Habla el dinero barato

Con todo lo demás que está sucediendo, desde Trump hasta la “brexit” y el horror de Dallas, es difícil concentrarse en lo que está pasando en los mercados financieros _ en especial porque no enfrentamos ninguna crisis inmediata. Sin embargo, a últimas fechas, han estado sucediendo cosas extraordinarias, especialmente, en los mercados de bonos. Y, porque el dinero todavía hace que gire el mundo, se debe poner atención a lo que los mercados están tratando de decirnos.

Específicamente, ha habido una caída extraordinaria en las tasas de interés a largo plazo. A finales del año pasado, el rendimiento en los bonos del gobierno estadounidense a 10 años fue de alrededor de 2.3 por ciento, ya históricamente bajo; el viernes, fue de solo 1.36 por ciento. Los bonos alemanes, el activo seguro en la eurozona, están produciendo -0.19 por ciento, es correcto, menos. Básicamente, los inversionistas están dispuestos a ofrecerles dinero a los gobiernos por nada o menos que nada. ¿Qué significa eso?

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Algunos comentaristas culpan a la Reserva Federal y al Banco Central Europeo y los acusan de diseñar tasas de interés “artificialmente bajas” que alientan la especulación y distorsionan la economía. Por cierto, se trata, en gran medida, de las personas que solían pronosticar que los déficits presupuestarios causarían el aumento en las tasas de interés. En cualquier caso, no obstante, es importante entender que no tiene sentido lo que dicen.

¿Qué significa “artificialmente bajos” en este contexto? ¿En comparación con qué? Históricamente, la consecuencia del dinero fácil en exceso _ la forma en la que se sabe que el dinero es demasiado fácil _ ha sido la inflación fuera de control. Eso no está pasando en Estados Unidos, donde la inflación todavía está por debajo del objetivo de la Reserva, y, definitivamente, no está sucediendo en Europa, donde el banco central ha estado tratando de incrementarla, sin conseguirlo.

Más bien, al contrario, los acontecimientos en las economías reales del mundo avanzado nos están diciendo que las tasas de interés no son lo suficientemente bajas _ es decir, mientras las tasas bajas pueden estar teniendo sus efectos habituales de reforzar al sector de la vivienda y, hasta cierto punto, al mercado bursátil, esos efectos no son lo suficientemente grandes para producir una recuperación fuerte. Pero, ¿por qué?

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En algunos episodios de costos muy bajos de los préstamos gubernamentales en el pasado, la historia ha sido de una huida hacia la seguridad: los inversionistas se amontonan para comprar bonos estadounidenses o alemanas porque temen adquirir activos más riesgosos. Sin embargo, hay pocos signos de que hoy haya un proceso motivado por un miedo como ese. Las primas sobre los bonos corporativos riesgosos, que aumentaron durante la crisis financiera del 2008, han permanecido bastante bajas. Los márgenes de los bonos europeos, al igual que la diferencia entre las tasas de interés italianas y alemanas también han permanecido bajas. Y los precios de las acciones han estado llegando a alturas nuevas.

Por cierto, los efectos colaterales del voto de Gran Bretaña para salirse de la Unión Europea se ven bastante limitados, al menos hasta ahora. La libra bajó y los inversionistas han estado sacando dinero de los fondos para invertir en el mercado inmobiliario londinense. Sin embargo, las acciones británicas subieron y no hay nada semejante al tipo de pánico que parecía pronosticarse en alguna de la retórica previa al referendo. Todo lo que parece haber sucedido es la intensificación de la tendencia hacia tasas de interés todavía más bajas.

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Entonces, ¿qué está pasando? Yo creo que se parece a una Gran Capitulación.

Desde hace algún tiempo, diversos economistas _ el más famoso de todos, Larry Summers, pero también su seguro servidor y otros _ han estado advirtiendo que es posible que todo el mundo se esté volviendo como Japón. Es decir, pareciera que una demanda débil y un prejuicio hacia la deflación son problemas persistentes. Hasta hace poco, no obstante, los inversionistas actuaban como si todavía esperaran un retorno a lo que solíamos considerar condiciones normales. Ahora, ya tiraron la toalla, admitiendo, de hecho, que la debilidad persistente es lo normal nuevo. Esto significa tasas de interés a corto plazo por un plazo muy largo y tasas de interés bajas a largo plazo de inmediato.

A muchas personas no les gusta que esto esté pasando, pero aumentarlas de cara a economías débiles sería una locura que bien podría lanzarnos de nuevo a una recesión.

Lo que los formuladores de políticas deberían estar haciendo, más bien, es aceptar el ofrecimiento de los mercados de un financiamiento increíblemente barato. Los inversionistas están dispuestos a pagarle al gobierno alemán para que acepte su dinero; la situación de Estados Unidos es menos extrema, pero hasta aquí las tasas de interés ajustadas a la inflación son negativas.

Entre tanto, existen enormes demandas de inversión pública sin cubrir a ambos lados del Atlántico. Es legendaria la envejecida infraestructura de Estados Unidos, pero no es la única: los años de austeridad han provocado que los caminos y ferrocarriles alemanes estén en peor estado del que la gente cree. Entonces, ¿por qué no pedir prestado dinero a estas tasas tan, pero tan bajas, y llevar a cabo las tan necesarias reparaciones y renovaciones? Esto, eminentemente, valdría la pena hacerse aun si no creara empleos también, lo cual sí hace.

Yo lo sé, los regañones del déficit emitirían serias advertencias sobre los males de la deuda pública. Sin embargo, se han equivocado en todo en al menos los últimos ocho años y ya es tiempo de dejar de tomarlos en serio.

Dicen que el dinero habla; bueno, el dinero barato está hablando muy claramente ahora, y nos está diciendo que invirtamos en nuestro futuro.

Paul Krugman
© 2016 New York Times News Service