Ejercicio reduce significativamente los síntomas de ansiedad

Tanto el ejercicio de baja como de alta intensidad pueden aliviar significativamente la ansiedad, según un nuevo estudio en el Journal of Affective Disorders. La investigación siguió a 286 personas con síndrome de ansiedad mientras participaban en entrenamientos regulares durante un período de 12 semanas, y encontró que si bien una actividad más intensa producía una mayor reducción de los síntomas, incluso el ejercicio suave generaba una mejora notable en los pacientes a largo plazo.

Después de reclutar participantes de entornos de atención primaria en Suecia, los autores del estudio asignaron aleatoriamente a cada individuo a un régimen de entrenamiento de baja o alta intensidad, o un grupo de control. Aquellos en los grupos de ejercicio participaron en entrenamientos guiados tres veces por semana, mientras que los controles no fueron invitados a ninguna sesión, pero recibieron consejos de salud pública estándar con respecto a la actividad física en el hogar.

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Cada entrenamiento duró una hora, con entrenamiento de baja intensidad diseñado para aumentar la frecuencia cardíaca de los participantes al 60 por ciento de su máximo, mientras que los del grupo de alta intensidad alcanzaron el 75 por ciento de su frecuencia cardíaca máxima.

Al final del período de estudio de 12 semanas, los del grupo de ejercicio de baja intensidad tenían 3,62 veces más probabilidades que los controles de haber experimentado una reducción en sus puntuaciones de ansiedad. Para aquellos en el grupo de alta intensidad, las posibilidades de mejora fueron 4.88 veces mayores que las de los controles. Es importante destacar que estos resultados no fueron proporcionales a las reducciones de la depresión, lo que indica que el ejercicio puede ayudar a aliviar la ansiedad mediante un mecanismo que es independiente de su efecto antidepresivo.

Al comentar sobre estos hallazgos, la autora del estudio, Malin Henriksson, explicó en un comunicado que “hubo una tendencia de intensidad significativa hacia la mejora, es decir, cuanto más intensamente se ejercitaban, más mejoraban sus síntomas de ansiedad”.

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No se comprende exactamente cómo el ejercicio produce estos beneficios, aunque los investigadores proponen una serie de hipótesis que pueden ser dignas de mayor investigación. Por ejemplo, especulan que el aspecto social de los entrenamientos grupales puede ser parcialmente responsable de la reducción observada de los síntomas, ya que muchos de los involucrados en el estudio eran socialmente retraídos y, por lo tanto, pueden haber encontrado terapéutico el contacto con otros miembros del grupo.

Además, sugieren que el ejercicio puede estimular la liberación de una hormona llamada factor de crecimiento similar a la insulina 1 (IGF-1), que se sabe que promueve la neuroplasticidad y que se ha demostrado que atenúa la ansiedad en ratones.

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Si bien estas vías potenciales siguen sin confirmarse, los investigadores dicen que sus resultados pueden ser de gran importancia tanto para los profesionales de la salud como para los pacientes que sufren de ansiedad. “Los médicos de atención primaria necesitan tratamientos individualizados, que tengan pocos efectos secundarios y sean fáciles de recetar”, dijo la autora del estudio, Maria Åberg.

“El modelo de 12 semanas de entrenamiento físico, independientemente de la intensidad, representa un tratamiento eficaz que debería estar disponible en la atención primaria de salud con más frecuencia para las personas con problemas de ansiedad”.

Con información de IFL Science