Fiesteros, aburridos y con poco dinero, dirigen la mirada a los suburbios

© 2016 New York Times News Service

MONTREUIL, Francia – En oscurecido teatro improvisado en un ex estudio fílmico, docenas de veinteañeros bebían cerveza en fecha reciente con vasos de plástico mientras veían un filme de su pasión compartida: el ascenso de las fiestas dance suburbanas.

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Incluso antes que el proyector se detuviera y terminara la pista sonora del filme, una creciente línea de bajo de música tecno condujo a la muchedumbre hacia un extensa pista de baile, donde estalló una fiesta total en Espace Albatros, centro de artes en Montreuil, suburbio al este de París.

Si bien la mayoría de las principales ciudades de Europa tienen animados ambientes urbanos de fiesta – Friedrichshain-Kreuzberg en Berlín y Leidseplein en Ámsterdam -, París ha presenciado buena parte de su vida nocturna yéndose a los social e históricamente separados suburbios, como Montreuil.

Allá, una nueva generación de juerguistas se ha anidado en comunidades locales, estableciendo una alternativa más barata y más energética a los centros nocturnos urbanos de la corriente popular.

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“Ellos han estado aburridos con las fiestas que solía haber en París”, dijo Leny Decret, gerente júnior de 26 años de edad en una agencia de publicidad digital. Él es uno de los cofundadores de Tangible Utopia, colectivo musical que produjo el filme documental presentado en Espace Albatros.

Los padres de Decret vinieron a ver el documental y le dijeron que todo el fenómeno tenía una vibra jipi, dijo.

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“Quizá es esta cosa sobre unirse de verdad, compartir un momento”, dijo.

El cambio del ambiente dance de la ciudad a las afueras empezó alrededor de 2009, cuando un titular en Le Monde se refirió a París como la “capital europea del aburrimiento”.

En un esfuerzo por revivir el atractivo de la ciudad después del anochecer, Eric Labbé, propietarios de una tienda discos convertido en promotor de clubes de dance, lanzó una petición en línea para exhortar a las autoridades de la ciudad a que aligeren estrictas normas sobre el ruido y mejoren el transporte público ya entrada la noche. Su campaña ganó 16,000 firmas, pero logró por aflojar restricciones públicas.

Así que parisinos jóvenes y en su mayoría de clase media se unieron para establecer colectivos informales de músicos y otros tipos artísticos para presentarse con regularidad en locales en suburbios, con historias inmigrantes y de clase trabajadora.

“Hay un lado aventurero en ir de fiesta más allá de la périphérique”, dijo Labbé, quien maneja relaciones públicas para el club Zigzag en el 8° Arrondissement de París, refiriéndose al camino periférico que separa la capital francesa de sus suburbios.

Organizadores de estos festivales musicales de música dance en suburbios han creado un ambiente más abierto y de libre espíritu que el exclusivo – y caro – ambiente de centros nocturnos en París.

“Es diferente”, dijo Armand Poulhen, graduado de 24 años de edad, durante una fiesta reciente de día en Montreuil. “Aquí la gente no juzga”, agregó.

Los ritmos groovy, luces vistosas y abundancia de globos contribuyen a la vibra de fiesta de bloque.

Las fiestas dance se celebran sobre todo en fines de semana, y muchos de los eventos durante los meses de primavera y verano se llevan a cabo afuera y en horas diurnas. Las cuotas de entrada suelen ser menores a los 20 euros (22 dólares) que cobran clubes en París, y algunas fiestas son gratis.

Los eventos en las afueras de París atraen a jóvenes urbanitas a barrios que no visitarían normalmente, y algunos fiesteros dicen que la sensación de aventura forma parte del atractivo.

En Espace Albatros, el centro de artes en Montreuil, Nicolas Boivin, de 24 años, quien trabaja en publicidad, dijo que su curiosidad sobre lugares fuera de la ciudad lo tenía atento a fiestas en los suburbios, lejos del “estándar” parisino.

Las fiestas dance surgen como burbujas iridiscentes de sonido y energía que arden brillantemente sobre calles cualquiera de barrios por lo demás en el abandono, fuera de París.

Un centro de artes y club ocasional, 6B, en lo que fue un edificio industrial en St.-Denis, al norte de París, atrae a seguidores adinerados de música electrónica a un barrio donde el desempleo ha rondado casi por 20 por ciento, el doble de la tasa nacional.

“Salir del 6B, eso es una bofetada en la cara”, dijo Benedetta Bertella, de 31 años, del equipo de DJ integrado por marido y mujer que recorre fiestas en los suburbios. Ella describe campos de indigentes justo afuera de los centros nocturnos donde ella toca, agregando: “Piensas, maldición, nosotros estamos de fiesta aquí”.

Algunos que viven en comunidades que son sede de estas fiestas dance consideran que los juerguistas parisinos son intrusos.

Se entablaron varias quejas por ruido en 2015 ante las autoridades locales, y pocos residentes de L’Ile-St.Denis, al otro lado del Sena respecto del 6B, entabló una queja con el alcalde y el propietario del centro de artes.

En un blog llevado por residentes, un vecino identificado como Eric se quejó de “fiesteros parisinos que llegan para arruinar nuestras noches porque la gente en otros lugares no quieren sus fiestas”.

Pero otros, como Mady Senga-Remou’e, de 35 años de edad, que vive cerca de 6B, dijo que los cambios eran percibidos abrumadoramente como una influencia positiva en el barrio. El espacio, hizo énfasis, actuaba como un centro comunitario y fomentaba actividades.

“Es como una colmena”, dijo Senga-Remoué, quien agregó que ella y algunos de los vecinos asistían ocasionalmente a las fiestas.

Sofiana Meza, de 37 años de edad, quien administra un bar y tienda de tabacos en L’Ile-St.-Denis, dijo que el ambiente fiestero trajo un toque burgués-bohemio al barrio.

“Cada vez que hay una fiesta en el 6B, termino con stocks vacíos de tabaco exento de aditivos”, dijo con una sonrisa, agregando: “Eso genera unos cuantos clientes más”.

Meza dijo que el ruido no le molestaba.

Reclinado sobre la barra, Rachid Dendoume, capataz de 48 años de edad que vive en la cercanía, disintió vigorosamente. “No hay respeto”, dijo. “Es contaminación por ruido. Aquí existen ya demasiados problemas de ruido”.

Sin embargo, Dendoume dijo que el ruido era el problema principal y que a él no le importaba tener a parisinos de fiesta en su barrio. “Trae una población diferente”, dijo.

Béatrice Néhémie, secretaria privada del alcalde de St.-Denis, dijo que no todas las actividades ofrecidas por el 6B atraían al mismo público, con locales participando en actividades diarias y talleres.

La música tocada en fiestas pudiera hacer que menos locales asistan a esos eventos. “Es bastante atrevida”, dijo Néhémie. “Apunta a un público específico”.

Algunos de los barrios que ofrecen fiestas han sufrido cambios. En las últimas décadas, los parisinos huyendo de caros alquileres se han mudado a los suburbios, dando como resultado innovadoras galerías, microcervecerías y centros de artes abriendo lejos de lugares hausmannianos.

No está en claro hasta qué grado ha afectado esto a quienes viven en los suburbios, aunque algunos sociólogos han destacado el creciente aburguesamiento de barrios específicos, como en Montreuil. En 2013, el diario francés Libération puso de relieve algunas de las inquietudes de los habitantes en torno al aumento de los precios de la vivienda.

Ahora pudiera agregarse las fiestas a la lista. Si bien algunos residentes se quejan, funcionarios locales ven oportunidades de ponerle un rostro más atractivo a sus poblados y tener una agenda cultural diversa. Un reciente fin de semana de eventos en Bobigny, al noroeste de París, tuvo lugar en tierra perteneciente a la ciudad.

En Nanterre, la Ferme du Bonheur, o la Granja de la Felicidad, choza de madera que ha sido sede de fiestas organizadas por el colectivo La Mamie’s, es presentada en el sitio web del ayuntamiento, aunque fue construida ilegalmente en tierra pública.

La ciudad de París, que intenta coordinarse con municipios contiguos, ha intentado impulsar el ascenso del área como un destino tecno-musical.

En el centro de París, están abriendo parques toda la noche durante este verano.

Ya se lanzó un Consejo Nocturno, en el que se reúnen propietarios de bares y centros nocturnos con las autoridades dos veces por año, en el Ayuntamiento.

Su “asesor de vida nocturna”, Frédéric Hocquard, lo ve como parte de su trabajo alentar a la ciudad a aflojarse y divertirse un poco.

“La Ciudad de París pudiera no haber desarrollado o promovido su vida nocturna en la medida suficiente”, dijo.

Benoît Morenne
© The New York Times 2016