En Europa, las mujeres políticas cortejan a las mujeres votantes

nACIONES UNIDAS. En Europa, las mujeres están teniendo gran éxito en la política de la extrema derecha. Está el caso de Marine Le Pen en Francia, por supuesto. Pero también están Frauke Petry de Alemania, Siv Jensen de Noruega y Pia Kjaersgaard de Dinamarca, que es algo así como la pionera de la nueva ola de populismo anti-inmigrante que está barriendo toda Europa.

Ellas están dirigiendo, o dirigieron hasta hace poco tiempo, lo que antes fueron partidos marginales, logrando llevar sus opiniones extremistas a la corriente ideológica convencional y tratando de apelar a quienes antes desdeñaban a sus partidos: las mujeres votantes.

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Algunas de esas mujeres ya tienen la mira puesta en el cargo más alto de su país. Le Pen aspira a ser la presidenta de Francia en las elecciones programadas para abril (la primera vuelta). Y si ganara en la segunda vuelta en mayo (lo que es una posibilidad muy remota, admitámoslo), podría ser la primera política de extrema derecha en ser electa por voto directo como jefa de estado en Europa.

Las cuestiones de género no reciben mucha atención por parte de los partidos de extrema derecha, ya sea que estén dirigidos por hombres o por mujeres. Esos partidos no apoyan las cuotas de género en la política, como las apoyan muchos partidos centristas y de izquierda, ni tampoco hacen campaña en favor de la igualdad salarial. El aborto y los derechos de los homosexuales no son cuestiones políticas tan candentes como lo son en los Estados Unidos, por lo que generalmente no son yesca ideológica en Europa.

Pero el género es una cuña muy útil cuando se trata de poner de relieve lo que ha sido una de sus principales plataformas políticas: la crítica de la inmigración, especialmente la procedente del mundo musulmán. La extrema derecha europea desde siempre la ha emprendido contra el velo musulmán como símbolo del patriarcado. Y recientemente ha sostenido que los ataques contra los homosexuales y las mujeres en los enclaves musulmanes son evidencia de que el islam representa una amenaza contra los valores europeos.

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Le Pen, en un artículo de opinión publicado en el periódico francés L’Opinion, aprovechó los ataques sexuales masivos, ocurridos la Nochevieja de 2015 en la ciudad de Colonia, Alemania, para pedir que se celebrara un referendo sobre inmigración en Francia. “Tengo miedo de que la crisis de los inmigrantes signifique el principio del fin de los derechos de las mujeres”, aseguró en su artículo. Le Pen también está tomando medidas para cortejar a los votantes homosexuales, a quienes increpaba abiertamente su padre, Jean-Marie Le Pen, fundador de su partido, el Frente Nacional.

Ruth Wodak, profesora de la Universidad de Lancaster en la Gran Bretaña, llama “oportunista” la toma de posición de Le Pen en asuntos de género.

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“La derecha defiende a ‘nuestras’ mujeres del acoso de los extranjeros … de extraños, inmigrantes, hombres musulmanes”, señala Wodak, autora de “La política del miedo; Qué significa el discurso populista de la extrema derecha”. “Sin embargo, nunca antes había hablado en contra del acoso sexual.”

¿Qué tan insólito es que una mujer dirija un partido nativista? Tan insólito como lo es que una mujer dirija cualquier partido político, sin importar su afiliación. Mientras algunas de ellas son miembros de una dinastía política, como es el caso de Le Pen, otras mujeres se han abierto camino por sí mismas.

Petry, que fuera química y empresaria, desbancó en 2015 a Bernd Lucke, fundador de Alternativa para Alemania, y lo convirtió en un partido abiertamente nacionalista. Su plataforma para las elecciones generales programadas para septiembre de este año tiene en la mira a los extranjeros y a la canciller Angela Merkel por abrirles las puertas.

Kjaersgaard, una de las primeras precursoras de la extrema derecha en Europa, estableció el Partido Popular Danés en 1995 y convirtió lo que en un principio se consideró ideas racistas y marginales para restringir la inmigración en una poderosa fuerza política.

Su partido resultó decisivo por su apoyo a un gobierno de minoría y, como resultado de ello, ha logrado influir en las políticas. Kjaersgaard ahora es la presidenta del parlamento de Dinamarca, aunque yo no está al frente de su partido.

En Noruega, Jensen logro meter a su Partido del Progreso, opuesto a la inmigración, en el gobierno de coalición por primera vez y obtuvo para sí misma un influyente cargo en el gabinete como ministra de finanzas. Ella se dice conservadora librecambista en la tradición de Margaret Thatcher. Pero también ha azuzado los miedos al islam, advirtiendo la “islamización subrepticia” de la sociedad europea en un discurso pronunciado en 2009, que fue ampliamente criticado.

En Europa, las mujeres en la política abarcan todo el espectro político. Dos de las más poderosas dirigentes europeas, Angela Merkel de Alemania y Theresa May de la Gran Bretaña están en lados opuestos respecto del plan británico de abandonar la Unión Europea.

¿La extrema derecha atrae a las mujeres votantes? No mucho, pero su número está empezando a aumentar.

Un estudio llamado “Tendencias del prejuicio”, llevado a cabo en 17 países por académicos suecos y neerlandeses, y publicado a fines de 2015 en una revista académica, encontró que es las mujeres tienen menos inclinaciones que los hombres por votar por lo que el estudio llama la “derecha populista radical”, pero no porque las mujeres estén en contra de esa ideología.

Los hombres no son más “nativistas” ni más “autoritarios” que las mujeres, señala el estudio; y las mujeres, por su parte, tampoco evidencian menos “descontento” con su gobierno. Lo que en gran medida disuade a las mujeres de votar por la derecha radical son otros factores, como “el estilo político” de la derecha populista, “su ocasional vinculación con la violencia a lo largo de la historia, la estigmatización por parte de la élite y del público en general”. En otras palabras, su condición de ser marginal o periférica.

Es ahí donde el género del dirigente del partido puede significar una ventaja positiva para la extrema derecha, observa Características Mudde, estudioso neerlandés de la extrema derecha europea.

En los medios, sostiene Mudde, los dirigentes hombres por lo general son presentados como fanáticos ávidos de poder. “las mujeres políticas son representadas con trazos más suaves”, explica Mudde, que da clases en la Universidad de Georgia. “Para una política radical de derecha, eso de hecho puede ser muy bueno.”

A veces, el género puede influir en determinar quién gane. Por ejemplo, en Austria, a fines del año pasado, una gran cantidad de mujeres –y en una proporción significativa de mujeres jóvenes y con estudios– votaron por el partido de izquierda, contribuyendo así a la derrota del candidato nativista a la presidencia. Los candidatos de ambos partidos eran hombres.

Las perspectivas de Le Pen en las urnas francesas en abril dependerán en gran medida de su capacidad de cortejar el voto femenino, del mismo modo que el éxito de los partidos de extrema derecha en el resto del continente en general depende de su capacidad de cerrar la brecha de género.

Consideremos la investigación realizada por la politóloga Nonna Mayer sobre el historial del Frente Nacional.

En 2002, cuando todavía estaba dirigido por el incendiario Jean-Marie Le Pen, que entre otras cosas niega la veracidad del holocausto, el partido obtuvo una proporción mucho mayor de votos masculinos que femeninos. En 2012, para cuando su hija Marine Le Pen ya se había hecho cargo del instituto político, la brecha de género prácticamente se había desvanecido, regresando nuevamente solamente en las elecciones intermedias desde entonces.

Mayer advierte que la brecha de género de los partidos populistas de extrema derecha puede variar de un país a otro y de un ciclo electoral al siguiente. En el caso de Le Pen, indicó, “la prueba vendrá en las próximas elecciones presidenciales”.