Un diagnóstico impactante: Los implantes de seno ‘me produjeron cáncer’

NUEVA YORK ⎯ Raylene Hollrah tenía 33 años de edad y una hija pequeña cuando se enteró de que tenía cáncer de seno. Tomó una decisión difícil, una que esperaba le salvara la vida: se sometió a una mastectomía doble, una quimioterapia extenuante y luego a una cirugía reconstructiva.

En 2013, seis años después de su primer diagnóstico, el cáncer volvió ⎯ no cáncer de seno, sino una malignidad rara del sistema inmunitario ⎯ causado por los implantes usados para reconstruir su pecho.

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“Todo mi mundo se desmoronó de nuevo”, dijo Hollrah, ahora de 43 años, quien es dueña de una agencia de seguros en Hermann, Missouri. “Había pasado los últimos seis años yendo al oncólogo cada tres meses tratando de mantener a raya el cáncer, y aquí estaba algo que había puesto en mi cuerpo para tratar de ayudarme a sentir más como mujer y que me provocó cáncer. Pensé: ‘No veré crecer a mis hijos’”.

Su enfermedad ⎯ linfoma anaplásico de células grandes asociado a implantes ⎯ es un cáncer misterioso que ha afectado a una proporción diminuta de los más de 10 millones de mujeres en el mundo que han recibido implantes. Casi todos los casos han sido vinculados a los implantes con una superficie texturizada o ligeramente rugosa, en vez de una cubierta lisa. La textura pudiera causar una inflamación que conduce al cáncer. Detectado en etapas tempranas, el linfoma a menudo es curable.

La Agencia de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por su sigla en inglés) reportó por primera vez un vínculo entre los implantes y la enfermedad en 2011, y se añadió la información al etiquetado de los productos. Pero las advertencias añadidas están profundamente escondidas en una densa lista de complicaciones, y ninguno de los implantes ha sido retirado del mercado. La FDA aconseja a las mujeres solo “seguir las acciones recomendadas por su médico para monitorear sus implantes mamarios”, afirmó una vocera en un correo electrónico este mes.

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Hasta recientemente, muchos médicos nunca habían oído hablar de la enfermedad, y poco se sabía sobre las mujeres que repentinamente recibían el impactante diagnóstico de cáncer provocado por los implantes.

Una actualización de la FDA en marzo que vinculó nueve muertes a los implantes ha ayudado a despertar la conciencia. La agencia ha recibido 359 reportes de linfoma asociado con implantes de todo el mundo, aunque el recuento de casos real se desconoce porque el sistema de monitoreo de la FDA depende de los reportes voluntarios de médicos o pacientes. Se espera que la cifra aumente conforme más doctores y patólogos reconozcan la conexión entre los implantes y la enfermedad.

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Las mujeres que han tenido el linfoma dicen que la atención que está recibiendo ahora está muy atrasada, que muy pocas mujeres han sido informadas del riesgo y que aquellas con síntomas a menudo enfrentan retrasos y errores en el diagnóstico, y dificultades para recibir la atención adecuada. Algunas se han enfermado gravemente.

Los implantes se han vuelto cada vez más populares. De 2000 a 2016, el número de cirugías de aumento de senos en Estados Unidos se elevó 37 por ciento, y las reconstrucciones después de la mastectomía crecieron en 39 por ciento.

Anualmente, casi 400,000 mujeres en Estados Unidos reciben implantes mamarios, alrededor de 300,000 para una cirugía cosmética de aumento de senos y alrededor de 100,000 para una de reconstrucción tras el cáncer, según la Asociación Estadounidense de Cirujanos Plásticos. Allergan y Mentor son los principales fabricantes. En todo el mundo, alrededor de 1.4 millones de mujeres recibieron implantes en 2015.

A fines de 2015, solo alrededor de 30 por ciento de los cirujanos plásticos estaba discutiendo rutinariamente el tema del cáncer con las pacientes, según el doctor Mark W. Clemens II, un cirujano plástico y experto en la enfermedad en el MD Anderson Cancer Center de la Universidad de Texas en Houston.

“Me gustaría pensar que desde entonces hemos hecho avances en ese aspecto”, dijo Clemens.

A fines del año pasado, una alianza de centros oncológicos, National Comprehensive Cancer Network, emitió lineamientos de tratamiento. Expertos coinciden en que el primer paso esencial es retirar el implante y toda la cápsula de tejido cicatrizal alrededor de él. De otro modo, es probable que la enfermedad vuelva a ocurrir, y el pronóstico empeore.

No todas las mujeres han podido recibir el tratamiento recomendado. Kimra Rogers, de 50 años de edad, una asistente de enfermería en Caldwell, Idaho, se enteró en mayo pasado de que tenía linfoma, por los implantes texturizados que había tenido durante más de 10 años. Pero en vez de retirar los implantes y las cápsulas de inmediato, su médico prescribió seis rondas de quimioterapia y 25 rondas de radiación. Un año después, sigue teniendo los implantes.

“Desafortunadamente, mi médico no conocía la primera línea de defensa”, dijo Rogers.

Ella se enteró de la importancia de que le retiraran los implantes solo a través de otras mujeres en un grupo de Facebook para quienes padecen la enfermedad.

Su aseguradora de salud, Blue Cross Blue Shield de Montana, cubrió la quimioterapia y la radiación, pero se ha negado a pagar el retiro de los implantes, y le dijo que sus derechos de apelación se habían “acabado”. En una declaración enviada a The New York Times, un vocero señaló: “Los implantes de senos cosméticos son una exclusión del contrato, así como cualquier servicio relacionado con complicaciones de los implantes de senos cosméticos, incluidos el retiro y la reconstrucción”.

Los médicos disputan ese razonamiento, diciendo que la cirugía es necesaria para atender el cáncer. El abogado de la paciente, Graham Newman, de Columbia, Carolina del Sur, dijo que estaba planeando una demanda contra los fabricantes de implantes, y tenía unas 20 clientas más con linfoma por implantes mamarios en Australia, Canadá, Inglaterra y Estados Unidos.

Rogers no ha podido trabajar durante un año. Si tiene que pagar para que le retiren los implantes, significará tomar un préstamo por 12,000 dólares.

“Pero mi vida lo vale”, dijo.

Las aseguradoras generalmente cubren los implantes después de una mastectomía, pero no el agrandamiento cosmético, que cuesta 7,500 dólares o más. Las operaciones repetidas por complicaciones también son comunes, y habitualmente cuestan más que la cirugía original.

La mayor parte de los canceres se ha desarrollado de dos a 28 años después de la cirugía de implante, con una media de ocho años. Una enorme mayoría ocurrió con implantes texturizados.

La mayoría de los implantes en Estados Unidos son lisos. Pero para algunos, incluidos aquellos en forma de gota que se verían mal si rotaran, la textura es preferible, porque el tejido puede crecer sobre la superficie rugosa y ayudar a fijar el implante.

Los investigadores estiman que en Europa y Estados Unidos, una de cada 30,000 mujeres con implantes texturizados desarrollará la enfermedad. Pero en Australia la estimación es más alta: entre una de cada 10,000 y una de cada mil. Nadie sabe por qué se da esa discrepancia.

Lo que hay dentro del implante ⎯ silicona o solución salina ⎯ no parece marcar una diferencia. Las cifras de casos han sido similares para los dos tipos.

Los síntomas del linfoma habitualmente incluyen una dolorosa hinchazón y acumulación de líquido en torno al implante. En ocasiones hay protuberancias en el seno o la axila.

Para hacer un diagnóstico, los médicos drenan el líquido del seno y lo someten a pruebas para detectar una sustancia llamada CD30, que indica linfoma.

La enfermedad habitualmente es tratable y no es fatal a menudo. Retirar el implante y toda la cápsula de tejido cicatrizal alrededor del mismo a menudo elimina el linfoma. Pero si el cáncer se ha propagado, las mujeres necesitan quimioterapia y, a veces, radiación.

“En los casos en que hemos visto malos resultados, habitualmente fue porque no fueron tratados o hubo un retraso importante en el tratamiento, del orden de años”, dijo Clemens. Los médicos en MD Anderson han tratado 38 casos y tienen un laboratorio dedicado a estudiar la enfermedad.

Un 85 por ciento de los casos se pueden curar con la cirugía, dijo. Pero añadió que, en el pasado, antes de que los médicos comprendieran lo bien que funcionaba la cirugía, muchas mujeres estaban recibiendo quimioterapia que probablemente no necesitaban.

A Hollrah le insertaron los implantes en 2008 y se sintió bien durante cinco años. Luego, en 2013, en cuestión de días, su seno derecho triplicó su tamaño, llenándose dolorosamente de líquido.

Su cirujano plástico retiró el implante y lo reemplazó. Acababa de leer sobre el linfoma, así que para asegurarse, ordenó una prueba de detección de CD30. Los resultados fueron positivos.

“Es un momento que nunca olvidaré”, dijo Hollrah. “Dijo: ‘Tienes cáncer de nuevo, pero no es cáncer de seno’”.

Por recomendación de su médico, vio a Clemens, quien retiró los implantes y el tejido circundante. Se planearon sesiones de quimioterapia y radiación, pero resultaron ser innecesarias, porque las pruebas encontraron que el cáncer no se propagó. Sigue bien, pero regresa al MD Anderson una vez al año para someterse a pruebas.

“Seré monitoreada por el resto de mi vida”, dijo.

Denise Grady
© 2017 New York Times News Service