El Chapo espiaba a su esposa y amantes mientras el FBI lo escuchaba

La vida grabada y grabada de Joaquín “El Chapo” Guzmán ha dominado las pruebas de esta semana en su juicio por presuntamente dirigir la organización de narcotraficantes más grande del mundo.

El testimonio reveló que Guzmán usó un avanzado sistema de comunicaciones cifradas para espiar a sus cuatro (quizás cinco) esposas, amantes en serie y hasta 19 niños, incluso cuando las autoridades estadounidenses lo espiaron.

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En una llamada, el jefe del cartel fue registrado para las autoridades estadounidenses con la esperanza de armar un día a una hija de seis meses con un AK-47 Kalashnikov.

La vida electrónica de El Chapo se reveló gracias a la evidencia de un agente encubierto del FBI, Charles Stephen Marston, y al hombre que reclutó: el principal reparador de TI del cartel, Cristian Rodríguez.

Marston se había hecho pasar por un mafioso ruso para atraer a Rodríguez a revelar códigos para las comunicaciones que utilizan el protocolo de voz sobre Internet usando servidores en los Países Bajos.

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Rodríguez ya había aparecido como evidencia, cuando el narco colombiano Jorge Cifuentes lo describió como “demasiado irresponsable” para establecer un escudo de cifrado adecuado en una de las guaridas de Guzmán. Lo que Cifuentes no sabía era que Rodríguez era peor que eso: estaba “cooperando proactivamente” con el FBI.

Al testificar el miércoles, Rodríguez explicó cómo Guzmán le ordenó instalar un “software espía” llamado FlexiSPY en 50 “teléfonos especiales”, como los llamó Guzmán.

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El jefe del cartel se obsesionó con la tecnología y quería que Rodríguez la conectara para permitirle el acceso a las computadoras de otras personas también. En una ocasión, Rodíguez lo hizo en presencia de la mujer encuestada, a quien Guzmán “distrajo” mientras instalaba el insecto.

Una serie de mensajes se presentaron como evidencia, exponiendo a Guzmán a un nivel de intimidad al que ninguna otra mafia ha sido sometida en audiencia pública: mensajes a la actual esposa de Guzmán, Emma Coronel Aispuro, y una amante, Agustina Cabanillas Acosta, quien Guzmán llama “Fiera” – bestia salvaje.

Guzmán le cuenta a Emma acerca de un escape en la parte trasera de una casa segura; “Oh amor, eso es horrible”, responde ella.

La Sra. Coronel se sentó en el tribunal para escuchar la evidencia y leer los mensajes por segunda vez, incluidos aquellos que sugieren que actuó como intermediaria en el negocio. La Sra. Coronel ha negado toda actividad ilegal y conocimiento de los de su esposo.