“¿Está seguro?”

“¿

CIUDAD DE MÉXICO (apro).- ¿Sabe a ciencia cierta, en verdad quién es, respetable lector de la presente?

- Publicidad-

 

Si es así, felicitaciones. Lo digo porque no es lo corriente. Servidor lo ignoraba y al intentar averiguarlo pudo comprobar que a muchos de sus prójimos les ocurría lo mismo. Vea cómo fue ese descubrimiento.

 

- Publicidad -

Cansado de que en los medios me advirtieran de que no hay que ser pesimista, ni ningunearse ante nadie ni ante ninguna situación adversa, pues cada uno puede ser muy capaz de forjar su destino si se lo propone; de que una y otra vez me recomendaran dejar a un lado eso de sentirse víctima, y también el sentimiento de culpa o el echar la culpa a otros de nuestras desgracias, pues lo cierto es que vivimos ya en sociedades abiertas en las que todo individuo tiene su oportunidad, por lo que si se es pobre y/o infeliz se debe más bien, más que a otra cosa, a que uno no tiene la voluntad para superar esas situaciones.

 

- Publicidad -

Movido por esa corriente de los pensares, me puse a buscar, y en ese busca-busca fui descubriendo que poco, y mucho de ello equivocado, es lo que sabía sobre mi persona.

 

No ignoraba, por supuesto, que servidor, como todo prójimo, era una criatura hecha a imagen y semejanza de Dios, concebida en pecado por culpa de la curiosidad de Adán y Eva, pecador igualmente por tanto (¿pues quién no es curioso?; únicamente los muertos), pero que fui redimido por la sangre de Cristo en la cruz, y que se me había concedido la gracia, como a todo humano, de libre albedrío.

 

Mas ese mi conocimiento no me ayudó mucho para explicarme y comprender quién era yo (¿será por insuficiencia de materia gris o por malicia, tan abundante en nuestra especie?). El caso es que al hablar a otros del tema fui descubriendo que a la mayoría le pasaba lo mismo.

 

El llegar a ese punto de mi investigación me hizo profundizar en la misma, lo que me llevó a ser tres personas al mismo tiempo: ser individuo sujeto a juicio, abogado defensor y fiscal, para así, conforme a la ley y apego a Derecho, aclarar si era culpable por motivos agravantes, para recargar mi culpabilidad y aumentar mi castigo; culpable con circunstancias atenuantes o con circunstancias eximentes, las cuales, las últimas, me librarían de toda criminalidad y, por lo tanto, de todo castigo por no ser responsable.

 

Ese autojuicio, por así llamarlo, fue aclarando que mi yo es mucho más complejo de lo que creía, ya que es movido por muchas pulsiones (palabra de la que no sabía su significado, pero que el diccionario me enteró que fue acuñada por S. Freud para designar los instintos humanos), y también de que es objeto de influencias y hasta presionado por lo que me rodea: prójimos, sentimientos, situaciones sociales e incluso objetos.

 

Así fue como me enteré de que puedo ser víctima de complejos propios o de los que padecen los prójimos, como los tan conocidos de inferioridad, superioridad, el de Edipo, Electra, Peter Pan, Münchhausen o el de Cenicienta, y sufrir fobias como la del pánico escénico, la claustrofobia, agorafobia, aerofobia, acrofobia, etcétera.

 

En esa búsqueda de qué y quién soy fui descubriendo y confirmando que en modo alguno estoy libre de ser sometido al llamado “lavado de cerebro”, que muchas veces es llevado a cabo por la propaganda política y la publicidad comercial, haciéndome perder el modo personal de pensar y hablar, de cambiar mi aspecto personal y hasta de mi caminar.

 

También el miedo generado por alguien o a algo es factor de mudanzas en mi yo, tanto en lo físico como en lo mental, y así el libre albedrío que tengo por la gracia de Dios se lo lleva el diablo, con lo que me convierto en un ente heterónomo, con lo que puedo caer en la perversa contradicción del llamado “síndrome de Estocolmo”.

 

Y si lo anterior no fuera suficiente, está y hay que contar con la anomia, que desintegra al individuo, propiciando conductas antisociales del mismo; la anomia, además, es producida por estructuras sociales, y cuando se da ese caso, la sociedad se rige por el denominado “Darwinismo social”, sinónimo de la “ley de la selva”, donde impera la ley del más fuerte.

 

Respetado lector: no habrá escapado a su entendimiento que en la presente hay un grupo de palabras que no son de uso común, incluso entre personas con una educación media, pero servidor (perdón por la audacia) las considera imprescindibles para que cada quien tenga un profundo significado de las mismas y así contar con elementos para mejor defender sus derechos y dignidad. El que las desconozca o ignore (como a servidor le pasaba) puede encontrarlas en diccionarios o internet.

Servidor no lo hizo por no privarlos del placer que da todo descubrimiento y por cuestión de espacio.

Con mis mejores deseos.