Funcionarios dicen que no se ha encontrado ninguna relación terrorista del gatillero de Múnich

Rukminis Callimachi informó desde Múnich y Melissa Eddy en Berlín. Con la colaboración en la investigación de Gregor Aisch Y Víctor Homola en Berlín; Stefan Pauly y Adam Ellick en Múnich; Jack Ewign en Locarno, Suiza, y Sewell Chan en Londres.

MUNICH _ Lo habían acosado en más de una escuela. Jugaba videojuegos violentos y desarrolló una fascinación por los tiroteos masivos. Guardaba un ejemplar de la edición alemana del estudio que realizó un psicólogo estadounidense, “Why Kids Kill: Inside the Minds of School Shooters” (Por qué matan los chicos. Dentro de la mente de quienes balacean en las escuelas), y estuvo en tratamiento por tener problemas psiquiátricos.

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En algún momento, Ali Sonboly consiguió un revólver Glocker, nueve milímetros y cientos de rondas de municiones. A las 5:52 del viernes, en un McDonald’s en Múnich, a unas cuantas millas de donde vivía con su madre, su padre y un hermano, empezó a disparar.

Sonboly, de 18 años, se dirigió a un centro comercial al otro lado de la calle, luego, hasta el nivel superior de un estacionamiento adyacente. Para cuando había terminado con sus desmanes, había matado a ocho jóvenes más, una persona de edad mediana y a sí mismo.

Fue el tercer ataque masivo en Europa en poco más de una semana, después del asesinato de 84 personas en Niza, Francia, y un ataque realizado por un joven inmigrante con un hacha y un cuchillo en Alemania, en el que hirió a cinco personas.

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Sin embargo, a diferencia de esos dos ataques, el de Múnich, con base en la evidencia inicial, parece no tener ningún vínculo evidente con el Estado Islámico, ni con alguna otra organización terrorista, dijeron funcionarios el sábado. Ni tampoco parecía estar directamente vinculado con la ola de inmigración que ha avivado las tensiones raciales, étnicas y religiosas en Alemania y por toda Europa.

Más bien, según versiones de la policía y los fiscales, así como de vecinos y compañeros de escuela de Sonboly, este asalto más reciente pareció ser de un tipo menos ideológico y más personal: un desfogue repentino y violento de un joven sin sosiego.

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Hubo indicios de que los desmanes de Sonboly no estuvieran del todo desprovistos de matices políticos. Los llevó a cabo en el quinto aniversario de la masacre que hizo Anders Behring Breivik, el extremista de derecha que mató a 77 personas en Noruega. Al preguntársele sobre un posible vínculo basado en la fecha, Hubertus Andrae, el jefe de la policía de Múnich, dijo: “esta conexión es obvia” y es parte de su investigación. “Debemos asumir que él estaba consciente de este ataque, dijo Andrae.

Sin embargo, el panorama inicial de Sonboly, el cual surgió horas después de que los policías lo encontraron muerto a menos de una milla del centro comercial con una mochila llena de municiones y una sola herida de bala en la cabeza, fue la de un joven cuyas inquietudes eran algo mucho más cercano a él.

Nació y creció en Múnich, tenía la ciudadanía alemana y la iraní. Sus padres emigraron a Alemania y su padre conduce un taxi. Estudiante de una escuela pública cercana, los vecinos adultos lo conocían como un chico cortés que entregaba periódicos. Creció en un hogar laico, contaron los vecinos, y la familia gozaba con las celebraciones, como cumpleaños y el año nuevo iraní.

En algunos artículos periodísticos se le identifica como David Ali Sonboly, aunque todos lo conocían como Ali.

“Siempre era amigable, muy amigable”, dijo Tovaiau Edo, de 32 años, quien vive en el mismo edifico de departamentos que la familia de Ali. “Cuando lo vi y vi el reportaje, es como si fueran dos personas diferentes. No la misma gente. No puedo creer esto”.

Sin embargo, funcionarios y vecinos dijeron el sábado que Sonboly había estado batallando a varios niveles. Tuvo dos encuentros previos con la policía, ambas veces como víctima, una vez porque tres jóvenes lo acosaron y una porque lo robaron. Pasaba mucho tiempo jugando videojuegos violentos en línea. Había estado en tratamiento psiquiátrico, posiblemente por depresión, dijeron funcionarios.

“Siempre era amable, gentil y servicial”, dijo una vecina de 14 años, quien iba a la misma escuela que el atacante, en la calle Alfons y pidió que solo se la identificara por el nombre de pila, Safete.

Safete dijo que había visto al atacante en el edificio donde vivía alrededor de medio día del viernes, y “no me saludó como lo hacia normalmente”.

“Estaba concentrado en los documentos que sostenía”, añadió. “No levantó la vista”.

Safete dijo que, en un momento dado, el gatillero había discutido con un compañero de clase, “y dijo que iba a llevar a cabo una matanza”. Agregó que no podía recordar el nombre del compañero de clase, ni la fecha del altercado.

La prima de Safete, de 15 años, quien dijo llamarse Maylinda y asistir a las misma escuela, comentó que al gatillero lo habían intimidado en la escuela actual y en la anterior.

“Esto no tuvo nada que ver con el islam”, dijo. “Fue porque lo acosaron”.

Una mujer en un edificio vecino, cuyo balcón de al de la familia Sonboly, dijo que ella y su hijo de 10 años habían hecho migas con Ali. Sin embargo, la mujer, quien solicitó que solo se la identificara por su nombre de pila, Pauline, dijo que su hijo y ella habían notado algo raro en él.

“Ali estaba algo encerrado en sí mismo”, dijo Pauline. “Tenía algo. No sé que es, pero algo andaba mal”.

Había indicios de que sus desmanes fueron premeditados. En el cateo realizado a las 3:30 a.m. del sábado en el departamento de su familia, en el barrio de Maxvorstadt, que incluye a algunos de los famosos museos de arte de la ciudad y está adyacente al centro histórico de la ciudad, las autoridades encontraron artículos periodísticos sobre las respuestas policiales a otros tiroteos, así como el libro sobre gatilleros escolares. La policía también se llevó e1 equipo de cómputo, documentos y otros materiales.

Funcionarios dijeron que estaban investigando los informes relativos a que el gatillero podría haber entrado ilegalmente a la página de Facebook de una chica y haber prometido alimentos a un precio especialmente bajo para atraer a la gente al McDonald’s poco después del primer tiroteo. También estaban investigando si, específicamente, había disparado contra jóvenes.

Tres de los asesinados tenían 14 años; dos, 15, y otros, 17, 19, 20 y 45 años. Tres de los nueve eran mujeres. Todos vivían en la zona de Múnich, dijeron funcionarios.

De los 27 heridos, 10 se encontraban en situación crítica, incluido un chico de 13 años.

Entre las muchas preguntas que encaraban las autoridades el sábado mientras Múnich retornaba lentamente a la normalidad, estaba la de cómo Sonboly había conseguido un arma corta y tantas municiones, a pesar de las estrictas leyes sobre armas que tiene Alemania.

Se había raspado el número de serie de la Glock, lo que complicó la posibilidad de las autoridades para rastrearla, Robert Heimberger, el jefe de la policía criminal del estado de Bavaria, dijo en rueda de prensa. El adolescente no tenía licencia para tener armas.

También habrá preguntas sobre si las escuelas, los servicios sociales y la familia de Sonboly no fueron capaces de notar sus problemas, y sobre el grado en el que otros ataques y la violencia en la cultura popular pudieran haber influido en él.

“No podemos ignorar _ y no sé cuál pueda ser la solución, pero, sin lugar a dudas, y ese fue el caso en esta situación _ que la glorificación de la violencia en los juegos en internet tiene un efecto dañino en el desarrollo de los jóvenes”, dijo el sábado Thomas de Maizière, el ministro alemán del interior.

Rukmini Callimachi and Melissa Eddy
© 2016 New York Times News Service