Juan Rulfo y el Determinismo

La fatalidad es el hilo conductor en el cuento ¡Diles que no me maten! de Juan Rulfo. Las acciones, motivos y sufrimientos de los personajes parecen regidos por una fuerza inevitable que encadena los acontecimientos. Por otra parte, el principio de reciprocidad exacta pone las cosas en su lugar y explica la venganza.

Por encima de las intenciones apriorísticas se imponen las reacciones justificables. Juvencio no quería matar a don Lupe. Hizo todo lo que pudo para evitarlo. Se consideró obligado a la violencia por la terquedad de aquel y por la urgencia de alimentar a su ganado que nomás se vivía oliendo el pasto sin poder probarlo.

En razón del compadrazgo, puede resultar incomprensible el egoísmo extremo de don Lupe frente a la necesidad ingente de su vecino. Habrá, pues, que encontrar la explicación en la fatalidad por la circunstancia de ser el dueño de la Puerta de Piedra y negarle el pasto para sus animales.

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Mientras tanto, el conflicto moral de Justino consiste en decidir si debe abogar por su padre o salvaguardar la seguridad de su mujer y sus hijos. Para él, es mejor dejar las cosas de este tamaño, pues todo parece determinado por la irrompible cadena causa-efecto.

Otra evidencia del determinismo en el cuento de Rulfo es el largo vía crucis que padeció Juvencio. No obstante todo lo perdido, su cita con el destino resultó inapelable. Cuarenta años a salto de mata, viviendo como un apestado, siempre con el pálpito de que en cualquier rato lo matarían.

Más aún, en el relato la “Ley del Talión” opera como factor compensatorio, aunque igualmente como limitante de la venganza, lo que queda de manifiesto con la proporcionalidad entre el daño producido por el crimen de Juvencio y el castigo recibido.

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A Guadalupe Terreros lo mataron a machetazos y clavándole una pica de buey en el estómago, en tanto que a su asesino le llenaron la cara de boquetes por tanto tiros de gracia como le dieron.

En oposición al “ojo por ojo y diente por diente”, Nietzsche considera la pena como un castigo injusto. Es indudable que si el delito surge de un sentido fatalista de la vida humana -dice Nietzsche- la acción delictuosa no debería ser en ningún caso castigada sino más bien correspondida con una contraprestación.

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La sentencia del filósofo no siempre se cumple en la literatura. En Los Miserables de Víctor Hugo el personaje principal pasa veinte años en la cárcel por robar un pedazo de pan para su familia famélica.

Otra forma de hacer justicia tiene que ver con lo emocional. Al ser el coronel hijo de don Lupe, y Juventino testigo del ajusticiamiento de su padre, se cumple inexorablemente el principio de justicia retributiva en cuanto al daño psicológico ocasionado por el crimen.

Juan Rulfo emplea la estructura circular del relato para mantener en vilo al lector que aguarda, como testigo, en las butacas del tribunal el momento en que el protagonista quede sujeto a los rigores del Código de Hammurabi.