En San Antonio de la Cal, 80% de las mujeres se mantiene de la producción de tortillas

SAN ANTONIO DE LA CAL, Oax, (apro-cimac).- El cielo es un lienzo profundamente oscuro cuando las mujeres de la localidad inician sus labores. A esa hora los chacuacos lanzan las primeras bocanadas tenues y cálidas. Con el esfuerzo impreso en sus brazos, las mujeres llevan la pesada carga hacia la cabeza y luego, a paso ágil, caminan hacia la molienda con el tenate rebosando de maíz cocido para la elaboración de tortillas.
En este municipio 80% de las mujeres tienen en esa actividad su única fuente de empleo y el principal sustento familiar. Sin embargo, afirman que a partir del incremento en los insumos durante los últimos cuatro meses, el oficio apenas deja lo suficiente para comer.
Victoria Martínez toma una porción de la masa, acurrucada en el metate. Los cabellos intensamente negros se envuelven como preocupación sobre su cabeza, pues las ventas han ido en contrasentido al encarecimiento de los insumos, principalmente del maíz.
Desde hace cuatro meses el precio del grano avanza sobre los peldaños de una escalera. Cada ocho días, el costal lleva grabados diez y hasta 15 pesos más. Se ha situado entre 350 y 360 pesos los 45 kilogramos de maíz. El futuro podría ser más adverso, dadas las pérdidas en cultivos a consecuencia de la canícula.
Con la leña crepitando bajo el comal, los menudos brazos de Victoria imprimen fuerza sobre el metate y en el palmeado y aplanado en la máquina de hacer tortillas, hasta lograr una figura perfectamente redonda.
Con la masa extendida sobre el antebrazo, delicadamente, pero sin vacilación, recuesta la tortilla sobre el comal. La acción la repite una vez más, dos, tres veces, hasta llegar a hacer cien blandas y tlayudas. Como en un espejo, Zuleyma, su joven hija, se entrega al mismo movimiento.
Cuna de la tortilla
La calle está perfumada con el olor a nixtamal tibio, a leña consumida lentamente por el fuego, a tortilla calientita y al trabajo arduo de las mujeres.
En la vivienda de las hermanas Ruiz Méndez, cinco chacuacos colocados en hilera sobre el techo de lámina de la cocina lanzan un tenue humo que se funde con los primeros rayos del sol.
Cada una frente al comal, Andrea, Tomasa, Eulogia, Teresa y Valentina, realizan la labor de manera mecánica mientras intercambian plática y risas. El lugar es como una sinfónica de cámara bajo la dirección de la mayor de ellas, quien lleva 56 años en el oficio.
La leña crujiendo, el metal de la máquina aplanadora de tortilla tintineando, la masa sobre el fuego chasqueando, en el amasado aplaudiendo y el carrizo atizando. El conjunto de sonidos va armando una melodía sincronizada con el cantar de los gallos.
“Desde los 10 años aprendí a hacer tortillas, un poquito viendo, un poquito haciendo. A esa edad me iba con mi abuelita a vender. Me iba con ella caminando hasta llegar a Candiani”, relata Andrea.
Hoy esa misma producción, multiplicada por el número de mujeres frente al comal, es vendida en la Central de Abasto, que suministra de alimentos a la capital y los municipios de Valles Centrales.
Costras de masa cubren las flores del delantal y los brazos de la mujer. Sobre su cabello se ha tejido una trenza que destella las primeras canas de los 66 años de edad. Deja la labor frente a la lumbre y con una larga pala de madera remueve el nixtamal. El maíz cocido deja salir el vaho contenido. Aún está demasiado caliente para ser lavado, así que Andrea regresa al comal.
–Ése es mi trabajo desde que venimos creciendo –dice.
Al preguntarle hasta cuándo va a dejar de hacer tortillas, la mujer responde: “Pues hasta que llega la muerte, porque ¿quién cree que me va a dar de comer? Yo no me casé. Aquí todas estamos solas. Nadie de nosotras se casó, ¿para qué? Es lo mismo –afirma entre risas que escapan libres–. Ahí estamos, trabajando, porque como dice mi abuelita: ‘en eso nació mi muela, en eso se ha de acabar’”.
Insumos caros
Además del incremento en el precio del maíz, otro insumo que se encareció fue la leña. La carga que compraban en 300 pesos al inicio de año, alcanza actualmente los 600 pesos. En suma y resta de inversión y ganancia, las trabajadoras sólo logran llevar a sus hogares ingresos diarios de 200 pesos por una jornada que se prolonga más de diez horas.
Para las tortilleras de San Antonio de la Cal, una forma de poder incrementar el margen de dividendos es la instalación de un almacén que permita tener grano suficiente para enfrentar la escasez y el acaparamiento, que deriva en el incremento de los precios.
A lo anterior –agregan– habría que sumar el establecimiento de un molino comunitario para eliminar el importe de 25 pesos por almud que actualmente se cobra.
Mujeres, motor de la economía local
La estructura ocupacional de la población masculina difiere de la femenina. En el caso de los ocupados, 51 de cada cien hombres son agricultores, 15 se desempeñan como obreros y seis como ayudantes de obreros, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
En cambio, del total de mujeres dedicadas al trabajo extradoméstico, por cada cien ocupadas, 18 son agricultoras, 17 artesanas y obreras, 16 se desempeñan como comerciantes, vendedoras y dependientas, 12 como trabajadores del hogar, y nueve llevan a cabo actividades de oficinistas.
Así, 72.6% de las mujeres ocupadas se distribuyen en los cinco oficios mencionados, mientras que en una proporción similar (71.7%) los hombres lo hacen sólo en tres de ellas.