Jóvenes de la alta sociedad conjuran al fantasma de Leonard Bernstein

NUEVA YORK Era un sábado primaveral en marzo, pero el invierno persistía en Manhattan, encapotado y poco grato, como un vigía en una esquina.

El Dakota en Central Park West el espeluznante escenario de “Rosemary’s Baby” y el ex lugar favorito del personaje macabro fundacional del cine Boris Karloff parecía especialmente premonitorio en medio del frío tiempo plomizo.

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Afuera, los turistas se tomaban autorretratos en el sitio del asesinado de John Lennon. Pero, dentro, se desarrollaba una celebración de la muerte aun más extraña.

Larry Milstein, de 22 años de edad, y su hermana Toby, de 24  cuya riqueza familiar fue estimada por Forbes en 3,100 millones de dólares en 2015 viven con sus padres, Cheryl y Philip, en un departamento que da al parque alguna vez ocupado por el célebre compositor y director de orquesta Leonard Bernstein.

Inspirados por los muchos artistas que han llamado hogar al Dakota, y estimulados por su propia sustancial filantropía hacia las artes, estos herederos multimillonarios millennials se han dedicado a organizar sesiones espiritistas a las que asisten sus elegantes conocidos bien conectados.

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“Yo creo en los fantasmas”, dijo Toby Milstein, quien, con su apariencia digna de Instagram en todo momento y sus enormes medios, ejemplifica una nueva generación de filántropos: la princesa guerrera de la justicia social. “Quizá he visto demasiados programas televisivos de fantasmas, pero creo que no tiene nada de malo creer en fantasmas”.

Larry Milstein, un hombre refinadamente atildado, añadió: “Este es un departamento dentro de un edificio que está tan impregnado de historia que es imposible no reconocer el pasado”.

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En punto de las 5 de la tarde, un timbre anunció la llegada de la princesa Noor Pahlavi, de 24 años de edad, hija del príncipe heredero exiliado de irán, Reza Pahlavi, y nieta del difunto sha. Trajo queso.

“¡Mamá Noor! ¡Literalmente!”, dijo Toby Milstein, expresando deleite por el regalo.

“Tenía que darle el toque realmente persa”, dijo la princesa, que vestía un vestido Mugler corto de cuero negro y zapatillas de tacón Saint Laurent. “Es solo que, es muy controlador traer comida”.

“Pienso que los judíos también pueden apreciar eso”, respondió Toby Milstein.

Los otros invitados incluían a dos de las ex compañeras de clases de Toby Milstein en Barnard College, Sarah Pierce y Julia Pissarro, bisnieta del pintor impresionista, ambas de 24 años; Eli Rivkin, de 23, amigo y compañero de clases en Yale de Larry Milstein, que es hijo de un ex embajador de Francia; Maddy Bohrer, de 24, artista; y Ben Piper, de 32, y Paul Peglar, de 33, que son músicos.

En tonos susurrantes, la conversación giró hacia  el hacer contacto con los muertos.

“¿Han visto ‘Hollywood Medium’?”, preguntó Noor, refiriéndose al programa de la cadena E! que presenta a Tyler Henry, un supuesto síquico de 20 años de edad. “Creo en estas cosas”.

“No es que quiera ser realmente deprimente, pero hay muchas muertes trágicas en mi familia, después de la revolución”, dijo, refiriéndose a la revolución de Irán de 1979, que destronó a su abuelo. “Así que también tengo historias espeluznantes como esa”.

El grupo asintió meditabundo. Y con el estado de ánimo establecido, tomaron sus lugares alrededor de un piano Steinway y se prepararon para convocar al espíritu de Bernstein.

Los hermanos Milstein han estado causando impresión en el circuito de la filantropía juvenil de la Ciudad de Nueva York recientemente, haciendo considerables donaciones a instituciones como el Hospital Infantil NewYork/Presbyterian/Morgan Stanley, y fungiendo como Miembros Juveniles de la Frick Collection.

Para algunos grupos, los Milstein abren su casa, y fue una reunión para una organización de caridad de las artes, A BroaderWay, lo que les inspiró a intentar un método musical para contactar a los espíritus de la casa.

“Como adultos jóvenes que celebran las artes, ¿qué mejor manera de rendir tributo a la presencia de la historia aquí que cantando algunas notas de sus canciones favoritas?”, dijo Larry Milstein. “Es una sesión espiritista moderna que está arraigada en la música de los individuos que habitaron este lugar. Se pueden sentir las vibraciones de ellos, y eso significa que están ahí”.

El departamento de tres recámaras de los Milstein, que ocupa la esquina noreste del segundo piso y fue comprado por 20.5 millones de dólares en 2008, es un lugar grandioso para conjurar a los muertos.

Está decorado en un estilo anclado en la arquitectura estilo renacimiento alemán de 1884 del Dakota, con muebles de madera pesados, drapeados de brocado con borlas y pinturas alegóricas victorianas del tipo a las que se les mueven los ojos en las películas de horror clásicas.

Las vibraciones del la línea del tren subterráneo, en lo profundo debajo del edificio, se sienten periódicamente en las habitaciones como poltergeists viajeros.

Se reunieron alrededor del piano como si fuera un ataúd, y Larry Milstein distribuyó páginas impresas con la letra de canciones asociadas con los talentos idos del Dakota.

De pie ante el teclado, Toby Milstein propuso un brindis en el cual trazó un vínculo entre las causas progresistas de Bernstein y el activismo social de su propia generación.

“También fue un activista; trajo a muchos personajes activistas aquí”, dijo. “En este lugar, las panteras rosas oh, Dios mío, las panteras rosas, jaja las Panteras Negras” se corrigió. “Él organizó a muchos grupos activistas importantes aquí”.

(El hijo del compositor, Alexander Bernstein, posteriormente aclaró que ningún Pantera Negra visitó el departamento del Dakota, aunque se había celebrado un famoso evento de recaudación de fondos en el departamento anterior de su familia en Park Avenue.)

“¡Por Lenny!”, dijo Toby Milstein, elevando un vaso de whiskey.

El grupo chocó sus vasos y, acompañado por Peglar al piano, entonó un popurrí que incluyó “Maria” de “West Side Story” de Bernstein, “Imagine” de John Lennon y, a tono con el tema de la noche, “I Don’t Wanna Live Forever” (No quiero vivir por siempre) de Taylor Swift.

En ejecución, fue más estilo Beyoncé que espiritista.

Durante 20 minutos, lo único espiritoso presente fueron el licor de Jack Daniel’s. Pero mientras el Steinway tintineaba y las voces llenaban la habitación, se elevaron vibraciones desde lo profundo de la tierra, como un gigante musical que se levantara de su tumba.

O quizá fue el tren A.

Ben Widdicombe

© 2017 New York Times News Service