Inspirado por las zonas de guerra, dispositivo inflable podría salvar a civiles de hemorragias fatales

NUEVA YORK ⎯ Una estudiante de último año de preparatoria arrollada por un auto junto con otros peatones en el ataque de Times Square de mayo estaba sufriendo una hemorragia interna y las transfusiones no compensaban su pérdida de sangre.

Los médicos y enfermeras en NYC Health & Hospitals/Bellevue se afanaban por salvar la vida de la estudiante, Jessica Williams de Dunellen, Nueva Jersey, quien sufría de graves lesiones en las piernas, el abdomen y la pelvis. Pero su pulso se disparó a 150. Su presión sanguínea descendió a 40/30.

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“Estaba a punto de entrar en un paro cardiaco”, dijo el doctor Marko Bukur, un cirujano de traumatología.

Él tomó un dispositivo que ni él ni nadie más en el hospital había usado jamás, excepto en sesiones de entrenamiento en maniquís. Había llegado a Bellevue unos días antes.

El dispositivo, llamado catéter ER-REBOA, nació en los campos de batalla en Irak y Afganistán, idea de dos médicos militares que veían morir a los soldados por hemorragias internas que los equipos médicos en los pequeños hospitales de campo no podían detener.

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Su invento, producido por Prytime Medical y aprobado por la Agencia de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por su sigla en inglés) en 2015, está siendo gradualmente adoptado en los centros de traumatología civiles en todo Estados Unidos y recientemente ha sido usado por las fuerzas militares. Pero los equipos médicos necesitan una capacitación rigurosa para usarlo: mal manejado, puede ser peligroso.

Bukur pinchó el muslo de Williams, introdujo un delgado tubo en su arteria femoral y lo empujó suavemente unos 30 centímetros hasta su aorta, la arteria principal que lleva la sangre del corazón a la mayor parte del cuerpo. Luego inyecto agua salada para inflar un globo cerca de la punta del tubo, bloqueando la aorta y cortando la circulación hacia la pelvis y piernas de Williams. Por encima del globo, la sangre seguía fluyendo normalmente hacia su cerebro, corazón, pulmones y otros órganos vitales.

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Casi instantáneamente, su presión sanguínea se elevó y su acelerado corazón se frenó. El globo detuvo la hemorragia dentro de su pelvis, casi como si se hubiera cerrado un grifo.

REBOA es la sigla en inglés de oclusión con globo endovascular de resucitación de la aorta, pero algunos médicos lo describen simplemente como un “torniquete interno”.

El reloj estaba corriendo. La circulación solo podía ser detenida de manera segura por un cierto tiempo; idealmente, no más de unos 30 minutos. Más allá de eso, la falta de flujo sanguíneo podía dañar gravemente a las piernas y órganos internos de Williams. El globo solo había comprado al equipo médico un poco de tiempo para encontrar la fuente de la pérdida de sangre y arreglarlo. Si fallaban, cuando desinflaran el globo estarían de vuelta donde comenzaron, con Williams al borde de morir desangrada.

En la Ciudad de Nueva York, el doctor Sheldon H. Teperman, director de traumatología y servicios de atención crítica en el NYC Health & Hospitals/Jacobi, y el doctor Aksim G. Rivera, un cirujano vascular ahí, han estado enseñando el procedimiento a cirujanos de traumatología en los hospitales municipales y otros centros médicos en el área. Los cirujanos de Bellevue se entrenaron con ellos.

Un equipo de Jacobi encabezado por el cirujano de traumatología doctor Edward chao fue el primero en la ciudad en usar el ER-REBOA, en febrero. Su paciente, Nanetta Hall, de 60 años de edad, gerente en la Administración de Recursos Humanos de la ciudad, había sido arrollada por una camioneta pickup. Como Williams, casi murió por la hemorragia interna causada por heridas pélvicas.

La idea del catéter ER-REBOA se les ocurrió a los doctores Todd E. Rasmussen y Jonathan L. Eliason en 2006, mientras estaban desplegados como cirujanos en Irak. Torniquetes y técnicas de transfusión mejorados impedían que los soldados murieran desangrados de heridas en brazos y piernas. Pero no había una solución similar para el desangramiento en el abdomen o la pelvis, o lo que los médicos llaman una “hemorragia no comprimible”.

Los dos doctores, ambos cirujanos vasculares, empezaron a desarrollar un nuevo dispositivo con base en un catéter de globo más antiguo diseñado para evitar el desangramiento en personas que se sometían a cirugía en la aorta.

El dispositivo más antiguo puede ser usado en las víctimas de traumatología, pero no fácilmente. Es grande y complejo, y debe ser usado por cirujanos vasculares con rayos X que lo guíen. Fue “diseñado realmente para ser usado en bonitos centros quirúrgicos, con suficiente personal y elegantes salas de operaciones”, dijo Rasmussen, coronel de la Fuerza Aérea, que es decano asociado de investigación y cirujano en funciones en la escuela de medicina militar y centro médico en la Universidad de Servicios Uniformados en Bethesda, Maryland.

“Nada de eso se traduce bien cuando todo el infierno se desata y tu paciente va a morir en siete minutos”, dijo David Spencer, presidente de Prytime Medical.

Rasmussen y Eliason se propusieron crear una versión más pequeña y básica que pudiera ser colocada rápidamente dentro d la aorta sin rayos X por cirujanos de traumatología y, eventualmente, por cirujanos generales, médicos en salas de emergencia y quizá paramédicos.

Esos doctores y paramédicos habitualmente son los primeros en atender a personas que están sangrando, en lo que los expertos en traumatología llaman la “hora de oro” después de una lesión, dijo Rasmussen, y añadió: “Es donde el margen para salvar vida es mayor”.

Para 2009, él y Eliason hicieron un prototipo.

“Era muy burdo”, dijo Rasmussen. Pero era lo suficientemente bueno para empezar a ser probado en el laboratorio. Los resultados fueron prometedores, pero las grandes compañías de dispositivos médicos tradicionales y grandes no mostraron interés en desarrollarlo.

Después de una plática que ofreció Rasmussen en 2009 que mencionaba la falta de interés comercial en la investigación médica militar, Spencer, un emprendedor tecnológico y capitalista aventurero de San Antonio, Texas, ofreció iniciar una compañía que produjera y comercializara el dispositivo. Como hijo de un militar del Ejército, Spencer dijo que le gustó la idea de que algo inspirado por una necesidad militar también pudiera salvar vidas de civiles.

Los catéteres, usados una vez y luego desechados, cuestan unos 2,000 dólares, lo cual es relativamente barato comparado con otros dispositivos usados en la cirugía vascular. La sigla ER en el nombre del producto se refieren a los apellidos de los dos inventores, Eliason y Rasmussen.

El Departamento de Defensa y la Universidad de Michigan tienen la patente, dijo Rasmussen, y él no gana dinero con él.

Personas con lesiones pélvicas, como Williams y Hall, son candidatos ideales para el REBOA, dicen los cirujanos. Esas heridas son una causa notoria de hemorragias que amenazan la vida. Cuando el cuerpo es golpeado con la suficiente dureza para romper la pelvis, el impacto casi siempre rompe o corta cientos de venas diminutas y arterias que sangran profusamente. El sangrado en la pelvis puede ser difícil o imposible de detener, porque el área a menudo no puede comprimirse lo suficiente.

El sangrado abdominal también puede ser detenido por el dispositivo, si se introduce más alto en la aorta.

El globo casi seguramente salvó la vida de Williams, dijo Bukur. Con su circulación interrumpida, él pudo llenar el área dañada con gasas para evitar más sangrado después de que se desinflara el globo. Otro cirujano retiró el bazo de Williams, que se había roto y sangraba copiosamente.

El dispositivo podría evitar que las víctimas de accidentes murieran desangradas, pero podrían tener lesiones en la cabeza o daños en los órganos que resulten ser fatales.

“El REBOA no es la segunda llegada de Jesucristo”, dijo Spencer. “No va a salvar milagrosamente a alguien en una motocicleta que choque con un auto a 130 kilómetros por hora. Pero da a los cirujanos una oportunidad donde quizá no la había antes”.

Denise Grady
© 2017 New York Times News Service