Jorge Alberto Manrique, parteaguas en la historia del arte nacional: Teresa del Conde

CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Miembro de diversas academias de las artes, fundador y director de los principales recintos museísticos, el historiador de arte Jorge Alberto Manrique (Ciudad de México, 1936) falleció esta mañana causa de una complicación en el corazón a los 80 años, según dio a conocer la historiadora Teresa del Conde, amiga de quien fuera también reconocido crítico de arte, sus restos se velarán a partir de esta tarde en J. García López de Miguel Ángel de Quevedo.

Del Conde, investigadora del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM y exalumna de Manrique, dio a conocer a Apro que el historiador “fue un parteaguas en la historia del arte nacional”:

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“Era una de las personas más reconocidas en la historia y crítica de arte, auténticamente hablando era un historiador del arte en toda su extensión que lo mismo podía saber sobre prehispanismo que del renacimiento, el medievo, y el arte contemporáneo, una persona de una tradición en la investigación y conocimiento histórico de las que ya no existen.

“Fue un parteaguas en la historia del arte nacional”, subrayó.

Apenas en septiembre pasado en el Antiguo Colegio de San Ildefonso, la UNAM le rindió un sentido homenaje a Manrique (quien sufría una afasia desde hace 10 años) por su ochenta aniversario, institución donde también fue investigador y profesor emérito. Ahí Enrique Graue, titular de la máxima casa de estudios, lo definió como “riguroso como todo gran historiador, propositivo como un arquitecto, agudo como un buen prosista, pero con la libertad y el encanto de los buenos poetas”.

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Manrique Castañeda estudió entre 1955 y 1958 la licenciatura de Historia en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y realizó un posgrado en Cultura Moderna en la Universidad de la Sorbona de París de 1962 a 1963, un año más tarde Historia del Arte Moderno en la Facultad de Letras de la Universidad de Roma, y en 1965 un doctorado en Historia por la UNAM.

Fundador y director del Museo Nacional de Arte (Munal), exdirector del Museo de Arte Moderno 1987-1988 (en donde vivió un atentado a la libertad de expresión, pues fue obligado a renunciar debido al escándalo que provocó Pro-Vida por la instalación “El real templo real” de Rolando de la Rosa, que criticaba imágenes religiosas), y del Instituto Nacional de Bellas Artes, también fue miembro de la Academia Mexicana de Historia, la Academia de las Artes y del Comité Internacional de Museos.

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Profesor de diversas instituciones como la Universidad Veracruzana, el Colegio de México y la carrera y posgrado de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de su alma mater, la UNAM, dirigió diversas publicaciones como:

La Revista de la Universidad, Historia Mexicana y fue consejero de la revista Deslinde, colaborador en el diario Unomásuno, articulista de La Jornada, coordinador general y coautor de Historia del Arte Mexicano; y fue autor de los volúmenes El geometrismo mexicano (1976), Historia General de México (1982) y Una mujer en el arte mexicano (1987), Los dominicos y Azcapotzalco (1964), La dispersión del manierismo (1980), y Ángel Zárraga (1984).

En 2003 en el marco de los 25 años de Proceso, Manrique realizó una colaboración para el volumen México: su apuesta por la cultura (Proceso-Grijalbo, 2003), que se titula “Los pasos de la crítica de arte”, donde señala al respecto:

“Un juicio de valor podrá encontrar muchas coincidencias entre los espectadores de cada obra, puesto que en gran parte está determinado por el contexto temporal, espacial y de criterios estéticos. Sin embargo, el cambio de contexto puede provocar un cambio también en el juicio de valor. Por eso, lo más importante en el quehacer de un crítico de arte es el testimonio y la reflexión acerca de la obra, su impacto y las tendencias que marca o en las que se enmarca. Podría decirse, pues, que la crítica de arte es un testimonio sin adjetivos. El artista hace la historia del arte con cada una de sus obras; el crítico les da presencia al exponer por escrito sus reflexiones al respecto. Al hacerlo y reconocer la existencia de una obra, el crítico ha logrado cambiar algunos criterios sobre el arte, al incluir algunas formas de arquitectura y artesanía como formas artísticas…

“La crítica existe en función de las obras artísticas, desde luego, pero también los artistas se nutren de las reflexiones y el punto de vista del testimonio crítico. Es una relación estrecha dentro de un mundo de sensibilidades diversas.”