En disentimientos, Sotomayor se enfrenta al sistema de justicia criminal

WASHINGTON _ Apenas había empezado el periodo de la Suprema Corte a principios de noviembre cuando la jueza Sonia Sotomayor emitió su primer disentimiento. La “conducta sin escrúpulos” de un agente policial, escribió, había dejado un hombre muerto gracias al “enfoque de patrullaje policial de ‘dispara primero, piensa después’”.

Sotomayor continuaría escribiendo ocho disentimientos antes de que concluyera el periodo el 27 de junio. Leídos en conjunto, son un notable colección de parte de una cada vez más escéptica estudiosa del sistema de justicia criminal, que ha concluido que este está empañado por la arrogancia y el machismo y envuelto en la mala fe y el racismo.

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Solo el juez Clarence Thomas escribió más disentimientos en el último periodo, pero su agenda fue diferente. Lacónico en el estrado, prolífico en la página y variado en sus intereses, Thomas está empeñado en comprender la Constitución como lo hicieron los hombres que la elaboraron y adoptaron hace siglos.

Las preocupaciones de Sotomayor son más contemporáneas y más enfocadas. Sus disentimientos en este periodo se dieron mayormente en casos criminales y se basaron tanto en los acontecimientos en Ferguson, Missouri, en 2014 como en los de Filadelfia en 1787.

Disintió de nuevo en enero, de la opinión mayoritaria final del juez Antonin Scala. Sin que se le uniera ningún otro miembro del tribunal, dijo que la mayoría en los tres casos de pena de muerte habían sido influenciados por la depravación compleja de los crímenes.

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“La máxima estándar enseña que los casos difíciles resultan en malas leyes”, escribió. “Temo que estos casos sugieran un corolario: Los casos que causan consternación producen demasiadas leyes”.

Nueve días después de que Scalia muriera en febrero, en el día en que los ocho miembros restantes de la Suprema Corte regresaron por primera vez al estrado, Sotomayor preparó el terreno para lo que resultaría su disentimiento más importante del periodo.

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La pregunta en el caso, Utah vs Strieff, No. 14-1373, era si los fiscales podían usar la evidencia obtenida por la policía después de paradas ilegales. Un abogado del estado dijo a los jueces que la Constitución lo permitía si había habido una orden de arresto pendiente sobre la persona a quien el agente hubiera detenido en el camino.

Hay lógica en la posición. La orden existía antes de la parada ilegal. Pedía el arresto del sospechoso. Registrar a las personas en el proceso de arrestarlas es prudente y constitucional. El contrabando que el agente de Utah encontró era real. Quizá haya mejores formas de desalentar las paradas ilegales que suprimir la evidencia.

Pero, como escribió Oliver Wendell Holmes Jr., “la vida de la ley no ha sido lógica; ha sido experiencia”.

En el argumento en febrero, Sotomayor hizo las primeras seis preguntas, denostando al abogado del estado con un estallido de experiencia del mundo real arraigado en el movimiento Black Lives Matter (Las vidas de los afroamericanos importan).

“¿Qué nos impide convertirnos en un estado policial”, preguntó, “y simplemente hacer que la policía se pare en la esquina aquí y detenga a todas las personas, pidiéndoles su identificación, la verifique y, si surge una orden judicial, las registre?”

Un momento después, respondió su propia pregunta.

“Si se está en una ciudad como Ferguson, donde 80 por ciento de los residentes tienen órdenes judiciales por infracciones de tráfico menores, podría haber un muy buen incentivo para simplemente pararse en le esquina en Ferguson y pedir a todos los ciudadanos: ‘Deme su identificación, déjeme ver su nombre’”.

El mes pasado, Thomas, al redactar una opinión mayoritaria de cinco jueces, aceptó la lógica del estado.

Sotomayor,una ex fiscal que creció en un proyecto de vivienda en el Bronx, respondió con un disentimiento inusualmente directo.

“No se conforten por el lenguaje técnico de la opinión”, escribió. “Este caso permite a la policía detenerle en la calle, demandar su identificación y verificar cualquier orden judicial por infracción de tráfico pendiente; aun cuando usted no haya hecho nada malo”.

“Si el agente descubre una orden judicial por una multa que usted olvidó pagar”, continuó, “los tribunales ahora justificarán su detención ilegal y admitirán como evidencia cualquier cosa que el agente encuentre al registrarlo después de su arresto por la orden”.

En muchas comunidades, dijo, las tácticas que el tribunal apoyó permitirán que la policía registre a las personas casi a voluntad.

“No es un secreto que las personas de color son desproporcionalmente víctimas de este tipo de escrutinio”, escribió.

Citó precedentes, naturalmente. Pero también mencionó obras importantes sobre la experiencia afroamericana: “The Souls of Black Folk” de W.E.B. Du Bois, “The Fire Next Time” de James Baldwin, “The Nee Jim Crow” de Michelle Alexander y “Between the World and Me” de Ta-Nehisi Coates.

Se nos podría perdonar si pensáramos que estaba sugiriendo algunas lecturas de verano a sus compañeros jueces.

Tres días después, Sotomayor disintió de nuevo, esta vez de un fallo que decía que la policía no necesita órdenes judiciales para realizar pruebas de aliento cuando arresta a personas que conducen ebrias.

“Me temo”, escribió, “que si el tribunal sigue por este camino, el requisito de una orden judicial de la Cuarta Enmienda se volverá nada más que una sugerencia”.

La mayoría de los jueces, incluidos algunos de sus miembros más liberales, se inclinan por dar a la policía el beneficio de la duda. Sotomayor se inclina más a ver los encuentros con la policía a través de los ojos de los impotentes, como teñidos de humillación, peligro y algo peor.

“Durante generaciones”, escribió en el caso de Utah, “los padres afroamericanos y morenos han dado a sus hijos ‘la plática’ _ instruyéndolos a nunca andar por las calles, siempre tener las manos a la vista, ni siquiera pensar en responder a un extraño _, todo por temor a cómo un agente con un arma reaccionará ante ellos”.

Su primer disentimiento del periodo surgió de un intento por otorgar una orden judicial por una violación de la libertad condicional por un delito menor. Poco dispuesto a ser arrestado, el sujeto de la orden, Israel Leija, en vez de ello condujo a la policía a una persecución en auto a alta velocidad en una autopista interestatal al norte de Tulia, Texas.

Las autoridades colocaron una franja de púas para tratar de inhabilitar el auto de Leija. Pero Chadrin L. Mullenix, un policía estatal de Texas al que más temprano ese día le habían dicho que no era “lo suficientemente proactivo”, tenía un plan diferente. Se situó con un rifle sobre un puente elevado.

Un superior le dijo a Mullenix que “esperara” y “viera si las púas funcionaban primero”. Mullenix en su lugar disparó seis veces, matando a Leija. El auto luego pasó sobre la franja de púas y volcó dos veces.

La familia de Leija demandó, diciendo que Mullenix había usado una fuerza excesiva, y un tribunal de apelaciones dejó que el caso avanzara. La Suprema Corte revirtió el fallo de ese tribunal, en una opinión no firmada.

Sotomayor dijo que le sorprendió el “comentario simplista” de Mullenix después de que terminó de disparar a Leija.

“¿Qué tan proactivo estuve?”, preguntó Mullenix.

“El comentario me parece revelador de la cultura que la decisión de este tribunal apoya”, escribió, sola en el tribunal.

Adam Liptak
© 2016 New York Times News Service