Divididos por raza, unidos por el dolor

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No hay soluciones rápidas para ponerle fin a este ciclo de baños de sangre, a esas desgarradoras imágenes de Luisiana, de Minnesota, de Texas, de un país en problemas desesperados, con tanto dolor que aliviar, con tanta rabia que exorcizar, con tantas injusticias a las que hacer frente.

Pero sí tenemos opciones para absorber lo que ha ocurrido, para decidir la precipitación con la que señalamos culpables. Es muy importante tomar las decisiones adecuados y quedarnos con una esperanza real para desentrañar esta situación. Si nos equivocamos al tomar las decisiones, la posibilidad de solución quedaría aún más fuera de nuestro alcance.

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Lo mismo un debate público que nos asigna a diferentes tribus y a intereses encontrados, siendo que casi todos queremos lo mismo: que cesen las matanzas y que cada persona se siente respetada y a salvo.

Tenemos desacuerdos sobre la forma de llegar a eso, pero ellos no justifican los titulares incendiarios que aparecieron en la primera página de The New York Post (“Guerra civil”) o hasta arriba de The Drudge Report (“Las vidas negras matan”). No es necesario que se conviertan en líneas de batalla acendradas.

“Hemos degenerado en una especie de separatismo y cada quien ha tomado su esquina”, afirmó Malik Aziz, subjefe de policía de Dallas en una entrevista con CNN el viernes. “No deberían de ocurrir días como lo de ayer o de anteayer. Pero si llegan a suceder, seamos humanos. Seamos hombres y mujeres honorables y sentémonos a una mesa a averiguar cómo podemos evitar que eso vuelva a suceder, y seamos sinceros de corazón.”

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“Estamos fallando en eso en todos sentidos”, concluyó, expresando un sentimiento manifestado por funcionarios públicos blancos y negros, republicanos y demócratas, en lamentos que básicamente reiteran las mismas palabras.

Separado, dividido: esas palabras y sus variantes se escuchan por todas partes, en una nota de calificaciones que es tan condenatoria para el país como indiscutible también.

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Separado, dividido: no dejo de ver eso en los comentaristas que hablan uno tras otro, en un barullo que cada vez es más difícil de soportar.

Separado, dividido: no dejo de pensar en Donald Trump y en que él en particular explota nuestro alejamiento y lo profundiza.

El viernes no fue así. Él publico mensajes pesarosos y reflexivos en Twitter y Facebook y anunció que pospondría un discurso sobre oportunidades económicas que tenía programado pronunciar. Por lo demás, guardó silencio y si bien eso fue completamente ajeno a su carácter, estuvo totalmente alineado con la sacudida y la confusión que estaban viviendo los estadounidenses.

Hillary Clinton luchó con esa confusión en una entrevista con Wolf Blitzer de CNN, en la que hizo énfasis en que “no podemos entregarnos a una retórica llena de odio”. Cuando se le preguntó si ella sería mejor que Trump para manejar las relaciones raciales, ella no quiso menospreciar a su rival. No era el momento de hacerlo.

No podemos evitar caer en las mismas trampas de siempre. No podemos evitar sacar conclusiones precipitadas, conexiones fallidas. Como era de preverse, después del asesinato de cinco agentes de policía en dallas, el jueves por la tarde, hubo una recurrencia de menciones a que eso era el fruto y la culpa del movimiento Las Vidas Negras Cuentan y que las acusaciones de mala conducta entre los policías equivalen a ponerle precio a la vida de los agentes de la ley.

Esta fue una interpretación de los eventos muy deliberadamente selectiva. Pasó por alto el perfil del presunto gatillero, que ha emergido como el de alguien que actuó por su cuenta, sin ser el emisario de algún grupo agraviado.

Pasó por alto la forma tan pacífica en que empezó la protesta en dallas y la calma en que se fue desarrollando hasta que sonaron los disparos. Blancos y negros estuvieron juntos. Civiles y policías estuvieron juntos. Esos policías estaban ahí precisamente porque habían sido informados de la manifestación y los incorporaron en su planeación. La policía era una presencia colaborativa, no enemiga.

“Había agentes de policía tomándose la foto con los manifestantes, protegiéndolos, resguardándolos, procurando que llegaran de un punto hasta el otro”, recuerda Aziz.

Y en medio del tiroteo, el instinto de los agentes no fue huir para cubrirse, sino correr hacia el origen de los disparos y quitar a los manifestantes del camino. Si no rendimos el debido homenaje a su acción, no tendremos nunca la responsabilidad total de los agentes que también es necesaria,y nunca podremos abordar las demandas urgentes y legítimas que fueron el motivo de la manifestación de Dallas y de otras partes.

“Estamos heridos”, afirmó en conferencia de prensa David Brown, el jefe de la policía de Dallas, el viernes por la mañana. “Nuestra profesión está herida.”

Él es negro. También son negros muchos otros agentes del cuerpo policiaco de Dallas, un departamento diverso con muy buen historial. E imploró a todos que recordaran que esos hombres y mujeres, en Dallas y en otras partes, “literalmente arriesgan la vida para proteger nuestra democracia”.

“Las más de las veces no sentimos mucho apoyo”, continuó. “Que esta vez no sea como las más de las veces.”

Ese llamado fue más conmovedor por la forma en que unió a la policía y los manifestantes en un deseo de que no se hicieran juicios demoledores y condenatorios contra todo un grupo de personas, el deseo de resistirse a esos prejuicios, de renunciar a ese cinismo.

Debemos de tener el corazón abierta y la mente fría de ese modo.

Pero también hay que ser honestos y no amilanarnos ante la fealdad desnudada por la tecnología y los medios sociales; por las escenas de los policías acribillando a balazos a Alton Sterling en Baton Rouge, Luisiana, el martes, y las de Philando Castile, sangrando y muriendo al lado de su novia, Diamond Reynolds, el miércoles en Falcon Heights, Minnesota. Una y otra vez, Reynolds le llama “señor” al agente de policía que le disparó a Castile y cuya arma seguía ostensiblemente apuntada hacia el interior del auto, donde estaban sentadas ella y su hija de cuatro años, Dae’Anna. Es un retrato impresionante íntimo de incredulidad y desamparo.

El viernes por la mañana, Reynolds se presentó en CNN e insistió en que su historia no debe de verse de manera aislada. “Esto es cosa de las familias que han perdido a los suyos”, afirmó.

“Esa cosa que sucedió en Dallas no ocurrió por algo que tuvo lugar en Minnesota”, continuó. “Esto va más allá de Philando. Esto va más allá de Trayvon Martin. Esto va más allá de Sandra Bland. Esto va más allá de todos nosotros.”

Agregó que el viernes iba a ser la ceremonia de fin de cursos de preescolar de Dae’Anna, a la que Castile tenía pensado asistir, y que su ausencia iba a ser un duro golpe para la niña.

Reflexionando en la muerte de Castile, Mark Dayton, gobernador de Minnesota, se preguntó: “¿Hubiera sucedido esto si esas personas hubieran sido blancas? No creo que hubiera ocurrido.”

Es una pregunta importante, una conjetura defensible y necesitamos poder escuchar y expresar las dos cosas sin el estallido inmediato de la guerra política, sin superponerle a la narrativa causas particulares o electorados determinados, como si cada nuevo evento y cada muerte fueran un mazo para ser blandido.

Aquí solo hay una causa: tomar las medidas necesarias _ en justicia penal, en capacitación policiaca, en las escuelas, en el discurso público _ para que cada uno de nosotros pueda pasar sus días con toda la paz posible. Y el electorado de eso es el de todo el país.

Entre las decisiones importantes que hay que tomar es saber a quién escuchar. Por ahí hay voces _ demasiadas voces _ que solo buscan inflamar. Pero hay otras que no buscan eso. En Dallas destacaron tres voces.

Una fue la del alcalde Mike Rawlings, que lamentó que las cuestiones raciales “nos sigan dividiendo”.

“Esto es culpa de los líderes de mi generación”, afirmó el alcalde, que es blanco. “Fue bajo nuestra mirada que permitimos que esto siguiera descomponiéndose, que condujimos a la siguiente generación por un depravado camino de retórica y de acciones que ponen a unos en contra de los otros.”

Otra de las voces fue la de Erik Wilson, alcalde asistente interino de la ciudad, que es negro. “Nunca se ha resulto un solo conflicto mediante la violencia”, declaró en CNN. “Siempre se han solucionado con diálogo. Y eso es algo en lo que debemos concentrarnos.”

Y además estuvo el subjefe de policía Aziz, que también es negro. Refiriéndose a los casos de fuerza policiaca excesiva que se han presentado en todo el país, él dijo que “debemos de pedirles cuentas (a los responsables) y es para eso que tenemos establecido un sistema de justicia penal”.

Pero de igual importancia, agregó, es “un auténtico diálogo con la comunidad, de la que ya no podemos estar separados. No podemos dividirnos a nosotros mismos”.

Separados, divididos: esas dos palabras de nuevo. Son nuestra maldición ahora. ¿Acaso serán también nuestro destino?