Cómo fue que una canción espiritual de esclavos se convirtió en un himno del rugby

LONDRES — Difícilmente había pasado un minuto del partido entre los equipos nacionales de rugby de Inglaterra y Francia cuando se escuchó por primera vez la canción entre las tribunas del Estadio de Twickenham.

“Balancéate lento, dulce carroza”, contaron miles de fanáticos, “que viene a llevarme a casa”.

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Es un famoso refrán y melodía. Para muchos en Estados Unidos, “Balancéate lento, dulce carroza” (“Swing Low, Sweet Chariot”, en inglés) disfruta del status sagrado de ser una de las adoradas canciones espirituales de los afro-estadounidenses del siglo XIX, y su desoladora letra invoca la oscuridad de la esclavitud y la sostenida opresión de una raza.

Pero aquí, del otro lado del Atlántico, la canción ha desarrollado una existencia paralela, sin cambiar de forma pero con función absolutamente diferente; como bulliciosa canción para beber convertida en himno deportivo.

“Empiezan a cantar cuando el juego inicia porque quieren que todo mundo se revolucione”, dijo Helen Weston, una fanática inglesa de 53 años, durante el partido contra Francia del 4 de febrero. “No hay nada como oír a 80,000 personas cantando ‘Swing Low, Sweet Chariot’”, afirmó.

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Trazar la curiosa transmutación intercontinental de la canción (de canción triste de la era de la esclavitud estadounidense a vehemente canto deportivo inglés) es entender la maleabilidad del significado de objetos culturales conforme éstos se mueven por el tiempo y el espacio. En Estados Unidos, donde el rugby apenas figura en la consciencia popular, enterarse de la otra vida de la canción en el exterior puede resultar en una combinación de sorpresa, desilusión y fascinación.

Josephine Wright, una profesora de música y estudios de raza negra del Colegio Wooster, en Ohio, dice que la letra de “Swing Low, Sweet Chariot” alude a sentimientos de desesperación y a un deseo de liberación del sufrimiento. En el 1800, la canción era una alerta subrepticia en el Ferrocarril Subterráneo, así como una canción funeraria, señala. Wright la cantó con su familia en el funeral de su madre, en 1989. Dice que hasta hace poco leyó sobre el uso de la canción en Inglaterra, y le pareció “desafortunado”.

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“Estas apropiaciones transculturales de canciones de la esclavitud en Estados Unidos revelan una falta total de entendimiento del contexto histórico donde fueron creadas por los esclavos estadounidenses”, apuntó.

Los fanáticos ingleses la cantaron por primera vez a gran escala en el Estadio de Twickenham el 19 de marzo de 1988, conforme Inglaterra registraba un memorable regreso para ganarle a Irlanda. Desde entonces, múltiples grupos y personas han clamado responsabilidad por empezar el canto.

La causa es una cuestión de cierta intriga. Durante el transcurso de los años, artículos de periódicos ingleses que mencionaron la génesis del canto de ese día vincularon su emergencia como una cuestión natural a la raza de Chris Oti, quien fue el primer jugador negro que representó al equipo de Rugby de Inglaterra en casi un siglo, y quien tuvo un papel protagónico en ese juego.

Dudley Wood, ex secretario de la Asociación de Rugby Fútbol, fue citado en The Independent en 1991 diciendo que a Oti “la gente se le abalanzó totalmente de camino al vestuario. Es una situación delicada de cierta forma, porque es una canción espiritual de negros. Pero nosotros, los pobres ingleses, realmente no tenemos canciones para cantar”.

Dos años después, el mismo periódico dedicó una edición de su columna de preguntas y respuestas de sus lectores a la cuestión de por qué se arraigó el canto. En respuesta, un lector escribió: “A menudo era cantada por gente blanca cuando los jugadores negros jugaban bien; una felicitación solapada, en mi opinión”. Otro dijo que era “ligeramente racista, pero del mejor sabor posible”.

Arthur Jones, profesor de historia de música y fundador del Proyecto Espiritual en la Universidad de Denver, dice que la situación le recuerda a los equipos de deportes de Estados Unidos que usan nombres e imágenes nativas americanas, en el sentido de que un grupo de gente parecía estar asociándose libremente con imágenes en gran parte desconectadas de su historia.

“Mi primera reacción es absolutamente de conmoción (y de hecho lo entiendo cuando lo pienso), pero esa es mi primera reacción”, subraya Jones. “Como que me siento triste. Siento como que la historia de la esclavitud estadounidense y esta increíble tradición cultural, formada dentro de una comunidad que fue víctima y a menudo considerada incapaz de defenderse por ella misma, es una historia tan poderosa que quiero que todo el mundo la sepa. Pero aparentemente no todo mundo lo quiere”, acusa.

Cuando se le hizo saber la incomodidad que sienten muchos estadounidenses luego de enterarse del nuevo uso de la canción, John M. Williams, director del Centro para la Sociología del Deporte de la Universidad de Leicester, en Inglaterra, dijo: “Puedo entenderlo, y lo único que podría darles como cierto tipo de consuelo raro es que sospecho que la vasta mayoría de la gente que la canta no tiene idea de dónde vino, ni siquiera de que sea estadounidense, y que pertenezca al patrimonio de negros estadounidenses”.

Efectivamente, antes del juego contra Francia, parecía que pocos fanáticos de Inglaterra conocían el origen de la canción, pese a que la cuestión había surgido momentáneamente en los medios noticiosos ingleses en 2015. Primero, un columnista de The Telegraph preguntó: “¿Es hora de que Inglaterra ponga fuera de juego su himno de rugby?” Pocos meses después, un articulista del Independent publicó un ensayo intitulado “Why it’s time for England to stop singing ‘Swing Low, Sweet Chariot’”. Ambos señalaron el solemne origen de la canción como tema espiritual de esclavos.

Pero Williams se rio cuando se le preguntó si estos artículos reflejaban que estuviera ocurriendo un debate más amplio dentro de la comunidad del rugby. “La gente típica que va a ver al equipo nacional de rugby de Inglaterra es improbable que sea una audiencia que vaya a reflexionar mucho sobre este tipo de cuestiones ni va a pasar mucho tiempo preocupándose por lo políticamente correcto”, afirmó.

James W. Cook, un profesor de la Universidad de Michigan que ha investigado el movimiento temprano del arte y la música afro-estadounidese hacia los mercados globales, señala que Estados Unidos desde hace mucho ha exportado cultura popular a todo el mundo, donde sus muchas variantes son apropiadas y reapropiadas en formas inusuales. Dice haber encontrado que la “amnesia histórica” es generalmente problemática, y sugiere que sería positivo educar más sobre la canción.

Pero, advirtió, “cuando hay cualquier tipo de vigilancia de límites, ese no es un entendimiento realista de cómo es que estos productos culturales se mueven y adaptan y cambian conforme van de un lugar a otro”.

Ese movimiento y cambio no terminan.

Al principio de la temporada de fútbol inglés 2010-11, Arsène Wenger, el viejo director técnico de Arsenal, criticó al Stoke City por emplear tácticas físicas que según él eran más reminiscentes del rugby que del fútbol. Los fanáticos del Stoke se tomaron a pecho sus comentarios. Meses después, cuando Arsenal visitó al Stoke City (en un juego que el Stoke terminaría ganando), los fanáticos locales cantaron “Swing Low, Sweet Chariot” una y otra vez, en cierto tipo de burla conceptual alegre.

También adoptaron la canción como propia, y a la fecha siguen cantándola.

Andrew Keh
© 2017 New York Times News Service