El inicio del asistente virtual

NUEVA YORK _ En estos días, no se oye a muchas personas quejándose sobre el problema de los sirvientes.

En 1904, cuando Saki escribió “La cocinera era una buena cocinera, como ocurre con las cocineras, y como se les ocurre a las cocineras, se fue”, esta puntada habría caído en oídos comprensivos. La burguesía de esa era hablaba de lo poco confiable de los servicios domésticos contratados con la misma petulancia que hoy reservamos a las conversaciones sobre cómo se requieren tres controles remotos para encender nuestro televisor.

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En realidad, en el mundo de hoy, parece como si fuera menos probable que escucháramos sobre la partida de un sirviente que de alguien que se enamorara de su asistente virtual.

Recientemente usé una asistente virtual llamada Amy durante 10 días. No nos enamoramos, pero yo debería señalar que Amy es menor de edad porque sigue en etapa beta. (“Yo diría que está en la adolescencia ahora”, me dijo el representante de Amy. “Lo cual significa que a veces está malhumorada y es incorregible”.)

Mi relación con Amy fue menos la de Lord Grantham y la mucama Jane y más como la del aprendiz de hechicero y su cubeta.

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Los asistentes virtuales como Siri, Google Now y Cortana han ayudado a muchas personas a organizar sus vidas, pero la próxima ola de ayudantes probablemente tendrá más voluntad.

Creada por una empresa emergente de la Ciudad de Nueva York llamada x.ai, Amy (a quien los usuarios pueden llamar alternativamente Andrew) organizará reuniones para usted. Una vez que alguien haya aceptado reunirse con usted en un cierto lugar, usted envía copia a Amy y, de manera independiente, ella se pondrá en contacto con la otra persona para determinar un horario mutuamente conveniente, y luego le ayudará a incluir ese horario en su agenda.

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Irresistiblemente, Amy es (por ahora) gratuita. Una vez que sus usuarios se inscriben en el sitio web de x.ai, no necesitan enredarse con ningún hardware ni aplicación.

La mejor parte de tener una asistente virtual es decirle a sus amigos que usted tiene una asistente virtual; me sentí como si hubiera descubierto la octava maravilla.

Fue el equivalente en una conversación a llevar un bebé a la oficina. “¿Suena como Scarlett Johansson en (la película) ‘Her’?”, me preguntó una persona; otra dijo en broma que los bots son los nuevos mimos.

El permitir que alguien realice sus labores requiere confianza. Yo aplaudo a x.ai por incluir, al final de cada uno de los correos electrónicos de Amy, la información de que Amy Ingram es una forma de inteligencia artificial; si mis destinatarios hubieran descubierto este hecho por su cuenta, podrían haberse sentido como Mia Farrow en “Rosemary’s Baby”.

Yo quise probar a Amy con algunos de los caprichos que en ocasiones ocurren en las reuniones. Mis propios amigos y colegas están, por supuesto, muy llenos de integridad y condescendencia para mostrar incluso el más leve destello de poca confiabilidad o divagación, así que cree una cuenta de correo electrónicopara alguien a quien llamé Tania.

Imaginé a Tania como una artista para niños impulsiva y despistada. Cuando Amy envió a Tania una invitación para tomar un café en Starbucks, hice que Tania le respondiera a Amy: “Puedo a las 3:00 el lunes, a menos que solo tenga tres horas de sueño esa noche y me sienta agotada y confusa y tenga problemas para dar seguimiento al hilo de la conversación. En cuyo caso, jueves o viernes sería mucho mejor”.

Amy despreocupadamente estableció la cita para el lunes a las 3:00, sin decirme sobre la advertencia acerca de la confusión de Tania. Ups.

Luego, en la mañana de la fecha del café, hice que Tania le escribiera a Amy: “Estaré trabajando en una fiesta de cumpleaños infantil directamente después de reunirme con Henry. ¿Piensas que esté bien si llevó una maleta llena de animales a Starbucks?”

Amy me envió el correo electrónico, diciendo que no pensaba que ella pudiera responderlo, y luego le dijo a Tania que lo había hecho, alentando a Tania a ponerse en contacto conmigo directamente si Tania no tenía noticias mías. Bien hecho.

Finalmente, 16 minutos antes de la supuesta cita entre Tania y yo, hice que Tania le escribiera a Amy para decirle que llegaría 15 minutos tarde. “Una botella de humectante explotó y estoy llena de porquería”. Amy ágilmente me envió el mensaje minutos después. Qué bien.

Al final, trabajar con Amy me ha hecho pensar en las responsabilidades de los asistentes. Además de los principios básicos de completar tareas de manera eficiente, ¿qué estamos esperando de nuestros ayudantes? ¿Reconfirmación? ¿Una segunda opinión? ¿Todas nuestras mejores cualidades reflejadas de manera narcisista?

Yo quiero todo esto, así como alguien que sonría o se carcajee la quinta vez que yo me refiera a los veganos como “vegsbianos”, por no mencionar a alguien que pueda decirme si los niños siguen usando gorros en el barrio de Williamsburg de Brooklyn.

Todas estas habilidades eluden a mi simple Amy. Pero Amy tiene una cosa a su favor que es poco probable que se vea en sus contrapartes que viven y respiran: el lunes por la mañana, Amy me envía un resumen de mis reuniones de la semana. Pero cuando digo “lunes por la mañana”, no me refiero a las 8:23 a.m., mientras está tomando atontada el tren. Me refiero a las 3:47 a.m.

Fue enormemente consolador que mi asistente estuviera completamente dedicada a mi agenda a una hora en que mi vejiga está tomando muchas decisiones difíciles por mí. En realidad, leer la hora “3:47 a.m.” me hizo sentir como si estuviera viendo una de esas imágenes holográficas del tejido que está siendo regenerado en el cuerpo del Hombre Biónico.

En su estado actual, Amy quizá no pueda hacer mucho más allá que reducir el número de correos electrónicos que yacen entre usted y la incómoda reunión en el Doppio Hut donde usted y su comprador regional se pregunten si estarán tomando vacaciones este verano. Pero tenemos la tecnología. Podemos reconstruirla.

Henry Alford
© 2016 New York Times News Service