Escasez de alimento y ataques sexuales para desplazados de Sudán del Sur

© 2016 New York Times News Service

YUBA, Sudán del Sur – En un extenso campamento de desplazados en las afueras de la capital, las mujeres han enfrentado una desgarradora alternativa: arriesgarse a la inanición o a un ataque sexual.

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Cuando su familia se quedó sin comida el mes pasado, Angelina Nhokmar, de 20 años y madre de dos, se aventuró al exterior de las verjas del campo. Dijo que fue afortunada de haber llegado al mercado y regresar sin daño alguno, ya que docenas de mujeres fueron violadas por soldados del gobierno en semanas recientes mientras hacían la misma travesía.

“No es seguro”, dijo, lanzando puñados de sorgo a una olla de agua hirviendo”. “Nuestros enemigos están afuera”.

La guerra civil que desgarró a Sudán del Sur, el país más joven del mundo, terminó en papel varios meses atrás.

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Pero, un estallido de choques entre las facciones rivales del país, en julio, sofocó la distribución habitual de comida para las decenas de miles de personas varadas en campamentos para desplazados administrados por Naciones Unidas. A medida que familias luchaban por encontrar sustento, soportaron un aumento en las crisis del sector salud, tensiones étnicas y violencia sexual.

Casi 30,000 personas se han estado refugiando en sitios de Naciones Unidas alrededor de la capital, Yuba, desde que Sudán del Sur estalló en una guerra civil en 2013. Durante más de dos años, soldados leales al presidente Salva Kiir – quien pertenece al grupo étnico de los dinkas, el mayor de Sudán del Sur – combatió tropas encabezadas por Riek Machar del grupo étnico nuer, que se cree es el segundo mayor.

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Decenas de miles de personas perdieron la vida en la guerra, al tiempo que tropas a ambos lados cometieron abusos a los derechos humanos en contra de civiles de una magnitud devastadora.

Un trato de paz puso fin oficialmente a la lucha el año pasado. Machar, quien había servido como vicepresidente antes de que lo despidieran en 2013, accedió a convertirse nuevamente en el subalterno de Kiir y se mudó otra vez a Yuba, en abril.

Pero, entonces estalló el combate de nuevo entre ambas partes el 7 de julio, matando a cientos. La residencia de Machar fue destruida, y él huyó de la capital. Se ha negado a regresar a Yuba a menos que sean desplegadas más tropas internacionales. Kiir se opone a esto, argumentando que basta con los 12,000 efectivos de pacificación de Naciones Unidas ya acantonados aquí.

Durante años, los campos de desplazados han sido mundos en sí mismos: comunidades con todo e iglesias, tiendas y escuelas. Sin embargo, están plagadas igualmente por hacinamiento, escasez recurrente de bienes básicos y la incertidumbre que enfrentan residentes que no tienen idea de cuándo, si es que alguna vez, sentirán suficiente seguridad para marcharse.

Así que se quedan, apiñados dentro de vallados de alambrada de púas custodiados por tropas de la ONU que no han logrado mantener la paz en la capital o incluso impedir ataques sorpresivos justo afuera de los perímetros de los campamentos.

Los ataques sexuales en Yuba aumentaron marcadamente el mes pasado, a cuando menos 217 casos reportados, dijo en una declaración el jefe de derechos humanos de Naciones Unidas, Zeid Ra’ad Al Hussein, este jueves.

Integrantes del propio ejército nacional de Sudán del Sur, dijo, al parecer eran responsables por la mayoría de los ataques. Además, la mayoría de las víctimas, agregó, fueron mujeres y niñas nuer desplazadas.

Muchas eran mujeres que vivían en los campos y se aventuraron a los mercados en el exterior cuando la comida se acabó. Otras iban huyendo de choques y abriéndose paso hasta los sitios para desplazados por primera vez.

Los civiles que llegaron a estos campos en 2013 eran en su mayoría de la etnia nuer. La semana pasada, miles de ellos se manifestaron en contra de Kiir por reconocer a un nuevo vicepresidente para ocupar el lugar de Machar en el gobierno de transición, llamándolo una violación al acuerdo de paz.

Ese tipo de reunión sería inimaginable actualmente en el centro de Yuba. Las calles de la capital están bajo el firme control de las fuerzas del presidente, aunque siguen estando tensas. Muchas propiedades han sido destruidas, y muchas más saqueadas; a menudo por hombres vestidos con uniformes militares.

Socios internacionales también han padecido, incluida la misión de pacificación de Naciones Unidas, que perdió a dos soldados chinos en un fuego cruzado adentro del campamento el mes pasado, y el Programa Mundial de Alimento, cuya bodega principal en Sudán del Sur fue saqueada de arriba abajo en uno de los peores de ese tipo de episodios que la organización haya experimentado en años.

No fue solo la comida, que totalizaba alrededor de 4,500 toneladas métricas y consistía en su mayoría de suplementos nutricionales para niños y madres encinta o lactando, con base en una portavoz, Challiss McDonough.

“Todo fue arrancado”, dijo. “Equipo técnico, generadores, reservas de combustible… se llevaron hasta el último objeto”.

Además, fueron robados varios camiones equipados especialmente para entregar comida a través del país, tarea casi imposible para vehículos normales en la presente temporada de lluvias. Eso significa que el saqueo de la bodega en Yuba, que habría requerido de un hercúleo esfuerzo de cientos de personas a lo largo de varios días, tendrá efectos de onda a lo largo de todo este país desesperadamente hambriento.

La semana pasada, el Programa Mundial de Alimento, que sigue teniendo una bodega más pequeña en los alrededores de la capital, entregó un nuevo embarque de comida a los campamentos. Sin embargo, no hay suficiente para todos. La gente dijo que les habían pedido compartir sus raciones con miles de recién llegados.

Esto ha dado origen a cierta fricción, dijo Charles Longa, de 25 años, un recién llegado. Al igual que la mayoría de los desplazados más recientemente, él no es nuer sino ecuatoriano, palabra para referirse a una diversidad de grupos étnicos provenientes de las diversas regiones del sur del país.

“La gente que ha estado viviendo aquí durante largo tiempo nos está diciendo que más vale que vayamos a casa”, dijo responsabilizando a la escasez de comida por las crecientes tensiones. “Los ecuatorianos no queremos estar aquí adentro, mendigando. Queremos estar allá afuera, trabajando la tierra”.

Al igual que otros recién llegados, a Longa y sus hijos aún no les habían dado una casa de campaña y se estaban refugiando en una escuela primaria en el centro del mayor sitio de desplazamiento. Él dijo haber temido por su seguridad cuando, poco después de haber llegado, un ecuatoriano fue responsabilizado por un asesinato justo afuera del campo, desatando una breve protesta afuera de la escuela.

William Tejok Toch, uno de los líderes de la comunidad en el campo, reconoció que el patio escolar había sido atacado brevemente, requiriendo la intervención de oficiales de policía de Naciones Unidas.

“En los campos, tenemos a nuestros criminales”, dijo. “Sin embargo, controlamos la situación”.

Algunos que huyeron de los choques el mes pasado se apiñaron en escuelas e iglesias de Yuba, diciendo que ellos no querían arriesgarse a la travesía hasta los campos de Naciones Unidas.

Otros dijeron que habían efectuado el peligroso trayecto, pero habían sido rechazados.

“Si das refugio, deberías dárselo a todos”, dijo Azen Aziuphia, de 41 años de edad, quien dijo que a él, su esposa y su hijo les habían negado la entrada. Acusó a los pacificadores de negarse a permitir el acceso a ecuatorianos como él, aunque Naciones Unidas dice que no discrimina con base en el origen étnico.

El jefe de la misión humanitaria de la ONU, Stephen O’Brien, reconoció que los sitios tenían espacio limitado, y que había sido lento el registro de recién llegados. Agregó que los campamentos tenían el propósito de darle cabida solo a aquellos que no tienen ningún otro lugar al cual ir.