Generaciones rompiendo géneros

CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Los géneros están desapareciendo, en la vida y en el arte. Suena arcaico tratar de meter todo en una caja, definirlo y delimitarlo. Las nuevas generaciones buscan ser en libertad.

Con una mitad unida a tierra firme y la otra mirando al océano es una inadaptación. No busca agradar a nadie ni encontrar su lugar en el teatro. Es un grito desesperado de los jóvenes para que los dejen existir.

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El Colectivo Aguanieve, integrado por Lilian Rivero, Gerardo Sotelo Manrique, Iván Caldera Álvarez, José Luis Carrillo Fuchs y Jesús Giles es el responsable de este interesante experimento.

La agrupación toma y destaza textos de grandes autores como Alessandro Baricco, Virginie Despentes, Clarice Lispector, Amos Oz y Gabriel Trujillo Muñoz. Los declaman, los sienten y los vuelven propios. Descontextualizada, la literatura toma otro sentido.

En el escenario aparecen Lilian Rivero y Gerardo Sotelo Manrique, ambos con extravagantes trajes. Mientras el público entra, ellos bailan una música a todo volumen que de golpe capta toda nuestra atención.

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Sotelo, vestido con unos shorts diminutos, peinado con dos colitas y hablando de sí en femenino, se abre ante el público, contando sus experiencias personales de vida. Rivero, con un largo vestido rojo, lentes decorados como si fueran un antifaz y con pistola rosa en mano, es una chica despampanante que no encaja en los estereotipos de belleza. En un momento toma un micrófono y comienza, casi como en un show de cabaret, a enumerar las distintas formas en las que se puede ser mujer: todas las que hay, no sólo la figura perfecta a la que todas aspiramos, la cual, sin embargo, no existe.

La iluminación, como el resto de la escena, es libre. No trata de dejarnos ver a los actores, sino que juega con ellos, con sus rostros y con sus cuerpos. Funge como un ente rebelde en medio de un espacio vacío, rebotando azarosa en una bola disco que cuelga del techo. Unas barras de luz neón atraviesan agresivas el escenario.

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Cuando la representación termina se le da al público la posibilidad de opinar. Mujeres y hombres de todas las edades reflexionan así acerca de la sociedad, los estereotipos e incluso las fronteras. Todos ellos tienen una inquietud, y gracias a este espacio podemos notar la gran variedad de interpretaciones y lecturas con las que cuenta el montaje.

Al final, todos –público y actores– terminan (casi) desnudos, literal y metafóricamente. Se pretende crear un espacio de confianza, donde no se juzgue y se puedan exponer las inquietudes que nos ocupan.

No es necesario que nos identifiquemos con los temas particulares que plantean los personajes. Todos somos parte del sistema y éste nos oprime de distintas maneras. Necesitamos gritar, arrancarnos las cadenas y lograr, de una vez por todas, hallar nuestro ser único sin miedo.

La obra se estrenó en 2014 en el Teatro Santa Catarina de la UNAM, y en ese mismo año formó parte de la colección de Teatro Alternativo del Instituto Nacional de Bellas Artes. Luego, en 2016, tuvo una temporada en el teatro La Capilla.

Con una mitad unida a tierra firme y la otra mirando al océano reestrenó el 3 de febrero y estará los viernes hasta el 28 de abril,a las 20:30 horas, en el Foro A Poco No (República de Cuba 49, Centro Histórico).