Jared Kushner y la enredada política del clan

Jared Kushner merece un poco de solidaridad. Toda su vida ha estado al servicio de su padre o de su suegro. Durante toda su carrera, lo han lanzado a papeles para los que no estaba listo. Sus antecedentes no contemplan una buena preparación para el gobierno nacional. Ahora se encuentra en un reino en el que sus instintos parecen descarriarlo y en el que hay una probabilidad de que termine en desgracia y posiblemente imputado.

El drama de la familia Kushner comienza en el Holocausto. En 1941, Rae Kushner vivía en Bielorrusia y estuvo entre las adolescentes a las que se escogió para limpiar la sangre del empedrado después de una de las ejecuciones en masa de los nazis. Rae y otros familiares se escaparon del gueto por un túnel y se unieron a un campo de la resistencia armada. Después de la guerra, finalmente, llegaron hasta Nueva Jersey donde su esposo abrió un exitoso negocio de construcción que floreció con su hijo.

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Hasta este momento, se trata de una historia inspiradora de la lucha de una familia y el ajetreo del inmigrante. Sin embargo, a medida que cayeron las riquezas en la familia, lo mismo sucedió con las traiciones. El pleito entre el padre y el tío de Jared fue por el dinero de la familia y, debido a las diversas versiones, es difícil decir quién traicionó más a la familia.

Sí sabemos que Charles, el padre de Jared, contrató a una prostituta para que tuviera sexo con su cuñado y así pudiera enviarle la cinta del acto a su hermana, así como que terminó declarándose culpable de 18 delitos.

“Yo creo que Dios y mis padres en el cielo me perdonan por lo que hice, que estuvo mal”, le dijo Charles una vez a un entrevistador, según “Politico”. “Yo no creo en Dios y mis padres nunca perdonarán ni a mi hermano, ni a mi hermana por instigar a una investigación penal y ser los animadores del gobierno y meter a su hermano a la cárcel por celos, odio y despecho”.

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El hermano de Jared era muy pequeño cuando pasaba todo esto y desde entonces prosiguió a hacer una carrera independiente, fantásticamente exitosa. Sin embargo, Jared interrumpió sus estudios para hacerse cargo del negocio de la familia. Vivió la primera devoción de su familia, su lealtad a la propia sangre.

Le pudo haber hecho falta sensatez, pero no audacia. En una acción trumpiana, vendió los complejos de departamentos en Nueva Jersey que eran de la familia y compró la propiedad en el número 666 de la Quinta Avenida en 1,800 millones de dólares, a la sazón lo más que se había pagado por un edificio de oficinas en Manhattan. Al parecer, pagó demasiado. El edificio de Met-Life se vendió aproximadamente al mismo tiempo en 600 dólares el pie cuadrado, según un reportaje de “The New York Times”, pero Kushner adquirió el suyo en 1,200 dólares el pie cuadrado. Kushner trabajó febrilmente para salvar la transacción, y ha construido su compañía a pesar de ella, pero, desde entonces, ha sido un lastre financiero, una de las razones por las que Kushner ha pasado mucho tiempo buscando inversionistas chinos y, posiblemente, rusos.

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Les decimos a los jóvenes que sirvan a algo más allá del ser y Kushner parece haber sido leal a la familia en forma intensa, casi abnegada. Sin embargo, su mentalidad exclusivista parece no haberle sido muy útil en su estadía en el gobierno.

Trabajar en el gobierno se trata de hacerlo en equipo, de construir mayorías y de sumar, agregar cada vez más personas a tu coalición. Se trata de trabajar dentro de marcos legales e instituciones burocráticas. Se trata de tener memoria corta y de no tomar las cosas en forma personal.

En comparación, el fuerte sentimiento de tribu se trata de vínculos de sangre estrechos y exclusivos. Es un enfoque moral basado en la lealtad y la venganza contra quienes atacan a un miembro del clan. Es una forma de ser intensamente personal y cargada de enemistades.

Trabajar en el gobierno se trata de confiar en el sistema y en quienes se han movido dentro y entienden el oficio. Sin embargo, la esencia de la tribu es levantar una barrera entre la familia – dentro de la zona de confianza – y los otros, afuera de esa zona. En consecuencia, Kushner ha cometido algunas metidas de pata ridículas en la Casa Blanca. Se dice que presionó para que se despidiera de la FBI al director James Comey, aun cuando cualquiera con un mínimo de experiencia podría haber dicho que esa acción tendría repercusiones horriblemente negativas. Ha dejado que su pleito con Steve Bannon se convierta en una telenovela pública.

No sabemos todo sobre sus reuniones con los rusos, pero sabemos que esas reuniones, como gran parte de otros comportamientos tribales, iban en contra del sistema formal. También sabemos que delatan una ingenuidad de novato a varios niveles: aparentemente, al confiar en que los rusos no lo traicionarían; aparentemente, al no entender que los servicios estadounidenses de inteligencia estudiarían estas conversaciones, y, posiblemente, sin entender cuán alarmante les parecerían a las personas de fuera.

Pareciera que ahora estamos entrando a la fase paranoica de la presidencia de Trump, a medida que la gente de dentro percibe que todos los demás los están buscando. Como detallaron Glenn Thrush, Maggie Haberman y Sharon LaFraniere de “The Times”, en algunos reportajes asombrosos, es posible que peligre el papel de Kushner en esta Casa Blanca. Esta agitación, tanto para Trump como para Kushner, era inevitable.

Nuestros mayores han pasado siglos tratando de construir un gobierno de leyes y no de linajes hereditarios. Es posible prosperar en este sistema como un miembro de una clan _ los Roosevelt, los Kennedy y los Bush -, pero no es posible sobrevivir en este sistema, si tu mentalidad es totalmente tribal. Ese modo, ya se trate de la versión de Donald Trump o la de Jared Kushner, simplemente, se autodestruye en el sistema formal y dentro de los estándares del comportamiento que ahora nos rodea.

DAVID BROOKS
© 2017 New York Times News Service