El hombre más rico de México enfrenta a nuevo adversario: El Estado que le ayudo a volverse rico

© 2016 New York Times News Service

CIUDAD DE MÉXICO – No todo está bien en el reino de Carlos Slim.

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Durante más de 25 años, él ha dictado las condiciones de la industria de telecomunicaciones de México y erigido un imperio, convirtiéndolo en uno de los hombres más ricos del mundo.

Slim y su familia son milmillonarios 50 veces. Él ha estado en la cima misma de la lista de Milmillonarios del Mundo de Forbes… más de una vez. Sus años de abundancia en México le permitieron abarcar el Continente Americano con empresas que rozan casi cada faceta de la vida moderna: telecomunicaciones, banca, construcción, ventas al menudeo y medios, entre otros.

Pero en casa en México, el juego está cambiando. Y no hay mucho que él pueda hacer al respecto, dicen analistas.

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Determinados a ponerle fin a su predominio, dirigentes de los tres mayores partidos de México han hecho a un lado sus propias animosidades en años recientes, reuniéndose en sesiones secretas para corroer el dominio de Slim.

Ahora, el plan que concibieron para incrementar la competencia en la industria de telecomunicaciones, convertida en ley hace dos años, está empezando a calar.

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Las utilidades para la empresa insignia de Slim, América Móvil, están en una fuerte caída, descendiendo 25 por ciento en 2015 y casi 44 por ciento en el primer semestre de este año, comparado con periodos anteriores del año. Una métrica estrechamente seguida de rentabilidad en Wall Street también ha caído, y las acciones de la empresa han caído 39 por ciento en el último año.

En su informe trimestral del mes pasado, la empresa reconoció que el aumento de la competencia estaba reduciendo las ganancias en México. Bajo la nueva ley, debe someterse a leyes especiales como la empresa dominante de telefonía. No puede cobrar tarifas a sus competidores más pequeños cuando sus usuarios llaman a su red y debe compartir su infraestructura, incluyendo torres celulares, todo lo cual Slim dice que lo obliga a subsidiar a gigantes como AT&T.

“Lo que más ha cambiado y lo más relevante aquí son las autoridades, y su actitud hacia este imperio”, dijo Ernesto Piedras, el director general de la Unidad de Inteligencia Competitiva, empresa consultora y de investigación. “Esta es la primera vez que Slim no tiene una copia de todas las llaves”.

Los reguladores en México, a veces en contra de los deseos de su gobierno, habían intentado durante décadas controlar el predominio de Slim, terminando frustrados a cada giro.

Su monopolio era tan dominante que le costó a los mexicanos 13,000 millones de dólares adicionales al año entre 2005 y 2009, con base en la Organización de Cooperación Económica y Desarrollo. De cualquier forma, su riqueza, ejércitos de abogados y conexiones gubernamentales lo mantuvieron un paso adelante de débiles reguladores, destacan ex funcionarios.

Pero, cuando el Partido Revolucionario Institucional recuperó la presidencia en 2012, buscaba reafirmar su poder en un país donde el estado – no grandes negocios – tradicionalmente ha sido rey. Además, Slim ofreció una forma de apuntarse puntos políticos al mismo tiempo: los mexicanos ya desdeñaban lo que conocían como su servicio caro y con frecuencia nada confiable.

La reorganización de las telecomunicaciones fue una parte crucial del impulso del presidente Enrique Peña Nieto por reestructurar la imagen de México y su partido, que había gobernado a la nación durante siete décadas antes de perder una elección por primera vez en 2000. Él prometió un nuevo Partido Revolucionario Institucional, dedicado a cargar de nuevo la economía. Prometió una nueva era, declarándola “el momento de México”.

La celebración duró poco, con escándalos de corrupción y seguridad hundiendo los índices de aprobación de Peña Nieto a los más bajos de cualquier presidente en un cuarto de siglo. Sin embargo, las reformas económicas siguieron. México está invitando a empresas privadas a que perforen en busca de petróleo. Cambios al sistema escolar están en marcha. Además, Slim enfrenta competencia efectiva por primera vez.

Para México, la ley de telecomunicación ofrece un marcado contraste con las muchas promesas fallidas del estado: ponerle fin a la corrupción, promulgar el estado de derecho y zanjar la desigualdad. El hecho de que el gobierno haya logrado atacar a Slim, discutiblemente el ciudadano más poderoso del país, es prueba de que donde hay voluntad política en México, hay una forma de hacerlo.

“Esta administración invirtió en las reformas económicas, pero pasaron por alto las reformas en el sistema judicial y en el campo de la corrupción”, dijo Enrique Krauze, prominente historiador mexicano que conoce a Slim.

De cualquier forma, los cambios han logrado poco por hacer mella en el porcentaje del mercado de Slim. Él conserva casi 70 por ciento del mercado de telefonía celular y alrededor de 65 por ciento de las líneas fijas.

En entrevista, Slim dijo que la nueva ley establecía una certidumbre que todos los empresarios valoran. Sin embargo, se enojó ante la idea de que su empresa requiriera de regulación especial, o de que hubiera estancado o impedido regulaciones en el pasado.

“Mire toda la normatividad que nos han impuesto. ¡Mírelos!” dijo. “Cada vez que se quejan de algo, cabildean para imponer una regulación”.

Slim reconoció que las utilidades habían bajado. Pesares con las divisas en América Latina han cobrado un gran precio. Y la reciente entrada de AT&T, que ha prometido invertir miles de millones de dólares para competir con su empresa, ha contribuido a bajar considerablemente los precios de planes de telefonía celular, incluyendo la suya propia. A lo largo de todo, destacó Slim, sus clientes se han quedado con él.

“Ellos creyeron que vendrían que nos derribarían, solo debido a que se llaman AT&T”, dijo. “Por una parte, ellos dicen ‘la mayor red en Norteamérica’ y, por la otra, dicen que porque ellos son pequeños aquí nosotros deberíamos subsidiarlos”.

Este año, reguladores mexicanos determinarán si las nuevas medidas bastan para reducir el predominio de Slim. Los reguladores pueden aplicar medidas más duras más adelante si deciden que América Móvil no se está abriendo a la competencia; mediante la imposición de grandes multas o incluso ordenando su desarticulación.

En general, Slim se mostraba optimista con respecto a sus perspectivas.

“Lo he dicho varias veces: las telecomunicaciones son el sistema nervioso de la nueva civilización”, dijo. “Es necesario tener una visión a medio y largo plazos”. No se puede tener visión trimestralmente”.

No todos los analistas comparten su perspectiva.

“Aún no termina lo peor”, dijo Andre Baggio, analista en J.P. Morgan.

Hay muchas historias sobre el ascenso de Carlos Slim: hijo de inmigrantes libaneses que heredó un negocio de ventas al menudeo y construyó un imperio, pedazo a pedazo, por el largo tramo latinoamericano del Hemisferio Occidental. Esas vastas propiedades incluyen un número considerable de acciones en el New York Times.

Sin embargo, hay otro lado, dicen funcionarios, de atorar la regulación en incontables nudos legales, de amistar a los ricos y poderosos que identificaron su éxito con el suyo propio.

Esta afirmación enfurece a Slim quien niega haber obstaculizado regulación. A finales de cuentas, se reduce a la elección del cliente, dijo, en México o en cualquier otro lugar.

“No puedes mantenerte, en un mercado de 110 millones de consumidores, a menos que la gente prefiera quedarse contigo”, destacó.

Si bien el predominio de Slim – y utilidades – pudieran estar bajo amenaza en México, su riqueza ya no depende de eso.

“Empezó a invertir en otras cosas”, dijo Juan Molinar, ex ministro de comunicaciones, en una entrevista antes de que muriera el año pasado. “Sigan el dinero”.

Y durante años, el dinero ha fluido a otras partes.

En Estados Unidos, los resultados han sido mixtos. Una inversión en el minorista CompUSA fue un fracaso, en tanto un préstamo saldado por 250 millones de dólares al New York Times fue una gran inversión. Actualmente él es el mayor accionista de la empresa (Slim tiene acciones Clase A, que tienen derechos limitados de voto).

Sus empresas construyen y alquilan plataformas petrolíferas frente a las costas, perforan pozos, operan presas en Panamá y construyen gasoductos en México y en Estados Unidos. Él incluso está haciendo negocios con el alumno más famoso de Halliburton, Dick Cheney, invirtiendo al lado del ex vicepresidente en WellAware, nueva empresa en Texas de software para servicios petroleros.

El proyecto aeroportuario de México por 13,000 millones de dólares también tiene sus huellas digitales, incluyendo a un yerno en sociedad con el principal arquitecto y otro pariente político que sirvió en el comité de diseño.

Si bien el miembro del comité se recusó, los medios informativos de la localidad vieron lo que ven a menudo: “El Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México Tendrá el Sello de Carlos Slim”, como se expresó en un titular.

Elisabeth Malkin
© The New York Times 2016