Un giro inesperado en la economía del empleo temporal: Los trabajadores reciben la mayor parte del dinero

NUEVA YORK _ Las impresionantes imágenes en Stocksy.com están lejos del material estándar que se encuentra en muchos sitios de distribución de fotografías. Coloridos retratos, composiciones inesperadas y tomas juguetonas reciben a los visitantes.

Sin embargo, la característica que más le distingue quizá sea la estructura del dueño del sitio, Stocksy United: es una cooperativa, propiedad de y regida por los fotógrafos que contribuyen con su trabajo. Cada fotógrafo de Stocksy es dueño de una acción de la compañía, con derechos de voto. Y la mayor parte del dinero por las ventas de su trabajo va a parar a sus bolsillos en vez de a las valuaciones multimillonarias perseguidas por muchas empresas emergentes respaldadas por capital de riesgo.

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Stocksy fue fundada en 2013 por Bruce Livingstone y Brianna Wettlaufer, el equipo central detrás de iStockphoto, que en 2000 fue pionera en la idea de vender fotos de archivo en línea a cambio de tarifas pequeñas. (Livingstone fue el fundador y Wettlaufer, la vicepresidenta de desarrollo y empleada número cuatro). IStock _ que se promovía como “por creativos, para creativos” _ atrajo la atención de Getty Images, que la adquirió en 2006 por 50 millones de dólares.

Livingstone y Wettlaufer, que ahora están casados, se sintieron decepcionados conforme el espíritu comunitario que habían cultivado y las regalías que los fotógrafos recibían empezaban a erosionarse bajo la administración del nuevo dueño. Como muchos artistas en la era digital, sus amigos fotógrafos se quejaron de que estaban siendo mal pagados y explotados por los sitios en línea.

“Todos tenían la misma historia”, dijo Wettlaufer. “Estaban sintiéndose privados de sus derechos. Ya no se sentían creativamente inspirados. La magia desapareció”.

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Así que, usando el dinero de la venta de iStock a Getty, ella y Livingstone se propusieron crear Stocksy, pagando a los fotógrafos entre 50 y 75 por ciento de las ventas. Eso está muy por encima de la tarifa actual de entre 15 y 45 por ciento que es típica en el campo de los archivos fotográficos. La compañía también distribuye 90 por ciento de sus utilidades al final de cada año entre sus fotógrafos.

“Nos dimos cuenta de que podíamos hacerlo diferente esta vez”, dijo Wettlaufer, quien asumió el puesto de directora ejecutiva en 2014. “Podíamos entrar al mercado con un modelo que asegurara que los artistas fueran tratados justa y éticamente”.

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Stocksy es parte de una nueva ola de empresas emergentes que están tomando prestadas las herramientas de Silicon Valley para crear una economía de “compartir” más genuina que recompense a los individuos que generan el valor.

Según un reciente sondeo de Pew, 72 por ciento de los estadounidenses ha usado algún tipo de servicio compartido o bajo demanda, ya sea Uber para desplazamientos o TaskRabbit para cosas tan diversas como pasear a perros y labores domésticas. Pero ha habido muchas críticas de que, después de que las plataformas se quedan su parte y los trabajadores pagan los gastos, es poco lo que llega a quienes realizan el trabajo real.

Y, aunque muchos trabajadores aprecian la flexibilidad de programar sus propios horarios, no tienen las mismas protecciones y beneficios que los empleados de tiempo completo. La evidencia sugiere que el cambio hacia la mano de obra bajo demanda podría incrementar la vulnerabilidad para el aproximadamente un tercio de los estadounidenses que son empleados contingentes.

Cuando Wettlaufer y Livingstone se dispusieron crear Stocksy, consideraron hacerla una organización sin fines de lucro, pero decidieron formar una cooperativa digital (“Piense más en el respeto y apoyo al artista, menos en pachuli”, dice el sitio web.)

Stocksy es lo que se conoce como una cooperativa de accionistas múltiples, con tres clases de acciones: una para los ejecutivos, una para el personal y una tercera para los fotógrafos. No hay tarifa para unirse ni comisiones anuales; los miembros pagan solo un dólar por su parte de la acción. Ese enfoque colaborativo ha ayudado a la nueva empresa a prosperar en un mercado atestado y competitivo.

Los ingresos de Stocksy se duplicaron el año pasado a 7.9 millones de dólares. Más de la mitad, 4.3 millones de dólares, se pagaron en regalías. Después de eso y otros costos operacionales, Stocksy generó el año pasado su primer “ingreso excedente”, o lo que es similar a utilidades en las cooperativas. Esto permitió pagar un dividendo a los miembros por primera vez, por un total de 200,000 dólares.

El éxito de Stocksy quizá sea un modelo para otras cooperativas digitales que enfrentan a gigantes en otras industrias. En San Francisco, Loconomics ha iniciado una cooperativa en línea para servicios profesionales, desde masajes hasta diseño gráfico, comparable a TaskRabbit.

Otros están desarrollando plataformas en que se comparten utilidades para cineastas, empleados domésticos, taxistas y músicos.

Algunos modelos de negocios están involucrando más a los trabajadores pero absteniéndose de la ruta de la cooperativa. Juno, una nueva aplicación de servicio de autos a demanda que está siendo probada en Nueva York, planea tomar una parte más pequeña de las tarifas y apartará la mitad de sus acciones fundadoras para sus choferes.

Sin embargo, estas nuevas empresas más pequeñas enfrentan una batalla cuesta arriba contra los competidores fuertemente financiados y atrincherados que se han beneficiado de un “efecto de red” aplicado por ellos mismos. Una gran base de usuarios da a compañías como Uber más prominencia y, por tanto, más visibilidad. Las cooperativas tampoco tienen los miles de millones de dólares en capital de riesgo que los respaldan.

“No hay manera de que podamos superar en gastos a esas compañías gigantescas”, reconoció Wettlaufer.

Pero algunos consumidores, trabajadores y reguladores están empezando a responder a lo que consideran como abusos en la economía del compartir. Varias demandas judiciales y leyes propuestas están dirigidas a proteger a los trabajadores, y las descripciones de las experiencias negativas de los usuarios que han recibido amplia publicidad han dañado la imagen de los unicornios de la tecnología alguna vez alabados.

Hay espacio para que las cooperativas florezcan al lado de grandes competidores, dicen algunos en la industria. Craig Shapiro, fundador y socio administrativo del Collaborative Fund, una firma de capital de riesgo basada en Nueva York, ha respaldado a plataformas bajo demanda de altos vuelos que incluyen a TaskRabbit y Lyft. Pero dijo que veía el argumento de venta de las cooperativas.

“Como accionista en algunas de estas empresas, espero que todas tengan éxito”, dijo Shapiro. “Pero los modelos que recompensan a los miembros que están generando valor finalmente ganarán”.

Amy Cortese
© 2016 New York Times News Service