Incandescente de ira

© 2016 New York Times News Service

Nadie tiene que preguntarme ya sobre la manera de lidiar con el cisma racial en Estados Unidos. Nadie necesita averiguar sobre la senda hacia adelante más allá de la reyerta racial. No quedarán tranquilos con mi respuesta.

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Alguna vez, James Baldwin dijo: “Ser negro en este país y ser relativamente consciente, equivale a estar iracundo la mayoría del tiempo”. Bien, ahora estoy incandescente de ira y desesperado con respecto a cómo enfocarla responsablemente y reunirla moralmente.

Estoy al borde del alarido.

Después de tres exoneraciones de oficiales en la muerte de Freddie Gray – ¡que el médico legista dictaminó homicidio! -, fiscales de Baltimore abandonaron todos los cargos restantes este miércoles en contra de los otros oficiales que esperaban juicio.

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Sin embargo, incluso otro cuerpo maltrecho de un hombre negro sin que nadie esté siendo a rendir cuentas, otra alma permaneciendo del otro lado de la tumba sin justicia en este lado de los vivos. Ningún oficial ha sido sentenciado en relación con las muertes de Michael Brown, Eric Garner, John Crawford III, Tanisha Anderson, Tamir Rice, Sandra Bland y docenas más. De hecho, con base en Mapeo Policial de Violencia, “solo 10 de los 102 casos en 2015 donde una persona negra sin armas fue muerta por la policía resultaron en que un oficial u oficiales fueran acusados de algún delito, y solo 2 de estas muertes (Matthew Ajibade y Eric Harris) resultaron en condenas de oficiales involucrados”.

¿Qué podemos entender de esto? ¿Qué podemos extraer de ahí?

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En otros asesinatos – ya sea internos o entre comunidades o dirigidos a oficiales encargados de la ley – sin consideración a cuán trágicas las circunstancias, o quizá debido a la tragedia, la fuerza plena de la ley sale a relucir, y podemos apuntar a un registro probado de justicia, cuando menos en cierta medida.

Pero, no en estos casos.

¿En qué marco se supone debo posicionar esto para volverlo paladeable? ¿Cómo puedo aplicar mi cabeza de una manera que lo vuelva racional y correcto?

Es imposible, y efectivamente irrazonable, esperar que yo así lo haga. Merezco estar enojado. Merezco sondear el sistema que, para empezar, lanza a tantos oficiales y personas negras y morenas en contacto, y sentirme indignado. Merezco estudiar los prejuicios que son expuestos en encuentros entre oficiales y ciudadanos, y sentirme asqueado. Merezco darme cuenta de un sistema de justicia penal totalmente parcial en términos raciales, y sentirme indignado.

Las calles de Estados Unidos están llenas de lamentos de “las vidas negras importan”, y EU sigue insistiendo a través de sus acciones en estos casos que no es así, que es un lamento de esperanzados ideales en vez de una recitación de una realidad nacional.

Me duelen los dedos mientras escribo esto. Quiero golpear este teclado. Quiero borrar hasta que todos los caracteres desaparezcan, hacer que el dolor de esto simplemente se desvanezca detrás de un cursor que se aleja, pero simplemente no es tan fácil. Estaspalabras son todo lo que me queda. Esta agonía manando de mí y sobre la pantalla es todo lo que tengo.

Además, no encuentro solaz en la palabrería generada por políticos y sus partidos para rectificar esta situación.

He estado en dos convenciones nacionales del partido en casi el mismo número de semanas y con todo lo que oigo, mi cinismo crece.

La semana pasada en Cleveland, el Partido Republicano presentó una descarada afrenta al movimiento por vidas negras a medida que aprovechó cada oportunidad para disminuir la pérdida negra, como si hubiera un conflicto inherente entre valorar vidas de policías y valorar las vidas de la gente negra y morena que es vigilada. El mismo Donald Trump pronunció un discurso con abundantes códigos en el que afirmó repetidamente que él sería el candidato de la “ley y el orden”, pero nunca habló del tema con la misma importancia de imponer cierto orden en la ley.

La convención demócrata ha sido diferente y mejor en muchas formas – particularmente con respecto a elevar el tema y usar lenguaje apropiado – pero incluso aquí, sigo desconfiando de las generalizaciones vacuas por encima de las estrategias reales.

Las Madres del Movimiento – mujeres negras que han perdido hijos ante la violencia de las armas de fuego – tomaron el escenario por la noche del martes y dieron un poderoso y conmovedor mensaje a todos aquellos en el corredor a lo largo de Estados Unidos. Sin embargo, incluso esto me pone un poco inquieto.

Si bien aplaudo y elogio a las madres por aprovechar cada oportunidad para hacer campaña por la justicia para sus hijos y por defender políticas que impedirían que otras madres sean arrojadas alguna vez a su posición, también estoy en verdad consciente de la usurera naturaleza de políticos y cómo intentan politizar el dolor de terceros en aras de su propio engrandecimiento.

La justicia no habita del lado izquierdo o derecho del espectro ideológico. La justicia mora del lado de la honradez.

Y entonces, Bill Clinton, a quien considero más encantador que muchos, a todas luces, subió al escenario y desplazó la pesada carga desmantelar la opresión de los hombros de los opresores a los hombros de los oprimidos, diciendo: “Si eres un joven afroestadounidense desilusionado y temeroso, vimos en Dallas cuán grandes pueden ser nuestros agentes de policía. Ayúdenos a erigir un futuro en el que nadie tema caminar afuera, incluyendo la gente que viste de azul para proteger nuestro futuro”.

¿Cómo se supone que la gente sin el poder, la gente en contra de quienes el poder está siendo ejercido, altere la perversión de ese poder si los abusadores no son llamados a rendir cuentas?

Estoy agotado. Estoy asqueado. Estoy harto de todo el diálogo circular. Sin embargo, sí sé precisamente dónde me deja eso a parte de un sitio de dolor y purulencia Estados Unidos se está acercando cada vez más a decirle a personas como yo que el ojo de la justicia no es ciego sino prejuiciado, y yo le respondo a Estados Unidos, eso es increíblemente peligroso.

Charles M. Blow
© The New York Times 2016