‘Creamos una aplicación ’: Dando seguimientos a tumbas mezcladas por las inundaciones de Luisiana

DENHAM SPRINGS, Luisiana _ En una bochornosa tarde, Arbie Goings estaba buscando muertos errantes.

Goings, un veterano del trabajo mortuorio en casos de desastre, ha estado actuando en las últimas semanas como “consultor de recuperación de cementerios” aquí en la parte de Luisiana que vio lo peor de las inundaciones recientes. El cementerio aquí realmente necesitaba la labor de recuperación: los ataúdes estaban desparramados, las tumbas estaban llenas de agua y no había forma de decir dónde iba cada féretro.

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Lo que posiblemente le esperaba, como Goings ha descubierto múltiples veces en la última década, eran búsquedas en los empapados registros de las casas funerarias, decisiones familiares difíciles sobre la apertura de ataúdes, el temido riesgo de suposiciones equivocadas y la perspectiva de que de plano no pudiera hacerse una identificación definitiva.

Pero para esta tarea macabra y peculiar, ¿qué otro sistema existe? “Hemos hablado de códigos de barras”, dijo Goings, cuya propia casa se inundó. Wal-Mart mueve miles de millones de cajas con códigos de barras. Parece funcionar bastante bien”.

La catástrofe es la madre de los inventos, una lección que pocos otros estados han tenido que aprender tan duramente como Luisiana. Con una costa que siempre se inunda y una posición en la línea del frente de los huracanes más feroces y otras amenazas climatológicas relacionadas con el cambio climático, el estado ha empezado a anunciarse como un laboratorio para el desastre, un lugar para descubrir cómo combatir el aumento de las tormentas o cómo reubicar a comunidades en peligro; o cómo dar seguimiento a los muertos.

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El caso de tumbas vaciadas por las inundaciones no es un fenómeno nuevo. Las búsquedas en los pantanos después del huracán Rita en 2005 resultó en el hallazgo de féretros que habían estado desaparecidos desde el huracán Audrey en 1957. Pero parece estar sucediendo con más frecuencia aquí, y, conforme las inundaciones costeras continúen en ascenso, podría empezar a suceder más frecuentemente en otras partes también.

Así que Goings y algunos otros _ principalmente Ryan Seidemann, fiscal asistente que está familiarizado con las vagas y complicadas leyes que rigen a los restos humanos; y Henry Yennie, destacado funcionario del Departamento de Salud estatal a cargo de dar seguimiento a los hospitalizados, los desaparecidos y los muertos después de los desastres _ empezaron a considerar informal, pero seriamente, qué hacer al respecto.

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“Los tres nos conocimos en el huracán Isaac”, dijo Seidemann mientras estaba sentado en su oficina, una habitación decorada con una colección de figuras de acción de la película “Raiders of the Lost Ark” y un cráneo humano falso que compró en línea. “Todos habíamos estado trabajando independientemente en estas cosas a lo largo de los años desde Katrina”.

Alrededor de 1,500 tumbas resultaron afectadas después del huracán Katrina en 2005, con mausoleos de granito que flotaban como barcos de batalla, según la descripción de Yennie, y ataúdes dispersos en kilómetros. Más de ellas resultaron afectadas posteriormente ese año durante Rita. Sucedió de nuevo en 2008 durante Gustav e Ike.

El trabajo fue particularmente lúgubre después del huracán Isaac en 2012 porque muchos de los alrededor de 200 féretros que quedaron varados en diques a lo largo del río Mississippi eran de madera y se habían roto. Durante esa operación de recuperación, empezaron las discusiones.

“Nos dimos cuenta de que simplemente iba a seguir ocurriendo”, dijo Goings.

No estaba equivocado. Este año hubo inundaciones de primavera, en agosto, la desastrosa anegación en toda la parte sur del estado, que desenterró cientos de ataúdes de unos 50 cementerios.

En los últimos años, Jessica Schexnayder, una investigadora retirada de la Universidad Estatal de Luisiana (LSU, por su sigla en inglés), había estado para auxiliar a muchos de estos cementerios. Ella y un antropólogo retirado de LSU han estado trazando mapas de las tumbas en todo el sur de Luisiana antes de que el hundimiento de la costa, el aumento de las tormentas, la erosión o las inundaciones eventualmente se llevaran muchos de ellos al mar. Su trabajo ha sido usado por funcionarios estatales después de tormentas anteriores, aunque algunas personas pensaban que no era particularmente aplicable aquí en las afueras de Baton Rouge.

“Cuando decidí trazar el mapa de los cementerios en Denham Springs, enfrenté un poco de oposición porque Denham Springs no está en la costa”, dijo Schexnayder. Ella respondió que la amenaza para muchos de estos cementerios era cuestión de cuándo, no de si se verían afectados. “Ahora, en 2016”, añadió, “he aquí el momento ‘cuándo’”.

Los médicos forenses en el sur de Luisiana se han vuelto expertos en enlazar los ataúdes errantes con las tumbas vacías, un acto de labor detectivesca que idealmente solo comprende el reconocimiento por parte de las casas funerarias pero pude involucrar abrir los féretros y buscar algún símbolo poco común: un palo de golf, un rosario distintivo o, en un caso después de Isaac, un paquete de seis cervezas. Sin embargo, en las pequeñas tumbas no registradas y mal marcadas que salpican el sur de Luisiana, la identificación en ocasiones es básicamente imposible.

La solución más rápida sería sepultar a los muertos a 1.80 metros de profundidad. Pero la práctica de los enterramientos en criptas sobre el suelo _ que no tiene nada que ver con un nivel freático elevado, pese a lo que digan los guías de turistas en Nueva Orleáns _ es una tradición que se remonta a siglos en Luisiana, y la que no es fácil que sea abandonada. En algunos lugares donde el Golfo de México está ganando terreno, los sitios de las tumbas han sido cubiertos con concreto para impedir que floten. Algunas tumbas han sido atadas con correas industriales.

Sin embargo, la mayoría de las tumbas no tendrán ese tipo de preparación y, por tanto, después de las inundaciones, la labor detectivesca repunta de nuevo. Tras Katrina, la legislatura estatal aprobó una ley que requería que todos los ataúdes fueran etiquetados con alguna forma de identificación, pero la ley no definió los mecanismos de aplicación. Ciertos modelos de féretros incluyen un nicho para un pequeño tubo de cristal, en el cual puede insertarse un acta de defunción. Pero las casas funerarias a menudo olvidan incluir la información o, si lo recuerda, a menudo llenan los formatos con tinta que se borra fácilmente.

Así que los experimentos continúan. A principios de este año, Yennie y otros en el grupo de rastreo de tumbas pegaron balizas electrónicas a algunos féretros que se sabia que eran “flotadores frecuentes”, al lado de un pantano que a menudo se inunda en las afueras de Nueva Orleáns. Funcionaron. Pero los interrogantes siguieron siendo cómo se deberían pegar las balizas de manera confiable, quién las pegaría y qué sucedería cuando las baterías se agotaran.

Dieron el siguiente caso lógico. “Creamos una aplicación”, dijo Yennie.

La idea es colocar códigos de barras discretos en todos los ataúdes y tumbas. Estos códigos, como demostró Yennie con su teléfono, pudieran ser escaneados, y luego la aplicación ofrecería la información de identificación sobre quién está en el interior. El concepto está en sus primeras etapas, dijo, pero es prometedor.

No se dio a tiempo para Marie Cain. Después de las inundaciones, la hija de Cain fue a verificar el tranquilo y pequeño cementerio donde el esposo de Cain, Norman, había sido sepultado un año antes.

“Ella me llamó y me dijo: ‘Mamá, papá ha desaparecido’”, recordó Cain, de 66 años de edad. La familia buscó en un estacionamiento de casas rodantes cercano y el bosque circundante, y encontró otros 15 ataúdes y criptas antes de finalmente descubrir el que creían era el de su difunto. Lo llevaron de vuelta al cementerio en una camioneta pickup, cubierto con una lona y lo colocaron al lado de la tumba vacía.

El ataúd tenía el pequeño nicho para el certificado de defunción, pero el tubo de cristal no estaba, dijo Cain. Sin embargo, ella estaba segura de que habían encontrado el correcto. Casi completamente segura.

“Abriré la tapa”, dijo, reconociendo que la tarea podría ser desagradable, pero lo que está en juego es importante. “No quiero yacer por toda la eternidad al lado de alguna anciana o algún anciano al que no conozca”.

Campbell Robertson
© 2016 New York Times News Service