El nuncio retador

CIUDAD DE MÉXICO (proceso).- A cinco meses de su llegada a México, Franco Coppola, el nuncio apostólico de Francisco, ya logró aplacar las multitudinarias movilizaciones contra las bodas gay, encabezadas por los grupos conservadores y un sector de la jerarquía eclesiástica, para empezar a imponer en su lugar un discurso de “denuncia social” contra la desigualdad, la pobreza, la corrupción y la violencia en el país; esto, por tratarse de asuntos internos, podría acarrear “fricciones diplomáticas” entre México y el Vaticano.

Con experiencia diplomática en países en “desastre”, Coppola además intentará que el aletargado episcopado mexicano le dé prioridad a esta “agenda social” del Papa. Y también intervendrá en los alrededor de 10 nombramientos de obispos que están en puerta, sobre todo en el relevo del cardenal Norberto Rivera Carrera, arzobispo primado de México, quien debe presentar su renuncia a mediados de este año.

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Así, aseguran los especialistas, el corpulento diplomático italiano de 59 años es hoy “el principal operador” de Jorge Bergoglio en México y está tomando un “papel protagónico” para reconfigurar y darle empuje a la jerarquía católica.
Bernardo Barranco, especialista en temas eclesiásticos, comenta: “Tan pronto llegó a México, el nuevo representante papal logró aplacar las movilizaciones de los grupos de ultraderecha que, alentados por el sector conservador de la jerarquía, impugnaban las bodas gay con actitudes intolerantes y homofóbicas, e incluso ya se posicionaban a favor del PAN para las elecciones de 2018.

“Sobre esta agenda moral de la ultraderecha, Coppola intenta acentuar la agenda social de Bergoglio. Por eso está criticando la pobreza, la desigualdad social y la violencia en México, con un discurso muy llano y directo que no habíamos visto en los anteriores nuncios.”

Por su lado, Roberto Velázquez Nieto, especialista en las relaciones entre México y el Vaticano, señala: “En la historia reciente no hay ningún precedente de algún nuncio que haya tocado, de manera tan crítica y directa, asuntos internos tan sensibles. Los anteriores representantes diplomáticos de la Santa Sede, desde Jerónimo Prigione hasta Christophe Pierre, siempre se refirieron a estos espinosos problemas de manera muy matizada y cortés.

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“Pero hoy Coppola está empezando a tener un papel protagónico al lanzar esta fuerte denuncia social a favor de los excluidos, sobre todo valiéndose de su cuenta de Facebook. Esto puede ocasionar fricciones diplomáticas entre México y la Santa Sede, como ya las ha habido a causa de opiniones externadas por el mismo Bergoglio.”

En efecto, en su cuenta de Facebook, el 15 de septiembre del año pasado, cuando aún no llegaba a México, Coppola escribió: “Quiero comenzar a conocer a ese país tan vasto y tan poblado, con una tradición católica tan arraigada entre la gente; un país que, sin embargo, padece una escandalosa pobreza y una escandalosa violencia”.

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Y anunció que llegaría a México el 28 de ese mes.

Tres meses después, en diciembre, y ya instalado en la nunciatura, Coppola escribió en Facebook que México “cuenta entre sus ciudadanos con algunos de los hombres más ricos de la tierra, pero también con decenas de millones de personas que viven en condiciones lamentables, abandonadas, a merced de las innumerables bandas de delincuentes organizados dedicados al tráfico de drogas y personas”.

Y sobre el grave problema de la “corrupción”, refirió que se da “en todos los niveles”, en un país que ya de por sí “está viviendo una crisis política profunda y acontecimientos impredecibles”.

Después, durante una homilía celebrada en la Basílica de Guadalupe el pasado 7 de enero, Coppola declaró estar “impresionado” por los altos niveles de pobreza en México: “¡Cuántos pobres hay todavía! ¡No es posible, no es posible!”, exclamó.

Agenda social

Al llegar Coppola a México, a finales de septiembre pasado, la Iglesia vivía un momento muy convulso: el Frente Nacional por la Familia (FNF, formado por muchas organizaciones de laicos católicos) realizaba marchas y movilizaciones en todo el país en protesta por la iniciativa del presidente Enrique Peña Nieto para dar reconocimiento jurídico a los matrimonios entre personas del mismo sexo, así como su derecho a adoptar. Peña Nieto además intentaba cambiar el contenido de los libros de texto gratuito para instruir a los niños en el tema de la diversidad sexual.

Mediante comunicados de prensa, la Conferencia del Episcopado Mexicano llegó a apoyar las protestas del FNF porque –decía– estaba defendiendo los “recursos más vitales del país”, como son “la familia y la educación”. Incluso algunos obispos llegaron a participar en las marchas del FNF. Mientras tanto, Rivera Carrera, sobre todo en el semanario de su arquidiócesis, Desde la fe, emprendía una fuerte campaña contra los matrimonios igualitarios y la comunidad LGBTTTI (lésbico, gay, bisexual, transexual, transgénero, travesti e intersexual).

Ante este conflicto, Coppola, el día que presentó sus cartas credenciales a Peña Nieto, el 25 de octubre, pidió dejar las marchas y resolver el problema mediante el diálogo y el entendimiento. Dijo: “Los mexicanos, más que enfrentarse, hacer proclamas o marchas, tienen que sentarse a una mesa y hablarse. No hay que tratar estos temas con los ojos de una ideología”.
Indicó que los homosexuales “son personas humanas, no hay por qué negarles derechos que son reconocidos a todos los hombres y mujeres del mundo”, por lo que instó a “encontrar la vía mexicana” para responder a sus “necesidades”.

Así contuvo la cruzada moralizante de los grupos conservadores. Aunque ya para entonces el alto clero, mediante herméticas negociaciones cupulares, había pactado con el gobierno para bloquear en el Congreso la controvertida iniciativa de Peña Nieto. La Iglesia había ganado la partida (Proceso 2091).

Comenta Barranco: “En estricto sentido político, ya había un acuerdo entre la Secretaría de Gobernación y la dirigencia del episcopado para bloquear en el Congreso la iniciativa de Peña, que era lo importante. Y Coppola, como representante del Papa, tuvo que pedir públicamente el cese de las marchas que a esas alturas ya salían sobrando, pues sólo le servían a la ultraderecha para posicionar al PAN en la carrera a la Presidencia de la República.

“Hasta el cardenal Rivera Carrera cesó sus ataques homofóbicos, al extremo de que tuvo que pedir perdón a los homosexuales, seguramente por órdenes del Vaticano. Bergoglio, repito, hoy intenta acentuar a través de Coppola su agenda social sobre la agenda moralizante de la ultraderecha católica”.

Y recalca que finalmente “el discurso de Coppola es el mismo del Papa”, quien dice no ser nadie para “juzgar” a los homosexuales y más bien ha venido insistiendo en desterrar la pobreza, la desigualdad, el narcotráfico y la violencia en México.