en una brecha en la cerca de alambre de concertina que corona gran parte del muro de 644 kilómetros. Hizo un gesto hacia un sedán Daewoo blanco que se había detenido abajo y, uno por uno, cuatro jóvenes descendieron del auto, treparon la escalera de 13 peldaños, y se deslizaron por una cuerda que colgaba del otro lado.

A los pocos minutos, otro auto estaba llevando aceleradamente a los hombres a sitios de construcción en Israel, donde no tenían permisos para trabajar, y el hombre con la escalera estaba partiendo para buscar a más solicitantes de empleo dispuestos a pagar por escalar el muro.

“En Cisjordania, hay estafadores”, dijo el hombre, quien, como más de dos docenas de otros palestinos entrevistados para este artículo, habló a condición del anonimato porque estaba violando la ley. “Se les puede llamar estafadores, o se les puede llamar intermediarios”. Este cruce furtivo antes del amanecer es parte de una próspera industria de contrabando que permite a cantidades incalculables de personas pasar por encima, por debajo, a través o alrededor de lo que los israelíes llaman la barrera de seguridad, por un precio.

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La industria ofrece beneficios económicos a todos los involucrados: los trabajadores palestinos ganan el doble o el cuádruple de los salarios que pueden conseguir en Cisjordania; los contratistas y restauranteros israelíes pagan menos por la mano de obra ilegal que por los palestinos con permisos; y los contrabandistas cobran entre 65 y 200 dólares por cada persona que pasan. El castigo para los que son atrapados generalmente es ser enviados de vuelta al otro lado.

La práctica causa un hueco en el sistema de Israel para regular el acceso de los palestinos al trabajo dentro de Israel, y tiene implicaciones de seguridad: atacantes como los dos palestinos que dispararon fatalmente a cuatro personas en una cafetería de Tel Aviv en junio se colaron también.

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Los dos hombres vivían en Yatta, una aldea en el sur de Cisjordania, cerca de donde la barrera inconclusa consiste principalmente de una cerca de metal con numerosos huecos y brechas. Micky Rosenfeld, un vocero de la policía israelí, dijo que habían entrado a Israel ilegalmente, “muy probablemente vía una de las áreas que están abiertos o no se han completado”.

El Shin Bet, la agencia de seguridad interna de Israel, dice que del 1º de octubre del año pasado al 1º de febrero, 21 palestinos que atacaron a israelíes estaban ilegalmente en el país.

Desde el ataque de Tel Aviv, el Ministerio de Defensa de Israel ha prometido extender una forma más efectiva de la barrera hacia el sur, un área muy utilizada por los contrabandistas.

“Tenemos que entender que nunca se resolverá el problema”, dijo Nitzan Nuriel, un general de brigada israelí retirado y ex jefe de la oficina de antiterrorismo del primer ministro. “Siempre que hay trabajadores ilegales, es parte de la realidad, es parte de la economía”.

El desafío, dijo Nuriel, ahora un experto en antiterrorismo en el Centro Interdisciplinario en Herzliya, es filtrar a los potenciales terroristas de los trabajadores comunes. “Se tiene que decidir”, dijo, “a qué pescado atrapar y a qué pescado se le puede permitir nadar”.

Las razones económicas de la industria del contrabando son claras, e irresistibles.

El desempleo entre los palestinos cisjordanos es de un 20 por ciento en general, y es incluso más alto para los jóvenes. El salario inicial por día, según Jalil Shikaki, director del Centro Palestino para la Investigación Estratégica y de Evaluación en Ramala, es de entre 70 y 80 shekels (entre 18 y 20 dólares). Numerosos palestinos que trabajan ilegalmente en sitios de construcción israelíes dijeron que ganaban entre 80 y 100 dólares diarios.

Rosenfeld, el vocero policial, dijo que cientos de trabajadores ilegales eran detenidos cada semana, pero que las autoridades se estaban “enfocando en arrestar a aquellos que están intentando introducir a los palestinos ilegalmente”.

La primera vez que alguien es atrapado en Israel ilegalmente, dijo, la policía simplemente registra el incidente y libera al trabajador en Cisjordania. Los infractores reincidentes “comparecerán ante los tribunales” y podrían enfrentar otras sanciones, dijo Rosenfeld, y añadió que cualquiera sospechoso de tener vínculos con el terrorismo es enviado a los militares.

Pero los trabajadores palestinos que han sido arrestados varias veces dijeron en entrevistas que las consecuencias más serias que han enfrentado ha sido un interrogatorio y ser depositados en un retén lo más lejos posible de donde fueron detenidos.

Nuriel, el experto en antiterrorismo, dijo que sería demasiado costoso mantener a una población tan grande en la cárcel y que incluso los arrestos extendidos eran poco prácticos, y preguntó: “¿Quién va a interrogarlos?”

James Glanz and Rami Nazzal
© 2016 New York Times News Service