Crímenes sin móvil

Juan arturo Salinas

Hemos visto un fenómeno singular en materia de criminalística y criminología: hay detenidos pero no hay móvil, y en muchos casos no hay siquiera autor intelectual

Una de las principales interrogantes de un crimen es el móvil. La víctima, si es que fue identificada desde un primer momento o si requirió de una tarea de identificación, y el modus operandi, así como el planteamiento de las hipótesis del móvil, pueden conducir a identificar al victimario.
Pero en los últimos meses, coincidiendo con la llegada de nuevos gobiernos, hemos visto un fenómeno singular en materia de criminalística y crimonología: hay detenidos pero no hay móvil, y en muchos casos no hay siquiera autor intelectual, como si los autores materiales no fueran capaces de denunciarlo o de brindar pistas que lleven a su identificación.

Estas líneas de trabajo del Ministerio Público, de la Fiscalía y pareciera que hasta del Poder Judicial oscurece no solo los móviles sino los secuaces y los autores intelectuales.

Aún quedan muchos aspectos oscuros en el crimen que los policías municipales Martín Trinidad Martínez y Esteban Heriberto Galaz Gómez perpetraron en contra del comerciante José Alberto Cantero Ramírez ya que sin la colaboración de al menos un tercer implicado, no podrían haber sabido que este hombre trabajador portaba casi 45 mil dólares la noche del 1 de septiembre de 2022 y al cual asesinaron y carbonizaron en las vías del ferrocarril de la colonia Libertad, cerca del punto donde lo interceptaron.

En enero del 2023 fueron sentenciados a 10 y 15 años de prisión en un caso que, como ya fue referido, tiene muchos puntos oscuros.

Lo mismo ha ocurrido con la muerte de la periodista Lourdes Maldonado, cuyo móvil queda en la oscuridad a conveniencia de los gobiernos en turno, para utilizarlo con fines políticos.
Casi la misma suerte corrió el fotoperiodista Margarito Martínez, aunque solo por evidencias inocultables quedó en claro que hubo un autor intelectual, David López Jiménez, apodado el Cabo 20 que pagó 20 mil pesos a sus verdugos para impedir que filtrara información sobre sus actividades delictivas.

En suma, hemos sabido de la identidad de las víctimas y en casi milagrosas ocasiones hasta de sus ejecutores, pero en muchos casos ha quedado en la penumbra el móvil del crimen y esto nos deja en una gran indefensión como sociedad.