Retrato de un asesino

Es un hombre joven, poco más de 20 años de edad, acompañado de otros dos que rondan los 30.  Visten camisas de manga corta y pantalones de mezclilla, ropas limpias y nuevas.  Zapatos bien lustrados, pelo bien recortado y por accesorios, cangureras, lentes oscuros  y gorras negras sin letras ni otra marca distintiva que pudiera identificarlas.
Se sientan a las afueras de un negocio en la calle Cuarta del centro de la ciudad, platican entre sí y voltean a los lados.
Dos de ellos se separan, caminan en direcciones opuestas, mientras el tercero y más joven, entra al local contiguo y abre fuego dos veces contra un hombre que se encontraba sentado y que en cuestión de segundos, queda tirado en el piso.
En apenas unos segundos, dos disparos,  sin titubear y con certera puntería.
Sin prisas, el hombre sale del local, se suma a sus compañeros   y los tres suben a una camioneta gris la cual enfila por la avenida Madero.
Los detalles de este crimen, ejecutado el pasado 9 de agosto, reflejan que se trata de hombres con la suficiente preparación y “profesionalismo”-si así se le puede llamar-, quienes actuaron con muchos factores a su favor que vale la pena analizar detenidamente.
En su ensayo “El sicariato: una perspectiva psicosocial del asesino por encargo”,  Arcelia Ruiz Vázquez, Tonatiuh Campos García y Ferrán Padrós Blázquez  estudian los tipos de sicarios, dentro de los cuales encuadra el caso que presentamos.
Una de las perspectivas es la de los asesinos a sueldo que forman parte de grupos criminales, pero el ejemplo del asesino de la calle Cuarta, encuadra más en el perfil del “sicario autónomo, por el contrario, no se encuentra al servicio de ningún grupo  criminal; es un individuo que se dedica al homicidio por contrato de manera casual, siendo contactado tanto por internet como dentro de las zonas marginales de las grandes ciudades para poner solución a conflictos de índole personal, problemas laborales, intimidaciones legales, entre otros (Abeijón, 2006; Carrión, 2009a)”.
Otra característica de este crimen del pasado 9 de agosto, es que fue el integrante más joven del grupo quien tras estudiar el entorno junto con sus secuaces, es el encargado de jalar el gatillo, no porque los otros no pudieran hacerlo, sino porque forma parte de su entrenamiento.
“El sicario novato es reconocido como un principiante que puede estar efectuando sus primeros asesinatos, ello no implica que este tipo de sicario sea incompetente o se retracte a último momento. …. Finalmente, el sicario maestro es aquel asesino por encargo de difícil captura ya que para la ejecución de sus crímenes viaja a la ciudad de su víctima, comete el asesinato y vuelve a marcharse; puede ser responsable de centenares de homicidios y muy probablemente tenga una formación militar o paramilitar.
Vale la pena agregar un párrafo más de este ensayo, el cual define aún más los trazos de este perfil: “Por último, según la investigación realizada en los Estados Unidos por Schlesinger (2001; citado por Mouzos y Venditto, 2003), distingue tres tipos generales de sicarios: 1) El amateur 2) El semi profesional 3) El profesional. El sicario amateur suele caracterizarse por presentar un historial de enfermedades mentales, una inteligencia inferior al término medio y con alguna participación previa en actividades delictivas. El sicario semi profesional habitualmente presenta un historial de conducta violenta y antisocial y considera que el éxito en la vida solo se puede alcanzar a través de comportamientos delictivos. Asimismo, el sicario profesional tiende a estar conectado de alguna manera con el crimen organizado; su comportamiento se ajusta a los valores del grupo y sus homicidios son conceptualizados como un negocio o trabajo”.
Los ejecutores de esta muerte, que tuvo que ver más con un asunto interno que con otro tipo de actividades  -a los comerciantes de la zona no se les cobra piso, por ejemplo-, son hombres de un nivel de vida desahogado, seguros de su desempeño y eficiencia.
Nada que ver con, por citar un ejemplo, David Ortega Ramos, el impreparado asesino de la doctora Alma Angelica Ciani, a quien se le cayó el celular que condujo a su captura en la escena del crimen del 3 de julio de 2017, ni con Ulises Abraham, el niño de apenas 14 años de edad contactado por facebook, y  a quien un taxista le entregó un arma y le prometió el pago de 31 mil pesos por asesinar a un hombre Guillermo Gastélum Jacques en la calle Coahuila en octubre de 2015.
Tijuana suma ya más de mil 600 ejecuciones, 196 de las cuales se registraron en agosto, el mes en que ocurrió el crimen que nos ocupa, y cuya conclusión es la siguiente: las distintas corporaciones tienen un serio problema, pues se enfrentan a sicarios altamente preparados.
Y mientras ejecutores profesionales consuman esta y otras muertes, vaya como anécdota que los policías municipales que acudieron al establecimiento, estuvieron más ocupados robándose el dinero que se encontraba en caja y aparatos para tatuar de alto valor.