El insospechado mapamundi del poder femenino

CIUDAD DE MÉXICO (apro).- En el marco del Día Internacional de la Mujer y ante el fracasado intento de Hillary Clinton por romper el llamado “techo de cristal” que ha impedido a una mujer llegar al máximo cargo de poder político en Estados Unidos, vale la pena echar un vistazo a cómo se ha dado este fenómeno en otras partes del mundo.

En la búsqueda de información al respecto, quien esto escribe se encontró con un mapamundi elaborado por el periódico El País, en el que se puede consultar dónde y cuándo una mujer ha ejercido la presidencia o la primera magistratura, o ambas a la vez, según el sistema de gobierno inherente a cada uno de los países.

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El diario español aclara que sólo se contabilizaron aquellas jefas de Estado o de gobierno que llegaron al cargo mediante el voto democrático o elecciones parlamentarias, y por lo tanto no están incluidas reinas, gobernantes interinas o mandatarias impuestas por métodos antidemocráticos. En este recuento, ninguna antecede el decenio de los años sesenta del siglo pasado.

Sobre esta base, desde entonces se cuentan 57 países en donde una o más mujeres han estado en algún momento al cargo; es decir, alrededor de un tercio de los 193 países que integran la Organización de Naciones Unidas (ONU). Actualmente hay en funciones diez presidentas y seis primeras ministras.

Hacer la lista de todas sería largo y tedioso. Sin embargo, resulta interesante señalar algunos aspectos de cómo se ha distribuido el poder femenino en el mundo, y que no necesariamente coincide con las ideas preconcebidas de los dictados religiosos, las estructuras patriarcales, el conservadurismo social o el simple machismo que permea el inconsciente colectivo. Y tampoco tiene que ver con el desarrollo económico y tecnológico de las naciones.

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Para empezar, se podría destacar que sólo en uno de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, es decir las potencias que determinan el devenir del mundo, ha habido mujeres gobernantes efectivas. Se trata del Reino Unido con Margaret Thatcher (1979-1990) y, desde el año pasado, Theresa May. Tal vez influya en el ánimo de los británicos el haber tenido en su historia dos reinas poderosas (Isabel I y Victoria) y una presente desde hace siete décadas, que también es cabeza de la Iglesia anglicana (Isabel II).

Aquí cabe hacer un paréntesis para resaltar que en la vecina y muy católica Irlanda también fungió como presidenta Mary Robinson (1990-1997), quien jugó un papel destacado en las negociaciones de paz con Gran Bretaña por el conflicto del Ulster y luego se desempeñó como Alta Comsionada de Derechos Humanos en la ONU (1998-2005).

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En la Francia revolucionaria y republicana también ha habido una primera ministra (Édith Cresson, 1991-1992), pero su gestión duró menos de un año y fue anulada por el poder omnímodo del entonces presidente François Mitterand. En Rusia y China, donde la situación general de la mujer sigue siendo bastante precaria, no se ha perfilado siquiera alguna. Y en Estados Unidos, que se ostenta como la democracia más avanzada del mundo, Hillary no logró ser la primera, aunque es difícil calibrar cuánto influyó el que fuera mujer.

Siguiendo el mapa por Europa, que también reivindica para sí una democracia plena, se observa que ninguna de las naciones mediterráneas ha tenido una mujer gobernante, ni siquiera Grecia, considerada la cuna de la democracia.

En Portugal aparece María de Lourdes Pintasilgo (1979-1980), quien duró menos de un año como primera ministra.

La tendencia cambia marcadamentre hacia el norte. En primerísimo lugar está Alemania, donde Angela Merkel lleva doce años como canciller (equivalente a primera ministra) y se perfila para otros cuatro más, siendo no sólo la líder de su país, sino de toda Europa. Y en la vecina Suiza cuatro mujeres han ocupado alternadamente la presidencia del Consejo Federal, que actualmente detenta Doris Leuthard.

Donde el mapa empieza a colorearse más es en Escandinavia. En Dinamarca, Helle Thorning-Schmidt ejerció como primera ministra entre 2011 y 2015. Y en Noruega dos mujeres han ejercido el cargo: la actual Erna Solberg y Gro Harlem Brundtland, quien cubrió tres periodos para sumar un total de diez años. Luego encabezó en la ONU la Organización Mundial de la Salud y defendió la agenda del cambio climático.

Ni Holanda ni Suecia han sido gobernadas por mujeres. Pero de 2000 a la fecha, la vecina Finlandia ha tenido una presidenta y dos primeras ministras. Islandia, a su vez, tuvo una presidenta entre 1980 y 1996, y una primera ministra entre 2009 y 2013.

En la zona del Báltico también hay una fuerte presencia femenina. Estonia es presidida desde el año pasado por Kersti Kaljulaid; Letonia tuvo una presidenta entre 1999 y 2007, y una primera ministra entre 2014 y 2016; y Lituania, que tuvo una premier a principios de la década de los noventa, mantiene desde 2009 a Dalia Grybanskaité como presidenta.

En la adyacente Ucrania sin duda resalta la polémica figura de Yulia Timoschenko, quien en dos ocasiones ha fungido como una dura primera ministra y encabeza una corriente política con la que aspira a volver al cargo en futuras elecciones.

Más novedoso resulta observar que en la Europa del Este, donde el conservadurismo social y el peso de las religiones (cristianas, ortodoxas, islámicas) son acendrados, también hay numerosas mujeres que se desempeñan como gobernantes.

Destaca el caso de la muy católica Polonia, donde desde hace dos años funge como primera ministra Beata Szydlo. Y aunque se le acusa de ser la pantalla del expremier y líder del ultraconservador partido Ley y Justicia, Jaroslaw Kaczynski, lo cierto es que ha habido otras dos mujeres en este cargo: Eva Kopacz (2014-2015) y Hanna Suchoka (1992-1993).

Eslovaquia, Eslovenia y Moldavia también han tenido durante los últimos dos lustros primeras ministras. Croacia es presidida desde 2015 por Kolinda Grabar-Kitarović, y hasta Kosovo, de mayoría musulmana, tuvo como presidenta hasta 2016 a Atifete Jahjaga.

Antes de que Recep Tayyip Erdogan asumiera el poder y desviara a la república turca hacia un creciente conservadurismo islámico, una mujer también desempeñó la primera magistratura en Ankara: Tansu Çiller (1993-1996). Proveniente de una familia acomodada de políticos, economista educada en el extranjero, sumamente guapa y desinhibida, ejerció su cargo con mano dura y salió acusada con cargos de corrupción.
Israel, donde conviven la más avanzada modernidad y las prácticas judías ultraortodoxas, que exijen en muchas actividades la separación entre hombres y mujeres, ha gestado una única figura femenina, Golda Meir (1969-1974). Involucrada en política desde su juventud y con varios cargos públicos, como primera ministra lidió con mano dura contra el ascendente terrorismo árabe y encabezó la guerra del Yom Kippur.

En el mundo árabe no se registra ninguna mujer gobernante, ni en la zona de la Media Luna ni en el Norte de África.

En cambio, sin importar si se trata de poblaciones musulmanas, cristianas, animistas o sincréticas; si se realizan prácticas tan agraviantes como la mutilación genital femenina o se cambia a una mujer por una vaca, en el África negra sí se observan varias mandatarias.

La República Centroafricana tuvo su primera ministra a mediados de los setenta (Elisabeth Domitien), aunque dos decenios después la emularon Burundi, Malí, Mozambique y Senegal, que ha contado inclusive con dos. En Namibia actualmente es premier la economista Saara Kuugongelwa, y en Liberia, Ellen Johnson Sirleaf detenta la presidencia desde 2006.

Donde se aprecia una impresionante concentración de mandatarias es alrededor de la península del Indostán. En esa zona donde confluyen el Islam, el Hinduismo y el Budismo, donde todavía se arreglan los matrimonios de las niñas, se pagan dotes y se realizan “crímenes de honor”, casi todos los países han tenido una o dos mujeres a la cabeza del gobierno. Tres de ellas fueron notoriamente hijas de los “padres fundadores” de su respectivas naciones.

La más reconocida es sin duda Indira Gandhi, hija de Jawaharlal Nehru, quien gobernó como primera ministra de 1966 a 1977, y luego de 1980 a 1984, cuando fue asesinada por opositores sikhs. Pero la India también ha contado con una presidenta entre 2007 y 2012 (Pratibha Patil); y Sonia, la nuera de Indira y viuda de su hijo Rajiv (también asesinado), encabezó por muchos años el gobernante Partido del Congreso.

Benazir Bhutto, hija de Zulfikar Alí Bhutto, fue primera ministra en dos ocasiones en Paquistán (1988-1990 y 1993-1996) e igualmente asesinada, en este caso por extremistas islámicos. Por su parte, Megawati Sukarnoputri, hija del fundador de Indonesia Ahmed Sukarno, aunque no llegó por voto directo, sino ascendió desde la vicepresidencia, gobernó de 2001 a 2004 y aún encabeza el principal partido de oposición.

Bangladesh, al otro lado, ha tenido dos primeras ministras (Khaleda Zia y Sheikh Hasina), que prácticamente se han alternado el poder desde 1991. Hasina cumple su segundo mandato desde 2009. Al sur, Sri Lanka ha tenido una primera ministra (Sirimavo Bandaranaike 1970-1977) y más recientemente una presidenta. Y en Nepal, Bidhya Devi Bandari es presidenta desde 2015.

En el sudeste asiático también se han sucedido las gobernantes. En Filipinas, Corazón Aquino encabezó la rebelión para derrocar al dictador Ferdinand Marcos, después de que éste mandara asesinar a su marido, Benigno Aquino. Gobernó de 1986 a 1992. E iniciado el siglo XXI, Gloria Macapagal Arroyo, hija del expresidente Diosdado Macapagal, ocupó la presidencia por casi un decenio.

Tailandia también ha contado recientemente con una primera ministra, al igual que Corea del Sur entre 2006 y 2007. La actual presidenta surcoreana, Park Geun-hye, se encuentra de momento suspendida por acusaciones de corrupción y abuso de poder. Y en Taiwán ejerce la presidencia desde el año pasado Tsai Ing-wen.

Más al sur, en Australia, país miembro de la Commonwealth, Julia Gillard llegó a la primera magistratura luego de que Kevin Rudd renunciara para evitar una moción de censura. Gobernó por tres años, pero perdió el liderazgo de su partido y Rudd volvió al poder. Miembro de esta misma mancomunidad, al otro lado del Pacífico, en Canadá ocurrió algo similar. Kim Campbell ascendió a primera ministra tras la jubilación de Brian Mulroney, pero duró sólo cuatro meses en el cargo al perder su partido el siguiente proceso electoral.

En el mapa de América, la presencia de las mujeres se observa de Centroamérica hacia el sur. El caso más emblemático es el de Violeta Barrios, quien fue elegida a la presidencia de Nicargua después del asesinato de su marido, el periodista Pedro Joaquín Chamorro (1990-1997). Actualmente se considera a Rosario Murillo, la mujer de Daniel Ortega, como “el poder detrás del trono”, y al asumir la vicepresidencia, en caso de su ausencia ella habría de sucederlo.

En el istmo han gobernado, en Panamá, Mireya Moscoso, y en Costa Rica, Laura Chinchilla. En el Caribe, el país más pobre y con profundas raíces africanas, Haití, ha contado brevemente con dos primeras ministras (Michèle Pierre Louis y Claudette Weleigh).

Ya en Sudamérica, aunque El País las excluye por no haber sido electas, se puede mencionar a María Estela Martínez de Perón (“Isabelita”) en Argentina, Lidia Gueiler en Bolivia (1979-1980) y Rosalía Arteaga en Ecuador, que ejerció sólo por cuatro días. Janet Jagan ocupó en Guyana tanto la presidencia como la primera magistratura (1997-1999), debido a la muerte de su esposo.

Y aunque por méritos propios, pero también cobijadas por una figura masculina, otras mandatarias sudamericanas son Cristina Fernández en Argentina, quien sucedió en la presidencia a su marido, Néstor Kirchner; Dilma Rousseff en Brasil, impulsada por el carisma de su antecesor, Luis Inacio Lula da Silva, y Michelle Bachelet en Chile, hija del general Alberto Bachelet, miembro de la fuerza aérea y de la Unidad Popular, torturado y muerto por la dictadura de Augusto Pinochet.

Lo interesante de este mapa de las mujeres en el poder es que en rigor no puede trazarse un denominador común ni corresponde a las variables socioculturales y de desarrollo esperables. Y tampoco puede afirmarse que ellas mismas hayan avanzado la agenda femenina en sus respectivos países. Tal vez lo único que podría intuirse es una cierta pertenencia a las élites económicas y/o políticas. Pero eso ya sería cuestión de un estudio a mayor profundidad.